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“El examen pélvico que me practicó no tuvo nada de normal”, narra una paciente del ginecólogo de la USC, George Tyndall

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¿Cuántos exámenes pélvicos se realiza una mujer en su vida? ¿Por qué debería destacar uno en particular?

Incluso en ese momento no me pareció bien, cuando era una estudiante de teatro, de 25 años, en la USC. Hoy, 16 años después, soy una enfermera de salud femenina que ha realizado miles de exámenes pélvicos. Soy una persona que conoce en gran detalle lo que es -y aquello que no es- una parte típica de un examen. Y sé que lo que me ocurrió a mí no fue normal.

Cuando alguien compartió conmigo un artículo sobre la investigación de un médico de la USC, el Dr. George Tyndall inmediatamente me vino a la mente. Mientras leía los detalles en la noticia, se me heló la sangre.

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Llegué al centro de salud estudiantil de USC para efectuarme un examen anual. Tyndall revisó mi historial médico y luego me indicó que me desnudara detrás de una cortina que separaba su espacio del lugar donde realizaría el examen. Recuerdo que pensé para mis adentros: “¿No es extraño que este hombre de mediana edad esté sentado al otro lado de esta delgada tela mientras las mujeres jóvenes nos desvestimos?” Pero aparté esos pensamientos de mi mente y me senté sobre el papel arrugado que cubría la mesa de examen.

Lo primero que recuerdo sobre el examen es que, antes de insertar el espéculo, él colocó sus dedos en mi vagina e hizo algo que causó un dolor diferente. “¡Ay!”, dije. Parecía haber sorpresa en su voz cuando preguntó: “¿Eso dolió?”. Yo respondí que sí. Repitió el movimiento y volvió a preguntar: “¿Esto duele?”. Nuevamente, respondí que sí.

Luego dijo: “Creí que me habías dicho que no eras virgen”. Yo respondí que no lo era. “Bueno”, continuó, “tu himen sigue intacto”.

Estaba confundida por esta declaración. Solo había tenido una pareja sexual, pero habíamos tenido sexo en múltiples ocasiones. La primera vez había dolido, había habido un sangrado y una sensación punzante al orinar, después. Seguramente esa había sido la ruptura de mi himen. No recuerdo exactamente las palabras que usó, pero el mensaje de Tyndall fue: “No sé qué decirte, tu himen está intacto”. Como él era un médico que tenía un acceso a mi anatomía genital -y un conocimiento- con el que yo no contaba, le creí y guardé esa información en mi mente.

Cuando recuerdo ese examen en la actualidad, con mi entrenamiento en el tema, experimento una triste sensación. Sé mucho más sobre la anatomía genital femenina ahora. Y como los cuerpos tienen la capacidad de recordar el dolor, incluso años después de que ocurre, también sé dónde sentí dolor ese día. No estaba cerca de la ubicación de mi himen, era más profundo que eso, en la pared vaginal anterior, un área comúnmente conocida como el punto G. La palpación del punto G en una mujer completamente asintomática no es parte de un examen pélvico normal, ni siquiera de un examen pélvico normal muy completo.

Existen razones legítimas por las que un proveedor de servicios de salud podría colocar los dedos en la vagina de una mujer durante un examen pélvico: evaluar un historial de dolor en un área específica o un bulto, o evaluar un caso de vaginismo. Pero eso estaría indicado solo para mujeres que presenten síntomas. Algunos proveedores rutinariamente realizan un examen manual para revisar el útero y los ovarios, y algunos evalúan rutinariamente los músculos del piso pélvico, pero quiero aclarar que Tyndall no estaba haciendo ninguna de estas cosas en el momento que describo aquí.

¿Inventó la historia sobre mi himen para cubrir el dolor que infligió? ¿Se emocionó un poco al hablarle a una mujer joven sobre la virginidad mientras hacía esto? Nunca lo sabré y, sinceramente, no me importa. Tyndall le dijo a Los Angeles Times que no hizo nada incorrecto. USC calificó sus acciones como “exámenes físicos [que] no cumplían con los estándares de práctica actuales”. Lo que sé es que me tocó de manera inapropiada y me dio información inexacta sobre mi cuerpo.

Escribo esto como una víctima, sí, pero también como una proveedora de servicios de salud para mujeres que pasa sus días asegurándose de que las pacientes tengan una experiencia segura, cómoda y respetuosa durante un examen pélvico. Quiero que las otras mujeres violadas por Tyndall en la USC sepan que no estaban confundidas. El ginecólogo utilizó su puesto y su conocimiento de lo que podría considerarse normal en un examen para abusar de las mujeres. Lo que sucedió en mi caso -y especulo que ocurrió en tantos otros casos como el mío- no fue normal ni aceptable.

Los Angeles Times citó a Tyndall diciendo: “Cuando esté en mi lecho de muerte... quiero pensar que hay miles y miles de Mujeres Troyanas en cuya salud marqué la diferencia”. Sería mejor que pasara su tiempo buscando el perdón de aquellas cuya confianza traicionó. Le hizo un gran daño a su profesión y a todos los proveedores de atención médica de las mujeres, que consideran sagrada la confianza depositada en ellos por las pacientes.

Cate Guggino es enfermera profesional de salud femenina en Ithaca, N.Y.

Para leer este artículo en inglés, haga clic aquí.

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