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L.A. apuesta por viviendas permanentes, un cambio que podría empeorar la situación de miles de desamparados

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Mientras Los Ángeles se enfrenta al mayor problema de falta de vivienda de todo el país, los expertos han adoptado -casi de forma universal- el alojamiento permanente como el mejor enfoque posible para ayudar a los desamparados.

La estrategia comprende realbergar rápidamente a aquellos que pueden vivir de manera independiente, y proporcionar una vivienda con servicios intensivos para las personas que han permanecido crónicamente sin hogar, por el tiempo que les resulte necesario hasta que puedan volver a vivir de manera independiente -si es necesario, de por vida-.

Pero el cambio de enfoque hacia la vivienda permanente ha tenido un costo: como dejaron de financiarse aquellos programas que combinan servicios con alojamiento temporario, el problema de falta de vivienda en la región ha empeorado.

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La población sin hogar del condado había permanecido, en términos generales, sin cambios entre 2015 y 2016. Sin embargo, la “población desprotegida” -aquellos que viven, literalmente, en la calle- sumó 1,400 nuevos casos, según el conteo anual de la Autoridad de Servicios para los Desamparados de Los Ángeles.

La agencia atribuyó este incremento -al menos en parte- a la pérdida de camas en programas que se reconvirtieron en centros de vivienda permanente o que dejaron de percibir financiamiento. Un buen ejemplo del cambio de política y su impacto es el Panama Hotel, que durante décadas ofreció refugio a hombres y mujeres que intentaban salir del skid row angelino.

Los inquilinos podían permanecer en uno de los 22o cuartos del hotel por un máximo de 90 días, mientras que rearmaban su vida con apoyo de los terapeutas y los administradores de casos de SRO Housing Corp., la organización no lucrativa que dirige el alojamiento.

Pero ahora, el Panama Hotel, ubicado sobre 4th Street, está vacío. Ha sido desalojado para proceder con su remodelación, y reabrirá sus puertas el año próximo como un centro de viviendas de apoyo permanente, con sólo 72 unidades. Para la refacción, más de 200 personas debieron mudarse de allí.

“Intentamos hacer una transición con la mayoría de ellos, y subcontratar a otras agencias”, afirmó Anita Nelson, presidente ejecutiva. “Desafortunadamente, algunas personas volvieron a las calles”.

Durante años, un creciente número de organizaciones de servicios para personas sin hogar fueron respaldo de alojamiento “transitorio” -programas de servicio de hasta dos años, diseñados para preparar a la gente en pos de una vivienda permanente-. La razón es que algunas personas, especialmente aquellos que pierden su vivienda a causa de una crisis económica, necesitan acceso a vivienda únicamente, no un largo período de apoyo. Por otro lado, una alta proporción de los desamparados crónicos están tan severamente deteriorados que los programas a corto plazo sólo los conducen hacia un ciclo de recaída.

El Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano (HUD) de los EE.UU. ha adoptado esa filosofía y transfiere fondos a viviendas de tipo permanente como una ayuda rápida para aquellos que están listos, y como apoyo por tiempo indefinido para quienes lo necesitan.

A su vez, la Autoridad de Servicios para los Desamparados, que compite por dinero del HUD para destinar a sus agencias locales, requiere programas de larga duración para abandonar sus planes de albergue de transición.

El año pasado, dicha agencia cortó el financiamiento de cerca de 2,000 camas de viviendas de transición, operadas por 58 entidades. Este año, se esperan nuevos recortes.

En un email, un vocero señaló que la entidad apoya la política federal y que cree que la reasignación de fondos servirá para atender a más personas y distribuir mejor los recursos.

Brian Sullivan, portavoz de HUD, afirmó que la agencia federal llevó a cabo investigaciones y comprobó que los servicios de valor añadido con una vivienda de transición no son rentables. “Si bien un alojamiento de transición puede ser una herramienta importante en el manejo de la falta de vivienda, alentamos a las comunidades a que ofrezcan soluciones de tipo permanente a un número aún mayor de personas y familias que no tienen casa”, expresó.

El cambio fue bienvenido por organizaciones como PATH, una agencia estatal que proporciona vivienda, atención y servicios de apoyo en varios lugares de L.A. “Nuestra organización se enfoca en tener resultados de vivienda permanente”, aclaró el director de comunicaciones, Jeremy Sidell. “Siempre hemos creído que la única manera de poner fin a la falta de hogar es darle una casa a la gente”.

