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Los hermanos Bush tienen una relación compleja, marcada por una feroz rivalidad

George W. Bush con su hermano Jeb Bush, a la derecha, en esta foto de archivo.

George W. Bush con su hermano Jeb Bush, a la derecha, en esta foto de archivo.

( STEFAN ZAKLIN / EFE)
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Las relaciones entre hermanos pueden ser tensas, una maraña de amor, envidia y compasión. Viéndolo así, Jeb y George W. Bush, con siete años de diferencia entre ellos y con experiencias de vida muy disímiles — no se diferencian de cualquier otro grupo de hermanos.

Pero ellos no son como cualquier otro grupo de hermanos: forman parte de una dinastía política y sus dramas los puede ver todo el mundo. Su historia personal está entrelazada con la de su país.

Mientras él se esfuerza por convertirse en el tercer miembro de su familia que gana la Casa Blanca, Jeb Bush carga con las bendiciones, así como con el peso de ese patrimonio y, sobre todo, el legado de su hermano, quien dejó la presidencia a escasos 6 años y medio, metido en una guerra muy poco popular y en una casi colapsada economía estadounidense.

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La combinación de los dos, sin embargo, enmascara una relación más compleja, marcada por la rivalidad, sentimientos lastimados y largos períodos de alejamiento.

Aunque comparten la misma filosofía política — ambos son republicanos y más conservadores de su padre, el presidente George H.W. Bush, ellos nunca han sido personalmente cercanos uno del otro.

En cuanto a estilos, encarnan polos opuestos: George W. Bush, de 68 años, es extrovertido y sociable, se guía por su instinto visceral; Jeb Bush, de 62 años, es introvertido, se basa en los datos y es feliz en su madriguera hurgando los rincones de un libro de alguna sesión informativa.

Ron Kaufman, un viejo amigo de la familia, recuerda ver una vez al par de hermanos en una cena de gala, donde George W. Bush, entonces gobernador de Texas, estaba en su elemento, prodigando palmaditas en las espaldas. Jeb Bush, el nuevo gobernador de Florida, se comportaba cortésmente agradable “pero sus ojos decían que él preferiría estar de regreso en Tallahassee”, Kaufman recordó, “trabajando en el presupuesto del estado”.

Una constante, sin embargo, ha sido la lealtad a la causa familiar y de uno hacia el otro.

Uno de los momentos políticos más difíciles para Jeb Bush fue durante la campaña de 2016 involucra su trémula respuesta cuando alguien le preguntó si él apoyaba la guerra que su hermano había iniciado en Irak. Le tomó varios días a Jeb moldear y remodelar su respuesta antes de declarar secamente que, en retrospectiva, esa invasión nunca debió de haber sucedido.

Unos días más tarde, fue motivo de noticia cuando Bush disintió con las políticas fiscales de su hermano, insinuando que debería de haber sido más rápido en blandir su pluma de veto. “Él podría haber impuesto una disciplina presupuestaria en Washington, D.C.”, dijo Jeb Bush.

Sin embargo, dichos desacuerdos en público, son extremadamente raros.

“Amo a mi mamá y a mi papá”, dijo Bush recientemente a una audiencia en New Hampshire. (A veces, él se previene de las preguntas sobre la familia y la lealtad hablando de ello antes de que se lo pidan.) “Amo a mi hermano, y la gente simplemente va a tener que sobreponerse a esto. Así son las cosas”.

Sin embargo, este sentimiento no siempre fue correspondido.

Cuando ambos eran jóvenes, Jeb era solo alguien a quien George podía torturar, recuerda el primo de los Bush, John Ellis, en el libro de 2004 “Los Bush: Retrato de una dinastía”

Ya como adultos, los dos se apartaron aún más. Un asesor de la campaña presidencial en el 2000 de George W. Bush recuerda como éste levantaba sus ojos al cielo cuando su hermano intervenía durante las conferencias, sugiriendo que si ellos no fueran parientes, probablemente no tendrían nada que ver el uno con el otro.

Desde muy temprana edad, los hermanos forjaron caminos diferentes.

George W. Bush siguió los pasos de su padre, cursó la escuela preparatoria de New England y luego se fue a Yale, donde fue un estudiante un tanto mediocre. Después de graduarse, con entusiasmo disfrutó de la vida de soltero en Houston — “Era un muchacho fogoso”, dijo más tarde haciendo uso de un eufemismo irónico — y pasó más de una década trabajando en el negocio del petróleo, con un éxito muy moderado. Bush se casó, tuvo hijas gemelas y él finalmente dejar de beber, después una fiesta para su cumpleaños número 40, el cual quedo en solo una bruma, excepto por la resaca.

