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Mesero pide “prueba de residencia” a una clienta y genera indignación en las redes sociales

Diana Carrillo was accustomed to waving off the disdain that invaded her life as a Mexican American, she said. But after a waiter at an upscale Huntington Beach restaurant asked her dining party for “proof of residency,” the 24-year-old Irvine resid

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La mirada cautelosa de un vendedor; un comentario sarcástico efectuado por un transeúnte; una observación acerca del inglés irregular de su madre. Diana Carrillo estaba acostumbrada a desoír el desprecio que invadía su vida como mexicoamericana. Pero luego de que un camarero en un exclusivo restaurante de Huntington Beach le pidiera a ella y sus amigas una “prueba de residencia”, la joven residente de Irvine, de 24 años de edad, decidió hablar públicamente al respecto.

Su publicación en Facebook y la consiguiente cobertura mediática de su experiencia tocaron una fibra íntima en el país; miles de personas vituperaron al restaurante con comentarios en línea e inundaron su página de Yelp con críticas mordaces: “¡Venga aquí si quiere ser discriminado!”, “Asegúrese de traer su pasaporte/certificado de nacimiento”.

Carrillo, quien trabaja para una compañía de corretaje hipotecario, señaló que quiso compartir su historia para responsabilizar al lugar de comidas.

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Tales afrentas son familiares para las personas de color; están entretejidas en sus vidas cotidianas. Pero estos episodios han adquirido una nueva resonancia en un clima político cada vez más dividido.

Los últimos meses estuvieron signados por amenazas a centros comunitarios judíos y templos en todo el país, así como por cartas de odio dirigidas a mezquitas y entidades musulmanas. La policía de California creó nuevos programas para lidiar con los crímenes y el discurso de odio. Aunque no está claro si ha habido un aumento de esos delitos, los funcionarios aseguraron que tales incidentes están recibiendo más atención y que los residentes exigen la intervención de la policía.

Para algunos, la elección del presidente Trump ha envalentonado estos comportamientos, o al menos generó que las personas se sientan más vulnerables. Pero a la vez, el clima político tenso ha logrado que más gente se sienta víctima y hable, tal como Carrillo.

En enero pasado, Asian Americans Advancing Justice lanzó una iniciativa nacional para rastrear crímenes de odio contra los asiáticos. En sólo dos meses han recibido 80 reportes, detalló John C .Yang, vicepresidente de la oficina de la entidad en Washington, D.C. Las denuncias provinieron de todas partes del país.

En Nueva York, un hombre asiático nacido en Manhattan reportó que fue empujado e insultado con un epíteto racial sin ningún tipo de provocación por su parte. Un hombre que abordaba un avión en Chicago le preguntó a una pareja pakistaní si llevaban una bomba en su bolso. El garaje y la camioneta de una familia de la etnia hmong fueron vandalizados con insultos raciales.

Una tarde reciente, la contadora jubilada Lalitha Pillalamarri regresaba a su casa de Bel Air, en Maryland, después de su caminata vespertina, cuando una vecina blanca y de edad avanzada la llamó. “Me preguntó: ‘¿Eres musulmana?’”, relató Pillalamarri. La mujer entonces le advirtió que los musulmanes son terroristas.

Pillalamarri, quien es indígena americana, ha realizado esa misma caminata por años. Nunca antes un vecino se había acercado a preguntarle algo semejante. “La gente ahora se siente con el suficiente valor como para expresar sus prejuicios”, afirmó.

Por su parte, Carrillo enfrentó hechos hostiles desde mucho antes de la elección, pero nada como lo que ocurrió en el restaurante de Huntington Beach. Las razones del camarero se desconocen hasta hoy. Su identidad no ha sido revelada y no fue posible localizarlo para este artículo. Carrillo se quejó acerca de lo ocurrido con el gerente de Saint Marc, una cafetería costosa cerca del océano, donde los clientes pueden pedir tocino frotado con café en una barra especializada. La gerencia respondió despidiendo al camarero.

“Las opiniones de nuestro exempleado no están en consonancia con las de Saint Marc, ni permitiremos que ningún empleado, actual o futuro, trate a los comensales de esta manera en nuestro establecimiento”, expresó el restaurante en un comunicado. También anunció en su página de Facebook que el 10% de los ingresos del pasado fin de semana fueron donados a un grupo de apoyo para jóvenes inmigrantes del condado de Orange, a nombre de Carrillo.