El problema para los miles de personas sin hogar que necesitan tanto vivienda como servicios especiales es que los complejos de alojamiento permanente que reemplazarán las tradicionales camas no existen hoy en día, y no estarán en funcionamiento por varios años. Según Carlos Vannatter, de la Autoridad de Vivienda de L.A., un puñado de empresas de desarrollo sin fines de lucro construyen actualmente cerca de 300 unidades para vivienda permanente en la ciudad cada año. Esas unidades se llenan tan pronto se inauguran.

Ese ritmo podría triplicarse si los votantes aprueban un bono de $1.2 mil millones en noviembre. Pero los primeros departamentos financiados con ese dinero, si es que se aprueba, podrían estar listos recién en años.

Mientras tanto, las agencias sufren la pérdida inmediata, especialmente las más pequeñas, como el Consejo de California para Asuntos de Veteranos, que ofrece alojamiento gratuito a veteranas sin hogar. “Tuve que recortar personal”, afirmó la directora de la organización, Margaret Bush-Ware. “Debí recortar camas”. Sus dos trabajadoras sociales, una de ellas con licencia para distribuir medicamentos, se han ido. Desde enero, la agencia dejó de tomar nuevos casos, aseguró Bush-Ware. Ahora posee siete camas vacías -de un total de 14- en su edificio de departamentos de Florence Avenue.

Los defensores de las viviendas permanentes citan que la investigación -como la realizada por Dennis P. Culhane, de la Universidad de Pensilvania- que concluye que el alojamiento temporal con apoyo clínico no es la mejor opción para casos de emergencia y tampoco es adecuada para la población crónicamente desamparada.

Sin embargo, no todos los proveedores están de acuerdo con el nuevo modelo. “Siempre me molesta que no financien las viviendas de transición porque no creen en ella”, afirmó Kevin Murray, presidente y director ejecutivo del Weingart Center, en skid row. En los últimos cinco años la agencia ha perdido 300 unidades de transición a consecuencia de la falta de fondos. “Creemos en el modelo de transición”, aseguró. “Creemos que hay todo un sector de personas que pueden recibir preparación para volver a ser autosuficientes”.

Nelson, jefe de SRO Housing, aseguró que el modelo de su agencia ha sido siempre tener tantas viviendas como sea posible, incluyendo alojamiento de emergencia, transitorio y permanente. “Intentamos tener nuestras puertas abiertas porque vemos la enorme necesidad que hay”, dijo Nelson. “Terminamos perdiendo cientos de miles de dólares por hacer eso”.

Las agencias que pierden sus fondos tienen otras opciones. Pero, según ellos, la transición no es sencilla. Luego de la reducción del financiamiento, este año, a House of Ruth, en Boyle Heights, le ofrecieron la posibilidad de competir por nuevos fondos, en septiembre. La noticia del corte de la subvención se produjo en abril y tomó efecto de inmediato, detalló la hermana Jennifer Gaeta, directora ejecutiva. “Casi me vuelvo loca”, afirmó. “Esto hará que cerremos nuestras puertas”.

House of Ruth posee cuatro casas, con un total de 16 dormitorios, y aloja a 80 madres solteras y sus niños. Tan pronto como Gaeta supo la noticia, dejó de aceptar nuevos casos. Ahora, cuatro de sus habitaciones están vacías. Incluso si ella logra sobrevivir hasta septiembre y obtener el nuevo financiamiento, deberá despedir al menos a seis de sus 17 empleados, precisó. Además, el dinero tendrá sus condiciones: dos de las casas deberán convertirse en viviendas permanentes, recortando el número total de camas de la agencia a la mitad. Las otras dos propiedades se usarán para alojamiento de crisis -llamado a veces ‘alojamiento puente’ o rápido-, con un plazo máximo de 90 días, lo cual puede funcionar bien para algunos, pero es demasiado corto para las víctimas de abuso doméstico. “Toma un largo tiempo recuperarse”, aseguró Gaeta.

La religiosa tampoco está contenta con tener que atender a más desamparados crónicos y menos familias en crisis. “Hay muchas madres jóvenes que se esconden en autos y son olvidadas”, expresó. “Si ponemos todo el financiamiento en las personas crónicamente sin hogar, todo lo que hacemos es crear una nueva generación de desamparados”.

doug.smith@latimes.com

Traducción: Valeria Agis

Si desea leer la nota en inglés, haga clic aquí.

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