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La importancia de retirar las armas nucleares de Turquía

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El 14 de febrero de 1979, menos de un mes después de que el sha de Irán se exiliara, la Embajada de los EE.UU. en Teherán fue invadida por militantes iraníes. En cuestión de horas, el tema volvió a manos de los EE.UU. Ante la noticia de que los diplomáticos estaban varados en una posición vulnerable, en medio de una oleada antiestadounidense, el gobierno de Carter consideró -pero luego desistió- el cierre de la embajada.

En octubre, el presidente Carter permitió que el sha -despreciado por los iraníes y por el régimen que lo había reemplazado- ingresara a este país. Días después, los iraníes treparon las puertas de la embajada nuevamente, tomaron a los estadounidenses como rehenes y exigieron el regreso del sha, lo cual marcó el comienzo de una crisis de 444 días.

No hay segundas oportunidades en la historia, pero sí hay lecciones. La crisis de los rehenes de 1979 debería habernos enseñado la importancia de responder las amenazas obvias de manera proactiva, y de retirar los objetivos vulnerables con prontitud; una lección que debería aplicarse hoy si los EE.UU. tienen armas nucleares en Turquía.

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Después de que una facción del ejército turco intentara derrocar al gobierno, el mes pasado, uno de los muchos detenidos por su presunta participación en el intento de golpe fue un oficial al mando de la Base Aérea de Incirlik. Dicha base -según numerosos informes de los medios- es una importante instalación de la OTAN, que alberga una de las más grandes reservas de armas nucleares de Europa.

¿Y si el comandante de la base turca de Incirlik hubiera ordenado a sus tropas levantar sus armas contra los soldados estadounidenses que protegen los depósitos de armas nucleares allí? ¿Qué hubiera ocurrido si los manifestantes turcos antiestadounidenses, pensando que los EE.UU. estaban detrás del golpe y de su líder (algo similar a lo creído por los iraníes hace 37 años), hubieran decidido tomar la base?

Dejando a un lado el intento de golpe, ¿qué pasaría si Estado Islámico decidiera atacar Incirlik? En marzo último, el Pentágono ordenó a las familias militares retirarse del sur de Turquía, principalmente de Incirlik, debido a preocupaciones de seguridad relacionadas con el terrorismo.

Si bien se ha evitado un desastre hasta el momento, hay amplia evidencia de que la seguridad de las armas nucleares de los EE.UU. almacenadas en Turquía puede cambiar de la noche a la mañana. Ahora, plenamente consciente de los peligros, el gobierno de Obama debería quitar cualquier arma nuclear de ese país, y el próximo presidente debería hacer lo mismo en toda Europa.

Por supuesto, tal como un analista estadounidense ha señalado, las armas nucleares del país almacenadas en Turquía “serán defendidas por tropas de los EE.UU., ferozmente bien entrenadas y equipadas. Mantener el control de las armas sería la máxima prioridad ante alguna amenaza, y todo el poder militar del país se abocaría a esa tarea”. Bien, si ese es el caso, el presidente Obama podría preguntar: ¿Por qué yo, o cualquier otro presidente, correríamos ese riesgo?

Estamos ante un largo tramo de incertidumbre política en Turquía, exacerbada por el creciente sentimiento estadounidense. Cualquier arma nuclear almacenada allí es más propensa a complicar que a mejorar las políticas nacionales en juego. Los EE.UU. pueden (y deben) seguir siendo un fuerte aliado y amigo de Turquía, y Turquía puede (y debe) permanecer en la OTAN. Compartir intereses, no armas nucleares, es lo que mantendrá a ambas naciones juntas.

La disuasión nuclear no requiere que los EE.UU. almacenen bombas en Turquía o en otros sitios de Europa. El país posee armas ‘estratégicas’ de largo alcance para protegerse de fuerzas hostiles y garantizar la seguridad de todos los aliados de la OTAN. Desde el final de la Guerra Fría, la mayoría de los líderes militares creen que esas armas ‘tácticas’, de corto alcance, con sede en el Viejo Continente no tienen prácticamente ninguna utilidad, por la sencilla razón de que es posible que ningún presidente de los EE.UU. las utilice.

Algunos pueden argumentar que no hay que eliminar las armas de Turquía porque no es bueno dar señales de la falta de confianza en ese país. También sugieren que se necesita de las armas tácticas en Europa para reforzar la seguridad de los miembros de OTAN preocupados por Rusia.

Habría que sopesar esos argumentos contra el hecho de que almacenar armas nucleares tácticas en Turquía y otras naciones de OTAN implica un riesgo mayor de vulnerabilidad ante una letal amenaza terrorista, o de malestar interno. De ocurrir un incidente en un sitio de almacenamiento nuclear -por el cual los EE.UU. serían responsables y sufrirían consecuencias a largo plazo con sus aliados- sería difícil explicar que los objetivos vulnerables fueron dejados allí debido a una necesidad de tranquilizar a los aliados.

Tal como ocurrió en 1979, las campanas de alarma ya están sonando.

Steve Andreasen fue director de políticas de defensa y control de armas del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca entre 1993 y 2001. Es consultor de la Iniciativa de Amenaza Nuclear en Washington D.C., y enseña en la Escuela Humphrey de Asuntos Públicos de la Universidad de Minnesota.

Traducción: Valeria Agis

Si desea leer este artículo en inglés, haga clic aquí

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