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En medio de la prohibición de viajes de Trump, dos rescatistas trasladaron a un perro desde Irán hasta EE.UU.

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A Katy Kargosha le preocupaba que su ida y vuelta de Irán a Los Ángeles pareciera un tanto sospechosa. Había salido de su casa en Nueva Orleáns dos días antes y volado a Teherán, donde sólo pasaría cuatro horas, el tiempo suficiente para recoger a un pasajero severamente incapacitado, antes de volar de regreso a los Estados Unidos.

Su pasajero, frágil y cansado por el largo viaje, era un pug. Al igual que él, Kargosha alguna vez llamó a Irán su ‘casa’. Cuando su avión tocó de vuelta el Aeropuerto Internacional de Los Ángeles (LAX), tembló de ansiedad. “Estaba segura de que preguntarían: ‘¿Por qué fue a Irán por cuatro horas?’”, relató Kargosha, quien posee doble ciudadanía, de EE.UU. e Irán. “Me preocupaba meterme en problemas. Me preocupaba qué ocurriría con el perro si me detenían para hacerme mil preguntas”.

El animal había sido abandonado al lado de una autopista en Teherán, y ahora era escoltado por esta mujer hasta Los Ángeles, directo a los brazos de la ‘Reina de los Pug’, o

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The Pug Queen, como se la conoce en las redes sociales.

A medida que las relaciones entre los gobiernos estadounidense e iraní se deterioran durante la presidencia de Trump, los turistas han quedado atrapados en la lucha política en medio de prohibiciones de viaje, sanciones y el acuerdo nuclear que el primer mandatario de los EE.UU. calificó como “el peor acuerdo jamás negociado”.

La semana pasada, la Corte Suprema reconfirmó partes del veto de viaje para ciudadanos de seis países mayoritariamente musulmanes, incluido Irán. Mucho más estrecha que el decreto original del presidente, la prohibición presumiblemente no afectará a las personas que posean conexiones ‘de buena fe’ en los EE.UU. La restricción entró en vigor el jueves por la noche, y atrajo a manifestantes y abogados especialistas en derechos inmigratorios a LAX, para evaluar su impacto en los viajeros.

Semanas antes de la decisión de la Corte Suprema, durante el fin de semana del Día de los Caídos, Kargosha viajó apresuradamente a su patria para buscar al perro en nombre de Isabella St. James, una célebre rescatista de pugs. Con su doble ciudadanía, la mujer puede viajar con relativa facilidad entre los dos países, sin las demoras de procesamiento de visa y las negativas que han afectado a otras personas.

El pug fue trasladado a los EE.UU. sin problemas. Pero el rescate del animal, en medio de las incertidumbres causadas por la restricción, ilustró la ansiedad que rodea el hecho de viajar a Irán en la era Trump.

En la situación actual, las posibilidades de complicaciones son mayores si quien viaja de Irán a los EE.UU. es un ser humano, afirmó Trita Parsi, presidente del Consejo Nacional Iraní Estadounidense, que aboga por mejores relaciones entre ambas naciones. “Es asombroso que haya más posibilidades de entrar a los EE.UU. para los perros que para los parientes de un ciudadano de este país”, expresó.

‘Vaya desafío para ti, Reina de los Pug’

El delgado pug color beige cojeaba sobre un tapete persa con sus patas delanteras extendidas torpemente, lo cual le ocasionaba repetidas caídas. El animal había sido notablemente golpeado.

En Irán, los clérigos islámicos consideran a los perros como impuros y un símbolo de la decadencia occidental. Los legisladores conservadores, en los últimos años, han pedido que los dueños de estos animales sean azotados y paguen fuertes multas.

Pese a ello, tener un perro es una conducta que parece ir en aumento entre las clases alta y media de ese país. Los videos de golpizas y asesinatos de canes se han vuelto virales en las redes sociales iraníes, lo cual provocó protestas importantes y pedidos para que las leyes castiguen a los abusadores de animales.

“Tener un perro es una suerte de protesta política”, aseguró Alex Vatanka, un investigador sénior del Middle East Institute, con sede en Washington. “Es como mostrarle el dedo medio al régimen”.

Kargosha, una amante de los perros cuyo pug murió recientemente, vio el clip del tortuoso desplazamiento del animal en Instagram -red mediante la cual sigue a varios rescatistas iraníes- y le envió un mensaje lleno de emojis con lágrimas a la Reina de los Pug, a quien no conocía hasta el momento. ¿Podría ayudarla?

St. James le respondió a los pocos segundos: “Acepto recibir a este cachorro y obtener ayuda si podemos trasladarlo aquí. Yo pago por el vuelo”.

Era 1º de febrero; cinco días después de que Trump emitiera su prohibición de viaje original. Grandes protestas habían estallado ese fin de semana en LAX, donde varios iraníes con visas y tarjetas verdes de residencia estaban entre los detenidos por las autoridades federales, después de que se anunciara el veto. Los conocidos persas de Kargosha en los EE.UU. cancelaban sus planes de viaje, temerosos de dejar el país.

St. James y Kargosha intentaron buscar voluntarios en Irán para trasladar al pug. Nadie quería hacerlo. “Yo pensaba: ‘Oh, Irán… estupendo. Vaya desafío para ti, Reina de los Pug’”, afirmó St. James. “Pero si hay un pug que necesita ser rescatado, me abro camino como sea. Nada me detiene: zonas horarias, políticas, continentes, religiones ni culturas”.

