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Perdieron a su esposo y padre en el ataque terrorista de San Bernardino; ahora cuentan su historia a todo el que quiera oírla

Trenna Meins (centro), en el exterior de su casa, con sus hijas Tawnya (izq.) y Tina. Su esposo, Damian Meins, fue asesinado en 2015 durante el ataque terrorista en San Bernardino ().

Trenna Meins (centro), en el exterior de su casa, con sus hijas Tawnya (izq.) y Tina. Su esposo, Damian Meins, fue asesinado en 2015 durante el ataque terrorista en San Bernardino ().

(Barbara Davidson / Los Angeles Times)
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Ella no escatimó detalles. Durante más de una hora, en noviembre pasado, Trenna Meins, con sus hijas cerca, Tina y Tawnya, relató a una clase de estudiantes de Cal State San Bernardino acerca de los 36 años que había pasado construyendo una vida con su novio de la preparatoria, y del horror de un momento de violencia que la había arrebatado para siempre.

Damian Meins y otras 13 personas fueron asesinadas el 2 de diciembre de 2015, en el ataque terrorista al Inland Regional Center, en San Bernardino. Meins estaba de pie junto a un árbol de Navidad ese día, tomando fotos en la fiesta de la oficina con sus compañeros de trabajo, cuando una pareja ataviada con trajes tácticos apareció y abrió fuego contra ellos, con rifles semiautomáticos.

Él no tuvo posibilidad de correr o esconderse, le dijo la viuda a los alumnos. En cambio, le dispararon cinco veces y murió, también junto al árbol.

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En el funeral de Meins, que se realizó en la misma iglesia católica de Riverside donde él y su esposa se habían casado, el reverendo Art Mateo le dijo a los dolientes que el ataque generaría cambios que traerían una sociedad más segura. “Esa es la única manera en que puedo entender la muerte violenta de Damian Meins”, afirmó. “Sé que de todo esto surgirá el bien”.

La familia de cuatro integrantes era cercana. El ataque la convirtió en un hogar de tres: una madre y sus hijas mayores de edad, quienes han vivido un año de innumerables momentos de tristeza, enojo y entumecimiento ante la pérdida del hombre al cual adoraban.

Pero ellas se abrieron camino a través de esos momentos, contando su historia a estudiantes, a legisladores, a quienquiera que escuche, porque creen que algo bueno debe salir de todo esto, en la forma de fuertes restricciones al uso de armas.

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Damian Meins, de 58 años de edad, fue recordado en su funeral como “uno de los buenos”. Se dedicaba a su familia y había cuidado a sus dos padres hasta la muerte de ambos. Era inteligente y bueno en su trabajo. “Era muy divertido, locamente divertido”, recuerda su hija tina.

Cuando ella y su hermana eran pequeñas, y su madre estaba por las noches en la escuela, su padre apagaba todas las luces de la casa, usaba papel para cubrir los relojes y los tres se perseguían entre sí, riendo de una habitación a otra. Cuando sus hijas fueron mayores, los tres se convirtieron en compañeros de viaje y exploraron Europa y Asia juntos. “Todo el tiempo… Era él y las chicas”, afirma Trenna, de 59 años. Incluso tenían un lema familiar: “amplecti possibilitate”, un recordatorio de ‘abrazar las posibilidades’.

A lo largo de los años, Damian desarrolló una obsesión por decorar la casa de la familia para las fiestas; Navidad, Halloween, el Día de San Patricio, el Día de San Valentín y hasta Carnaval.

El día del ataque, se levantó temprano, se puso una corbata con muñecos de nieve navideños y se fue a trabajar. Trenna se quedó en casa, con gripe. Tina, de 34 años, fue a trabajar a Irvine, y Tawnya, de 29, se marchó a su empleo en Riverside. Cuando vieron las noticias por TV, rápidamente se dieron cuenta de que Damian había estado en la sala donde había sido el ataque. Poco después, los periodistas acampaban fuera de su casa; los agentes del FBI estaban allí, los políticos a quienes nunca habían conocido los llamaban por teléfono y pedían hablar en el funeral. Los familiares, llenos de miedo, querían comprar armas para protegerse. En esos momentos, “todo está en el aire y tú no tienes control sobre nada”, asegura Trenna.

