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Poco a poco los pozos de agua se van secando en el Valle Central

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Cuando un hombre de 91 años ha estado en su tierra más tiempo que la mayoría de la gente ha estado viva, él no pierde el tiempo cuando quiere hablar de lo que piensa.

Así que después de que su nuevo vecino empezó a excavar en un pozo para plantar un huerto de almendros en medio de la peor sequía que ha visto, James Turner se apresura a preguntar.

“¿Qué tan profundo vas a cavar tu pozo?”

Quinientos pies, le dijo Davinder Singh.

“Mi pozo es de 300 pies, ¡te vas a llevar mi agua!”

Singh, un hombre de humor gentil, no le contestó nada ese caluroso día del invierno pasado. Es más, le tomó un agrado inmediato al feroz viejo.

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Turner le recordaba a su padre de 85 años que vive en la India — había sido un oficial de policía que obstinadamente se negaba a tomar algún soborno, garantizando así que su familia viviera en la pobreza en una región conocida por sus autoridades corruptas.

Ahora Singh estaba persiguiendo la prosperidad en el auge de almendras de California.

Proveniente de una infancia de pobreza en la India, Davinder Singh, en su finca con su hijo, persigue la prosperidad durante el auge de la almendra de California, donde los precios han alcanzado $120.000 el acre, incluso con un bajo rendimiento.

Davinder Singh ha plantado cientos de árboles de almendra en su propiedad, en las afueras de Madera. “Todo va subiendo, subiendo, subiendo – excepto la capa freática”, dice él.

Arriba y abajo de estos caminos rurales de Madera con nombres fraccionales — Avenue 19, Avenue 191/2, Avenida 20 — los arboles de almendras iban creciendo con la misma rapidez con la que los pozos se iban secando y los agricultores estaban poniendo sus endeudadas apuestas en un cultivo que requiere dos veces más agua que el sediento algodón.

Lo hacen no sólo a pesar de la sequía, sino a causa de ello: las almendras pueden ser la última cosecha de California lo suficientemente valiosa como para obtener beneficios, si no termina la sequía.

Turner creía que la gente que estaba comprando esas franjas de tierra para las huertas — algunos de ellos gestores de fondos de inversión que nunca habían cultivado en sus vidas — no veían todo el panorama.

“Bombeas toda el agua hacia fuera y la tierra se derrumba, ¿ves? Todos esos huecos, donde debe ir el agua, no estarán allí cuando llueva”, dijo.

“He visto tanta estupidez en todos mis años que no puedo recordarlo todo. ¿Pero bombear la tierra hasta que se seque? Nos estamos aniquilando, así de simple.”

Durante todo el verano, la hija de Turner, Lorna, no podía dormir.

“Oía el rugir de la bomba de Dave todas y cada una de las noches”, dijo ella.

Al conducir hacia su trabajo como contadora en la cárcel de mujeres en Chowchilla, se sorprende al ver una tierra tan rápidamente transformada.

“Cuando yo estaba creciendo, allí no había nada mas que viñas, campos de algodón, unos pocos animales de pastoreo y nogales”, dijo.

Zelma Baker, de 91 anos, llego a California durante la gran migración del Dust Bowl de la década de 1930.

“No sé nada de nada del llamado Dust Bowl”, dijo Baker, tía materna de Lorna. “Pero sé que dejamos Okemah, Oklahoma, el 7 de abril de 1936, y llegamos en California el 20 de octubre”.

La familia de Turner, llego de Oklahoma 10 años antes. El sólo tenía 3 años, pero todavía tiene un fuerte acento, al igual que muchos de los que han crecido en el Valle Central.

Compró la granja el año en que se casó y pago la tierra en siete años — el no creía en deber dinero. El cultivo de algodón y alfalfa en las 20 hectáreas no alimentaba a cinco hijos, y trabajó en la construcción y cultivó uvas y árboles frutales.

A finales de abril, el pozo de Turner se secó. Cruzando la calle, su vecino, un apicultor, también se quedó sin agua.

Turner traía agua en camiones. Lorna lavaba los platos tan pronto como era posible y hacía que su hijo de 15 años de edad, Travon, mantuviera sus duchas a cuatro minutos.

Turner no pudo recordar un año más caliente. Terminó siendo el más caliente registrado en California.

Las viñas creciendo en la orilla de su propiedad tenían hojas obscuras y enrolladas, pero de alguna manera el estrés hizo que las uvas Thompson supieran mejor. Le dijo a Singh que agarrara fruta, y lo hizo.

Pagó casi $400 en acarreo de agua cada pocas semanas. Hizo que el proveedor llenara un tanque de 2,500 gallones y que rociara una poca sobre el jardín.

En los almendros, estaba comenzando la cosecha cuando los frutos debían estar apenas reventando. Las nubes de flores rosas y blancas habían llegado a principios de febrero, más temprano de lo que nadie podía recordar. Los granjeros bombearon agua durante las ominosamente calientes primavera y verano.

Podrías decir que las almendras son una comida como el maná : si los acuíferos en el mundo de las regiones de cultivo continúan en descenso y faltaran los alimentos, ellas son una fuente de proteína que requiere menos recursos que la carne o los productos lácteos.

Los precios ya andaban alrededor de los $4 la libra-- o como a $120,000 por acre con baja producción.

“Todo va para arriba, para arriba, para arriba -- excepto la capa freática”, declaró Singh.

A finales de julio, cuando el calor se siente pesado e inmóvil, Turner decidió dejar de regar.

No había garantía de que lloviera. Su perforador de pozos tenía una lista de espera tan grande que él no esperaba trabajar en los pozos que se habían agotado en abril sino hasta diciembre.

Turner fue s una reunión familiar en New Orleans, y cuando ya se había ido, Singh miró y vio las plantas tambaleantes, los matorrales obscuros.

“¿Qué está pasando allá?” les preguntó a sus trabajadores. Dijeron que la familia se había ido por unas semanas y que su pozo estaba seco.

Singh paró el trabajo en su plantío y enchufó una manguera a su pozo doméstico. La arrastró y regó las plantas de Turner.

Cuando Turner regresó, Singh le dijo que le debería haber dejado saber que no tenía agua. Que eran vecinos. Él le llenaría su tanque cada pocas semanas.

Una o dos tormentas no harían mella en la sequía. Tomando en cuenta la gravedad de la sequía, tendría que haber un buen remojo cada tres días durante los próximos seis meses para llenar los depósitos de reserva de California. La nieve tendría que acumularse en las montañas de la sierra, brillando de blanco hasta la primavera, antes de que el vasto sistema de acueductos y canales entregue el agua prometida.

California recientemente aprobó la primera legislación para gestionar su agua subterránea, pero Turner dijo que no estaba poniendo mucha atención a eso. No entra en vigor sino hasta 2040.

Si desea leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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