St. James, una de las exnovias de Hugh Hefner y autora de un libro acerca de la vida en la Mansión Playboy, ha adoptado decenas de estos perros. En su infancia debió abandonar su mascota cuando su familia dejó atrás la Polonia comunista, y siempre quiso tener otra. Mientras asistía a la escuela de derecho investigó razas, y le encantó la descripción de los pug: malhumorados, listos, de aspecto torpe. Hefner fue quien le compró su primer espécimen, a quien llamó Balbina.

Los seguidores de sus prolíficas cuentas en redes sociales -que aportan para los rescates y la miríada de gastos veterinarios de los animales- le informan cuando encuentran pugs desatendidos. Sin previo aviso, St. James ha aparecido en hogares de criadores en el Inland Empire, y les ha dado efectivo para poder llevarse a los perros de allí.

El pug iraní fue su mayor desafío. “¿Una prohibición de viaje para un pug?”, se preguntó. “¡No lo creo!”.

Una vida de abusos

El pug, quien ahora tiene cerca de un año de edad, había sufrido toda su vida, afirmaron St. James y Kargosha, que reconstruyeron su historia a partir de los relatos de los rescatistas iraníes.

Cuando era cachorro orinaba en el tapete de sus dueños, y por ello lo patearon tan fuerte que estuvieron a punto de romperle el cuello. Su columna quedó dañada y no puede caminar debidamente, relataron. Al ver la situación, alguien que visitó a la familia contactó a un rescatista de la zona, quien tomó al animal bajo su cuidado.

La historia del pug se extendió en las redes sociales iraníes; así fue como Kargosha se enteró del caso. Mientras que ella y St. James intentaban averiguar cómo trasladarlo a los EE.UU., el rescatista halló un cirujano veterinario para operar el cuello del animal, y otra familia iraní se ofreció a pagar por el procedimiento y ocuparse de él durante su curación. Pero la cirugía empeoró sus lesiones, y el can perdió el uso de sus patas delanteras.

Finalmente, el perro de la familia que lo había adoptado también tuvo una serie de gastos veterinarios, y ya no pudieron ocuparse del pug. Lo devolvieron a sus propietarios originales, quienes lo dejaron al costado del camino, sin alimento ni agua, explicó St. James. Dos días después de ser abandonado, unas personas que alimentaban gatos callejeros lo descubrieron y lo recogieron.

Un viaje complicado

Para los iraníes estadounidenses, gran parte de la esperanza de tener mejores relaciones y viajes más sencillos después de la implementación, en enero pasado, de un acuerdo nuclear entre ambos países se ha moderado por los recientes arrestos en Irán de ciudadanos duales -algunos de los cuales recibieron largas penas de prisión-, y por el veto de viaje de Trump.

Parsi, del Consejo Nacional Iraní Estadounidense, detalló que el número de solicitudes de visas por estadounidenses que desean viajar a Irán “se incrementó drásticamente” después de la firma del acuerdo nuclear, pero que ahora se redujo y se ubica por debajo del 50% en comparación con el año pasado.

Para los iraníes que desean visitar los EE.UU., el proceso de visa es costoso y puede demorar meses. Debido a que no hay embajada estadounidense en Irán, los interesados deben viajar hacia una -ubicada en un tercer país, como los Emiratos Árabes Unidos, Armenia o Turquía- para solicitar el documento, pasar por un largo proceso de selección, y luego volver a dirigirse allí para el sellado de sus pasaportes.

Pero muchos ciudadanos de doble nacionalidad, como Kargosha, quien se traslada anualmente a Irán para visitar a sus parientes, lo hacen a menudo sin incidentes. Una semana después de enterarse del pug abandonado, la mujer voló a Teherán. A pesar de sus nervios por el aterrizaje en L.A., ni ella ni el perro tuvieron problemas.

Una bienvenida estadounidense

Kargosha y el perro fueron recibidos en LAX por admiradores que agitaban banderas estadounidenses y llevaban carteles donde podía leerse: “¡Bienvenido, lindo pug!”.

Con lágrimas en los ojos, St. James levantó al delgado perro, de tan sólo ocho libras de peso y con sus patas delanteras convulsionadas. El animal no podía mover su cuerpo y sólo bebe agua a través de una jeringa.

En una tarde reciente, St. James, vistiendo una camiseta con letras doradas y la leyenda ‘Pug Queen’, llevó al perro a un Starbucks de Brentwood. Allí, el animal bebió a lengüetadas un ‘Puppaccino’, una taza llena de crema batida. Como ahora es un angelino moderno, explicó St. James, lucía una camiseta polo decorada con flamencos. La mujer lo arrulló en persa: “¡Salam!” (hola), le dijo. Sus orejas se levantaron.

Días después, el pug se sometería a una arriesgada cirugía para realinear su columna y quitarle un alambre que quedó de la operación anterior. Quizás algún día pueda volver a caminar. St. James pidió a sus seguidores que elijan un nombre para él; el resultado fue ‘Chance’ (suerte/oportunidad), porque tiene todo por delante.

Traducción: Valeria Agis

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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