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Para este zapatero no hay otro hogar que su camioneta

Rafael López opera un negocio de reparación de calzado desde una furgoneta (van) y vive en otra.

Rafael López opera un negocio de reparación de calzado desde una furgoneta (van) y vive en otra.

(Bob Chamberlin / Los Angeles Times)
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Los zapatos de mi esposa no parecían tener remedio. Pero Rafael López dijo que él podría darles unas puntadas, sin mayor problema y darles un brillo digno.

López opera un taller de reparación de calzado en una furgoneta Chevy de 23 años de antigüedad, vive en una furgoneta GMC de 20 años atrás y es un hombre de palabra. Los zapatos tienen una nueva vida.

López está viviendo la misma vida sobre la que escribí en marzo, cuando me topé con su negocio en Echo Park. A pesar de que el negocio está bien, me dijo, el precio en el mercado por un pequeño apartamento todavía está fuera de su alcance.

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“Venga aquí”, me dijo el martes por la mañana, llamándome hacia su furgoneta Safari GMC para que echara un vistazo dentro de lo que ha sido su hogar durante los últimos tres años.

En el piso de la camioneta hay un colchón; López fijó en ángulo un pequeño televisor al techo interior de la camioneta y así poder verla mientras esta recostado, bajo las sabanas. Me dirigió una gran sonrisa, orgulloso de mostrarme este pequeño lujo que el mismo creó.

López, un hombre de 71 años, no sabía mucho de las últimas promesas de las autoridades locales para la construcción de más vivienda asequible, ni sabía sobre las posibilidades de que esas promesas sean mantenidas. Vive en una realidad diferente, una en la cual usted asume que nadie vendrá a su rescate.

Él no ha renunciado a toda esperanza. Dijo que supo que puede ser que un muchacho desocupe pronto un apartamento cercano y estarían dispuestos pasarle las llaves a él.

No sabía que tanto se paga de alquiler por el lugar o si era algo que él podría manejar.

“Puedo pagar tal vez $600 o $650 al mes”, dijo.

López es uno entre decenas de miles de residentes del condado de Los Ángeles que o no tienen casa o están hacinados en cuartos de calidad inferior, esto en la meca de una industria inmobiliaria con precios altísimos y una economía de salario mínimo.

Así que cuando el martes el condado aprobó un plan para gastar $ 20 millones en nuevas viviendas el año próximo, seguido de $ 40 millones más al año siguiente, y hasta $ 100 millones para el quinto año, agitó las esperanzas, a pesar de la ausencia de algunos detalles claves, como por ejemplo, de donde vendrá ese dinero.

“No es un sueño”, me dijo el lunes por la noche la supervisora Sheila Kuehl.

El supervisor Don Knabe, quien está preocupado acerca de la capacidad del condado de encontrar el dinero necesario, lanzó un plan más conservador que también será estudiado.

Pero Kuehl cree que el condado puede encontrar el dinero para cubrir al menos los dos primeros años de la iniciativa que ella y el supervisor Mark Ridley-Thomas introdujeron, la cual podría incluir subsidios para contribuir al pago del alquiler de aquellas personas que están a punto de perder su vivienda.

Para para no ser menos, el alcalde de Los Ángeles, Eric Garcetti, ha estado lanzando sus propias grandes cifras alrededor suyo, primero prometiendo gastar $ 100 millones en servicios para los indigentes y luego prometiendo $ 100 millones adicionales para vivienda de apoyo.

Garcetti dijo que su plan de vivienda sería financiado con las cuotas de los desarrolladores. Pero eso nunca es una idea fácil de vender.

Y sin importar de quien sea el plan que prevalezca, la ciudad y el condado se enfrentarán a una serie de preguntas adicionales:

¿Dónde van a poner estas viviendas?

¿Cómo conseguirán sobrepasar la esperada oposición de las comunidades cuando los pobres se estén mudando en la puerta de enseguida, incluyendo en algunos casos, cuando se trate de personas que anteriormente no tenían casa, con problemas de adicción o enfermedad mental?

¿Y de dónde se conseguirá el dinero para los servicios de rehabilitación?

¿Podría sugerir que un poco de coordinación entre los varios proponentes de $ 100 millones — junto con lo que ya proporcionan los proveedores de vivienda y de servicios sin fines de lucro — podría fructificar grandemente hacia una respuesta a este desafío?

Y mientras estamos en ello, vamos a traer al ex senador Darrell Steinberg a la discusión. Él está lanzando un bono para la vivienda por $ 2 billones, financiado, en parte, con el dinero existente de Mental Health Services Act. Si se junta todo este dinero, se gasta inteligentemente, el impacto podría ser enorme.

Como evidencia de la necesidad, vamos a volver a Rafael López. El zapatero escuchó que la Menorah Housing Foundation tiene solicitudes para una lista de espera en sus apartamentos en Menorah Terrace, en West Hollywood. Él entusiasmadamente elaboró su solicitud.

La fundación cuenta con 18 edificios en Los Ángeles, y sus residentes, todos jubilados con bajos ingresos, pagan de $220 a $240 mensuales, en promedio, para las unidades subvencionadas por el gobierno federal. Eso sería formidable para López y quería ponerse en fila para obtener un juego de llaves para un hogar propio.

Menorah proporciona vivienda a 1,221 personas y tiene a 3,115 más en las listas de espera. Menorah Terrace tenía a 23 personas en su lista. La fundación decidió añadir a 200 más, y López fue una de las 638 personas que solicitaron uno de los lugares en la lista adicional de espera.

Pero en la lotería ciega de Menorah, su número no salió. Me entregó la carta de Menorah. “Lamentablemente” decía, “usted no será agregado a la... lista de espera”.

Anne Friedrich, director ejecutivo de Menorah, me dijo que hay lista de espera para cada uno de 18 edificios de apartamentos de la organización sin fines de lucro, y la demanda es particularmente elevada debido a una aguda disminución del dinero federal para nuevas viviendas.

¿La espera promedio una vez en la lista?

Tres a 10 años, dependiendo de varios factores.

¿La espera más larga?

Alrededor de 14 años. Si él lograra estar en la lista y esperara todo ese tiempo, López tendría 85 años.

Pronto habrá otra lotería para otro edificio, aseguró Friedrich.

Hasta entonces, López seguirá trabajando en una furgoneta y durmiendo en la otra, esperando, todavía, llegar a la lista de espera.

Si desea leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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