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La carrera para llegar a Marte inicia en South El Monte

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El camino de la humanidad hacia Marte pasa por un pequeño taller de máquinas en South El Monte.

Es allí, en las modestas instalaciones de AMRO Fabricating Corp., donde la NASA obtiene las paredes para construir su poderoso nuevo cohete, llamado Sistema de Lanzamiento Espacial, que está diseñado para que dentro de unos años deje la órbita baja de la Tierra para explorar el espacio profundo y enviar personas a un asteroide y, en última instancia, al planeta rojo.

El negocio familiar -de tres generaciones- de fabricación de metal, está haciendo los enormes páneles de aluminio que constituirán la mayor parte del cuerpo del cohete, así como las principales piezas de la cápsula en la que los astronautas de la tripulación del Orion viajarán.

“Estamos construyendo la historia”, dijo Aquilina Hutton, presidenta de la empresa. Es solo que la mayoría de la gente no lo sabe, dice.

Una ciudad de clase obrera de poco más de 20,000 personas, South El Monte a veces es confundida con su mucho más grande vecino, El Monte, con una población de casi 116,000, que se llama a sí misma “El Final del Corredor de Santa Fe”, pero no se puede llamar el principio de un viaje interplanetario.

El espacio aéreo alguna vez fue un punto brillante de la economía del sur de California. El programa de la NASA de transbordadores espaciales mantuvo la industria en la región, proporcionando empleos para todos, desde los ingenieros formados en prestigiosas universidades hasta maquinistas, y daba trabajo a muchos negocios familiares como AMRO, que proveía las partes.

Pero en los últimos años, gigantes aeroespaciales como Boeing y Lockheed Martin han aniquilado miles de empleos y han cerrado instalaciones a través de la región. Y el programa de transbordadores espaciales que generó tanto trabajo, ya no existe.

AMRO, que solía construir las piezas de los enormes tanques externos de los transbordadores, eliminó empleos después de que el programa terminó. Pero ahora, trabajando un subcontrato de Boeing, a la pequeña empresa le sobra el trabajo con el Sistema de Lanzamiento Espacial.

“Nuestro país no sabe que estamos construyendo un nuevo cohete”, dijo Steven Riley, vicepresidente de AMRO y hermano de Hutton. “Ellos pensaron que una vez que el transbordador estuviera acabado, nosotros también [lo estaríamos]”.

La primera y más pequeña versión del Sistema de Lanzamiento Espacial medirá 322 pies de alto y producirá 8.8 millones de libras de empuje en el despegue -el equivalente a más de 160,000 motores Corvette, según la NASA-. Su primera prueba de vuelo está programada para el 2018. La NASA pretende enviar gente a Marte en los años 2030.

El trabajo en el megacohete se extiende por todo el país. Solo en California, más de 700 proveedores y subcontratistas trabajan en el Orion y el Sistema de Lanzamiento Espacial, dijo Kimberly Henry, portavoz de NASA.

En AMRO, maquinistas están haciendo los páneles de aluminio que forman las paredes de la etapa principal del cohete —el cuerpo principal que lleva el combustible y sostiene los dos propulsores del cohete—. Después del despegue, la etapa principal se separa y se quema en la atmósfera.

Cuando estén terminados, los páneles serán enviados a las Instalaciones de Ensamblaje Michoud de la NASA en Nueva Orleans, donde el cohete será armado.

Para Michael Riley, el fundador de la empresa, la historia de AMRO es la historia de su vida. Él se enamoró de una mujer, y ambos abrieron una tienda, y sus niños y nietos ayudaron a convertirla en una de las favoritas de la NASA.

“Este es el sueño americano”, dijo él. “Dos chicos se casaron a los 19 años y comenzaron un negocio, y ahora vamos a ir a Marte”.

Como adolescente a principios de los años 1950, Riley trabajó como ayudante en una gasolinera frecuentada por una contadora que se llamaba Thora. Muy pronto comenzaron a salir.

Él era un católico cuya madre quiso que se hiciera sacerdote. Ella era una mormona que había crecido en la iglesia.

“Ambas parejas de padres sabían que estaban condenadon al fracaso desde el principio”, dijo Riley, sosteniendo la mano de su esposa. “Pero nosotros sabíamos que no era asi”.

Entonces ellos se escaparon a Reno para casarse. Sus familias se enteraron del matrimonio cuando, sin que Michael y Thora lo supieran, fue publicado en el Sacramento Bee. Criaron a sus hijos de la forma que uno de ellos llama “Cat-Mor”, yendo una semana a la iglesia católica y la siguiente a la mormona.

A mediados de los años 1950, Michael comenzó a trabajar en una planta de Aerojet en Rancho Cordova, mezclando un grueso y sólido propulsor de cohete para un misil del Navy lanzado por el submarino Polaris.

“En ese punto, no había ningún concepto espacial”, dijo Riley. “Estábamos en la Guerra Fría. El objetivo primario era Rusia”.

Los Riley se mudaron al sur de California en los años 1960. Michael tomó un trabajo en ingeniería, construyendo partes para submarinos, y eventualmente manejó una división de fabricante de metal.

Ya con sus hijos en la universidad, Michael y Thora decidieron abrir su propio taller de fabricación de metal. Ellos pensaron que el nombre del negocio debería comenzar con la letra “A”, para que apareciera al principio del directorio telefónico. Ellos se decidieron por AMRO —A Michael Riley Operation (una Operación de Michael Riley)—.

En 1977, AMRO abrió un taller de 8,000 pies cuadrados en South El Monte con seis empleados. Uno de sus trabajos más grandes era hacer los marcos metálicos que sostenían los filtros de HEPA.

Bajo el liderazgo de su hija e hijo, Hutton y Steven Riley, AMRO durante años hizo los paneles con los que se construían los súper ligeros tanques externos de los transbordadores espaciales.

Cuando el programa de transbordadores se terminó, les dijeron que destruyeran todos los paneles restantes, y las principales partes de su taller quedaron vacíos, recordó Michael E. Riley, el hijo de 31 años de Steven y director de soporte de vuelos espaciales de AMRO.

Cuando el transbordador Endeavour voló por encima de un avión Boeing 747 en 2012 en camino a su nueva casa en el Centro de Ciencias de California, trabajadores de AMRO lo miraron tristemente en el estacionamiento junto a una carga de páneles del tanque.

El Sistema de Lanzamiento Espacial, dijo Riley, era un don del cielo. En un día reciente en las tiendas de AMRO, rizos de aluminio desechados por las máquinas cubrían el piso como aserrín.

Los paneles comienzan como placas planas de aluminio que pesan aproximadamente 10,000 libras. Usando fresadoras, los trabajadores las convierten en piezas de unas 1,000 libras. En el espacio cada libra cuenta, así que la meta es hacer las placas lo más ligeras posibles pero que sigan siendo fuertes. Cada una es revisada ultrasónicamente para impurezas y grietas.

“No hay espacio para error”, dijo él.

Andrés Martínez, un operador que ha estado con AMRO durante 30 años, dice que está orgulloso de su trabajo.

“Esto toma mucha paciencia”, dijo. “Cada pedazo es diferente”.

De vez en cuando, un astronauta camina por la tienda, estrechando la mano de los maquinistas y diciéndoles lo importantes que son.

“Para los muchachos que trabajan las piezas, no se trata solo de un pedazo de aluminio que están construyendo”, dijo Steven Riley. “Si estropean una parte, los astronautas podrían perder sus vidas”.

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Si desea leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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