Los días posteriores al ataque estuvieron llenos de tareas inmediatas: llamar a los seres queridos, organizar viajes, coordinar con la oficina del forense para planear el funeral. A su alrededor sentían que la gente estaba llena de odio ante la injusticia del ataque. Pero Trenna y sus hijas estaban decididas a no dejar que la ira se apodere de ellas. “Incluso en un momento de gran tristeza tenemos gratitud: sabemos que el mundo aún está lleno de amor”, escribió Tina en un tributo a su padre en la página Gofundme, los días posteriores al ataque.

El fin de semana posterior del funeral de Meins, Tina y Tawnya tomaron las luces navideñas de su padre y escribieron con ellas la palabra “Amor” en el techo. Era un mensaje a su padre, y a todos aquellos cuyo sentido de la tolerancia había sido puesto a prueba el 2 de diciembre. También se interiorizaron con los detalles del ataque, pensando que si podían descifrar lo que había salido mal, podrían prevenir futuros hechos similares.

Así, se enteraron que los tiradores, armados con rifles semiautomáticos, habían disparado más de 100 rondas en sólo dos o tres minutos. También que cuando la pareja fue asesinada, tenían más de 2,000 rondas de cartuchos de municiones en su SUV y miles más en su casa, y habían intentado modificar un rifle para convertirlo en automático.

Cuando el presidente Obama voló a San Bernardino ese mes, para visitar a las familias de los fallecidos, Trenna le preguntó cuántas personas debían ser asesinadas en un sólo incidente para que los legisladores modifiquen las leyes. Ellos “no hicieron nada cuando asesinaron a tantos niños en Sandy Hook” en 2012, le dijo al mandatario. “¿Hay una cifra? Dígame una cifra ante la cual harían algo”.

En los meses que siguieron, agregaron sus voces a una lista cada vez mayor de familias desgarradas por la violencia armada, incluyendo aquellas que habían perdido seres queridos en tiroteos masivos, y comenzaron a presionar a los legisladores de la nación para hacer algo respecto del control de armas, sabiendo que sería una batalla con pocos beneficios inmediatos.

Como muchas de esas familias, llevaron la imagen de Damian a las vigilias y contaron su historia en las conferencias de prensa y en los pasillos del Congreso. También escribieron artículos de opinión en diarios. Todos comprenden a los propietarios de armas. En su familia extendida hay miembros de las fuerzas armadas, militares y cazadores. Pero todos coinciden en que algún tipo de restricción en las armas es la única solución.

Las tres enfatizan que no apoyan la prohibición de ingreso de las personas musulmanas, ni las iniciativas para culpar a la religión por el ataque. El trabajo les da algo en qué enfocarse. “Cuando todo está tranquilo, por la noche; cuando te sientas un minuto, allí es cuando las cosas son más difíciles”, manifiesta Tina. “Intentar abogar y lograr cambios es más sencillo para mí”.

También encuentran consuelo en trabajar en conjunto, porque quienes no han pasado por algo similar tienen dificultades para entender completamente la situación. “La gente quiere hacer algo para ayudarte, pero no hay nada que puedan hacer”, relata Trenna. “Cuando vas a los consejeros, no saben cómo manejar la situación. Terminan llorando y tú intentas ayudarlos a ellos”

El 13 de junio, un día después de que un hombre mató a 49 personas en el club nocturno Pulse, en Orlando, Tina escribió una carta a los representantes del Congreso: “Con cada tiroteo desde el 2 de diciembre me pregunto cuántos incidentes más ocurrirán y cuánta gente más morirá antes de que se hagan cambios?”.

Ese domingo, el Día del Padre, las tres mujeres enviaron una carta a cada senador estadounidense, pidiendo que consideren la posibilidad de tomar medidas sobre las propuestas como verificaciones de antecedentes, la prohibición de comprar armas a las personas en la lista de imposibilitados para volar, prohibición de venta de armas de asalto, seguimiento de municiones y más fondos para la investigación sobre la violencia armada.

“Algunas personas señalan que nada nos devolverá a nuestro padre, y están en lo cierto al respecto”, redactó Tina. “Pero escribo porque no quiero que más estadounidenses sientan la devastación y la angustia que mi familia y yo sentimos”. Las 100 cartas dieron lugar a cuatro respuestas. Ellas sabían que presionar por un tema tan candente como el control de armas no sería sencillo; pero están dispuestas. “Sólo porque no hay una respuesta 100% correcta para esto no significa que no podamos seguir adelante”, le dijo Trenna a los estudiantes de Cal State. “Créanme cuando les digo que lo que tenemos al día de hoy no funciona”.

Traducción: Valeria Agis

Para leer esta historia en inglés haga clic aquí

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