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Por allí pasaron Al Capone y ‘L.A. Confidential’: la cárcel de Lincoln Heights se enfrenta a una renovación

La cárcel de Lincoln Heights, que se inauguró en 1931, cerró en 1965 debido al hacinamiento.

La cárcel de Lincoln Heights, que se inauguró en 1931, cerró en 1965 debido al hacinamiento.

(Barbara Davidson / Los Angeles Times)
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Al Capone pasó una noche en este edificio en ruinas de Lincoln Heights, garabateado con grafiti. Y no por voluntad propia, sino porque durante más de 30 años este sitio fue una cárcel.

En los primeros años de la prisión, inaugurada en 1931, algunas personas eran trasladadas a este edificio, ubicado a la vera del río Los Ángeles, por ser homosexuales, lo cual llevó a la creación de un ala separada, según la organización Los Angeles Conservancy.

Durante los disturbios Zoot Suit, en 1943, cuando algunos militares se enfrentaron con jóvenes mexicoamericanos, muchos de los detenidos fueron trasladados a la Cárcel de Lincoln Heights, en North Avenue 19. Otros de los arrestados durante los incidentes fueron llevaros a la cárcel Eastside en 1965, el mismo año que Lincoln Heights cerró debido al hacinamiento.

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Ahora, la ciudad quiere renovar el edificio de cinco pisos y estilo art deco, donde se filmaron varias escenas de películas clásicas, como “L.A. Confidential” y “Nightmare on Elm Street”.

La ciudad pidió a potenciales inquilinos, desarrolladores, diseñadores y otros que sugieran ideas de cómo podría emplearse el espacio de la antigua prisión. Algunas de las propuestas incluyen la creación de oficinas de tecnología, lofts para uso como vivienda y espacio de trabajo, estudios para artistas, hotel con espacios para reuniones y un restaurante. Conforme la ciudad, no más del 15% de la propiedad podría usarse como vivienda. “Definitivamente, hay un gran potencial para este edificio”, señaló Jacqueline Wagner, analista en jefe de la administración de la ciudad. “Podría llegar a ser cualquier cosa”.

Adrian Scott Fine, director de promoción de Los Angeles Conservancy, señaló que no está seguro de qué ha planeado la ciudad para la exprisión, pero que pensar en una demolición o reconstrucción preocupa a la entidad. “Debemos ser considerados con la historia y la forma física del lugar”, señaló. “Lo vemos como un trampolín, una estructura que muestra lo lejos que hemos llegado como comunidad en Los Ángeles”.

Antes de que el descubrimiento de asbestos y pintura con plomo llevara al cierre permanente del sitio, en 2014, una fundación de arte y un gimnasio tuvieron sede en la antigua prisión.

Cecilia García, asistente del director artístico de la fundación, señaló que espera que los planes de la ciudad no expulsen a la clase trabajadora del barrio. “Hay mucha gente en Lincoln Heights que necesita viviendas más asequibles”, afirmó. “Así que, si eso es lo que hará la ciudad, es perfecto; justo lo que necesitamos. Pero si se trata de departamentos de lujo, pues no; ya tenemos suficientes de esos”.

García recordó la extraña sensación que tuvo el día en que fue entrevistada para su trabajo en la cárcel reconvertida. “Recuerdo caminar por allí por primera vez, hace años, y sentir que una corriente de aire frío atravesaba mi cuerpo”, contó. “Fue una sensación muy extraña cuando entré allí; casi como sentirme vigilada”

Los rumores de la existencia de fantasmas en el lugar son parte de la tradición de la cárcel. Por ejemplo, Johnnie Flores, un entrenador de boxeo que trabajaba en el gimnasio que funcionó también allí, murió al caer por un hueco del ascensor en 1994.

El aura de misterio también atrajo a equipos de cine y TV. Jodi Strong, vicepresidente de planeamiento de producción de la compañía Film L.A., que procesa permisos de rodaje, remarcó que el atractivo de la antigua prisión eran sus grandes salones y su oscuridad. Para Strong, quien nunca ingresó sola al lugar, la cárcel no estaba embrujada. “Recibíamos muchas peticiones de una gran cantidad de equipos de cine y TV para filmar en su interior; incluso de equipos de programas con temática paranormal”, señaló. “Pero, creo que siempre se trataba más acerca de la estética que el lugar aportaba a los proyectos que de los posibles fantasmas del sitio”.

Durante más de tres décadas, el camión de comidas El Milagro estacionó frente a la antigua cárcel. A Luis Tostado, uno de los cocineros, no le preocupan los fantasmas o el asbesto. Sí está alarmado con la renovación de la propiedad, que podría implicar el fin de su negocio. “Tenemos clientes muy fieles. Vienen aquí regularmente, saben que hemos estado en este sitio durante 32 años”, dijo. “Pero si la ciudad nos pide que dejemos este lugar, no estoy seguro de dónde iremos. Podríamos perder muchos clientes”.

Traducción: Valeria Agis

Si desea leer este artículo en inglés, haga clic aquí

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