En contraste, John Ellis Bush, con facilidad estudió en Universidad de Texas en 2 ½ años, se casó a los 21 años y se mudó a Florida, en parte por el ostracismo social que enfrentaba su esposa, Columba, oriunda de México. Se convirtió en padre a los 23; la pareja tiene tres hijos y se hizo rico en el floreciente negocio de bienes raíces de Miami. En la década de 1980, se activó en la política republicana estatal, ayudado por el peso del apellido Bush; su padre en ese tiempo era, bajo Ronald Reagan, vicepresidente del país.

El año 1994 fue decisivo para ambos hermanos.

Cuando Jeb Bush decide postularse para gobernador de Florida, George W., por entonces ejecutivo del equipo de béisbol Rangers de Texas, lanzó inesperadamente su candidatura para gobernador de su estado natal. Jeb Bush guardó como un secreto su desagrado, quejándose de que la candidatura de su hermano en Texas había convertido sus campañas gemelas en una “linda historia para la revista People”.

Siempre se había esperado que Jeb, el hijo obediente y sobrio, asumiría el manto político Bush. George W. era bueno para las risas, pero no para mucho más. Fue un choque, entonces, tanto dentro y fuera de la familia, cuando Jeb perdió su carrera a la gubernatura en Florida y George W. ganó la suya. Este último mantuvo un ansioso monitoreo de la contienda a la gubernatura de su hermano, revisando la encuesta privada de Florida cada mañana para ver donde estaba parada su carrera en comparación con la de su hermano.

En la noche de las elecciones, George W. se sorprendió mucho de que sus padres parecían más tristes por la pérdida de Jeb que felices por su victoria. “¿Por qué te sientes mal por Jeb?”, preguntó a su padre durante una llamada telefónica que se ha convertido en leyenda dentro de la política. “¿Por qué no te sientes bien por mí?”

Sin embargo, cuatro años más tarde, Bush se unió para ayudar a su desmoralizado hermano a ganar un segundo intento para la gubernatura de Florida, aprovechando su base de recaudación de fondos en Texas y dándole así la lección a su supuestamente más astuto hermano.

“Es una gran lección de humildad... que George W. ha demostrado para su gran beneficio popular”, dijo Jeb Bush al Dallas Morning News antes de ganar su carrera de 1998. “La habilidad de compartir el crédito, de incluir a todo el mundo, de hacer el propósito de hablar con las personas que no lo apoyan. Eso es una lección útil en el gobierno, pero también se aplica a las campañas”.

La evolución de la relación de los hermanos, de condescendencia a respeto a regañadientes, recuerda la de otro famoso par de hermanos de descendencia dinástica, Kennedy y su hermano Robert. El mayor pasó gran parte de su vida, haciendo a un lado a su hermano — le nombró procurador general en gran medida para apaciguar a su padre, hasta que forjó un fuerte vínculo con él en el crisol de la crisis de los misiles cubanos.

La tribulación que llevó más cerca los hermanos Bush fue el recuento de Florida 2000, en la que Jeb jugó un papel importante tras bambalinas ayudando a entregar los votos electorales que pusieron a George W. Bush en la Casa Blanca. Entre los primeros pasos de Jeb era asegurar que su hermano atrapara el mejor talento legal en el estado, obstaculizando al demócrata Al Gore en su carrera hacia el Palacio de justicia.

Cuando George W. Bush era presidente, Jeb sofocó mayormente sus diferencias, aunque él habló y se dejó escuchar en contra del plan para expandir la perforación petrolera frente a las costas de Florida, la cual abruptamente se recortó — y retó algunos aspectos de la iniciativa de educación No Child Left Behind del Presidente.

Un raro visitante social a la casa blanca, Jeb, sin embargo, se benefició durante su campaña de reelección de 2002 con un flujo constante de dólares federales hacia Florida y un desfile de luminarias de la administración Bush.

Dos años más tarde, George W. buscaba un segundo término y estando Florida una vez más en juego, Jeb mantuvo un bajo perfil en lugar de lastimar a su hermano y arriesgarlo a ser asociado con sus problemas políticos. El Presidente se llevó Florida fácilmente.

Sus interacciones reflejan un patrón: lo que las hostilidades o resentimientos hayan acumulado, los dos han estado allí, el uno para el otro, en sus tiempos de necesidad política, públicamente cuando les acomoda, pero más frecuentemente de manera menos obvia.

Es un arreglo, dicen los conocedores de la dinámica de la familia Bush, que muy probablemente persistirá.

“Poniendo de lado la rivalidad entre hermanos, la sangre es más espesa que el agua”, apuntó David Beckwith, quien trabajó con la administración de George H.W. Bush, donde conoció a los dos hermanos. “W. hará lo que pueda hacer para ayudar. Incluyendo ser invisible, si es necesario”.

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