En tanto, Carrillo ha revivido en su mente el episodio del 11 de marzo, en busca de detalles. “¿He interpretado algo mal?”, se pregunta. “No, no hay lugar para interpretaciones erróneas”.

Según la joven, el gerente le explicó que el camarero había hecho el comentario a modo de broma, pero ella no lo cree. De hecho, el camarero se acercó a la mesa sin sonreír. “No se presentó ni nos dio la bienvenida al lugar. Sólo nos pidió prueba de residencia, miró nuestras identificaciones y se alejó”, aseveró Carrillo.

También leyó comentarios en redes sociales que desafiaban su relato y sugerían que el camarero podría haber preguntado si eran residentes de Huntington Beach para concederles un descuento. “En lo más mínimo”, afirmó Carrillo. “Eso no fue lo que ocurrió”.

Kent Bearden, director sénior de operaciones de Saint Marc, detalló que el restaurante no tiene una política de descuentos para residentes, pero sí ofrece ofertas a los huéspedes de un hotel cercano. Además, aclaró que investigó personalmente el hecho y que todo comenzó cuando las mujeres pidieron bebidas alcohólicas. El camarero, dijo, pidió entonces la prueba de residencia. Mientras las jóvenes mostraban sus identificaciones, el camarero añadió: “Sólo necesito asegurarme de que vivan aquí”.

Bearden habló con el camarero acerca del hecho, pero no quedó satisfecho con su historia, y agregó que su comportamiento iba en contra del manual de empleados. “No puedo confirmar nada más con certeza porque no presencié el momento”, manifestó sobre el incidente.

Carrillo afirmó que, usualmente, había vivido hechos de racismo más sutiles. “Llegas a un sitio y la gente te mira juzgando tu apariencia, el color de tu piel”, narró. “Tú puedes sentirlo”.

Algunas veces, las personas hacen comentarios cuando ella y su familia hablan en español en público. “Los indocumentados deben dejar de cruzar la frontera”, afirmó alguien cerca de su familia hace algunos años.

La joven siempre intentó que esas cosas no le molestaran; a menudo ignoró las miradas y otros gestos. Sabe que, pese a todo, ella sufre menos que otros de sus amigos, quienes tienen la piel más oscura. A su madre, por ejemplo, muchas personas le han cuestionado su estatus inmigratorio.

Guillermina Carrillo, de 52 años, llegó a los EE.UU. desde México hace más de tres décadas, y es ciudadana de este país hace dos, donde tuvo dos empleos simultáneos para criar en soledad a sus hijas.

Años atrás, ella llevaba a su familia a las ferias y recorría las mesas para conseguir libros de inglés. Leía detenidamente y recitaba frases: “¿Lo he dicho bien?”, preguntaba.

Ahora, la mujer es guardia de seguridad en el Segerstrom Center for the Arts, donde ha trabajado por más de 20 años. También tiene un segundo empleo, donde plancha prendas para un fabricante de prendas femeninas de una marca exclusiva. En total, trabaja más de 12 horas diarias, seis días por semana.

Hace apenas unos meses, una de sus compañeras de trabajo la increpó: “Has estado aquí por más de 30 años y tu inglés todavía es defectuoso”, le dijo.

“Mi madre ha criado cuatro hijas totalmente sola”, la defendió Diana. “Ella fue a la escuela y aprendió inglés, asimiló y contribuyó con esta sociedad. Pero todavía hay gente que le dice que no es de aquí”.

Los clientes de Pacific City, donde se encuentra Saint Marc, compartieron sentimientos encontrados acerca del incidente. Nancy Tolbert, de Westminster, una visitante habitual del complejo, afirmó que tiene curiosidad de probar la atención en el restaurante. Como latina, comprende que no coincide con “en el estereotipo de la mujer rubia y playera de esta zona, pero realmente, me gusta este entorno. Uno no necesita seguir las normas sociales; estamos en California, después de todo. Se puede hablar libremente, más allá de tu cultura, es un sitio de aceptación”.

Traducción: Valeria Agis

Para leer esta historia en inglés haga clic aquí

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