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En Arizona mucha gente está contenta con la primera semana de Trump

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En el enorme estacionamiento del centro comercial, el programa de radio de Rush Limbaugh resonaba desde los altavoces de un sedán plateado, que avanzaba lentamente cerca con sus ventanas bajas.

El tema clave del lunes era el presunto ataque liberal contra Tom Brady, mariscal de campo de la NFL, pero Limbaugh ya lo había descartado hacía tiempo para hablar del muro fronterizo, las sospechas de protestas nacionales y la respuesta del presidente Trump a la amenaza de los extranjeros.

En el asiento del conductor, Doyle MacCree, de 84 años de edad y oriundo de Goodyear -un suburbio conservador al este de Phoenix-, asentía con aprobación.

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Aquí, a más de 120 millas de la frontera, los votantes de Arizona indignados con los decretos ejecutivos del presidente Obama que abrieron las puertas a los inmigrantes, están encantados con la primera semana de Trump en el poder y con todas sus acciones, que parecen estar haciendo exactamente lo contrario.

Trump ordenó cortar los fondos federales a las ciudades que proveen refugio a los inmigrantes que se encuentran en el país indocumentados (‘ciudades santuario’), exigió al Congreso que pague la inmediata construcción de un muro fronterizo de 1,990 millas y prohibió el ingreso a los EE.UU. a los ciudadanos de siete países de mayoría musulmana, como una forma, dijo, de mantener a raya a los terroristas. “Y la pared es sólo el comienzo”, afirma MacCree, quien espera de algún modo el incremento de la violencia en la frontera sobre la cuestión de quién entra y quién no al país.

Quizás Trump no ha ido aún lo suficientemente lejos, opinan sus votantes en esta zona, pero hay que darle tiempo. El mandatario tiene soluciones directas para lo que él considera problemas directos.

Arizona, con su larga frontera con México, fue el epicentro de un intenso debate sobre la inmigración mucho antes que éste se trasladara al resto del país, impulsado por la retórica de campaña de Trump.

El conservadurismo tradicional del estado, de carácter libertario, se vio templado en los últimos años por una población latina en rápido crecimiento. Aun así, Trump ganó las elecciones allí, en noviembre pasado, con casi un 50% de apoyo.

Goodyear se encuentra en el conservador distrito legislativo 13º, que se extiende desde los límites occidentales de Phoenix hasta la esquina suroeste del estado. Su senador estatal, Steve Montenegro, posa en el sitio web de campaña con el famoso exsheriff del condado de Maricopa, Joe Arpaio, y ha exigido previamente que todas las oraciones en la Legislatura pidan la guía de Dios, para evitar invocaciones no teístas. Su distrito está formado principalmente por tierras agrícolas y la Base Luke de la Fuerza Aérea, y sus votantes son una mezcla de conservadores sociales, agricultores y personal militar.

Mientras sube a tres niños rubios en su minivan, después de una visita a Olive Garden en un lunes por la tarde, Tara Jenkins reconoce su temor inicial de que Trump no estuviera alineado con los valores conservadores tradicionales de un político como Montenegro. “Francamente, me preocupaba lo que haría Trump”, aseguró Jenkins, de 36 años y residente de Buckeye, un suburbio conservador vecino a Goodyear, quien no sabía si el mandatario cumpliría con sus promesas de campaña o simplemente cambiaría de opinión después de la toma de posesión. Sin embargo, está feliz con las primeras directivas del nuevo presidente. “Es todo lo que dijo que haría”, afirma. “Son cosas que necesitábamos”.

Sin embargo, Jenkins no sabe aún si las órdenes ejecutivas de Trump asegurarán inmediatamente la frontera; tampoco le gustaría ver que los EE.UU. rechacen a los refugiados que necesitan ayuda genuina, pero se pregunta cómo es posible saber quiénes realmente buscan asilo y quiénes pretenden hacerle daño a la nación. “Yo amo a los Estados Unidos, ¿vale?”, aseguró. “Y esto me da esperanza. Es la dirección correcta”.

Después de ocho años de un presidente demócrata, Trump está haciendo todo lo que MacCree esperaba para borrar el legado anterior. Para él, si hay mucha gente que cruza a los EE.UU., está bien construir una barrera que los detenga; si hay potenciales terroristas que solicitan estatus de refugiado, no hay que dejarlos entrar; si Obamacare amenaza a las pequeñas empresas, hay que revocarlo como sea. Para MacCree, además, los barrios desfavorecidos del país necesitan “una limpieza” que los libere de las garras de las pandillas; la frontera necesita más hombres y más armas; la gente que huye de los países árabes no deberían escapar, sino quedarse allí y pelear contra los extremistas islámicos -a menos que sean ellos mismos extremistas-. En cualquier caso, nunca debería permitírseles el ingreso a los EE.UU.

A medida que Trump da paso tras paso para solucionar lo que MacCree considera las ‘enfermedades’ del país, este hombre sólo puede sacudir su cabeza cuando se le habla de la alternativa demócrata. Después de todo, hace apenas tres meses Hillary Clinton era considerada una apuesta segura para la presidencia. Pero con la victoria de Trump, señala, todo el país ganó. “La gente habló y dijo basta”.

Desde la seguridad de su única casa en Arkansas, MacCree observó cómo las poblaciones del norte de Texas pasaban de ser mayormente blancas a primordialmente hispanas. Después, un par de años en San Diego lo convencieron de que cualquier ciudad fronteriza corría el peligro de cambiar drásticamente de población, y de que una política transnacional abierta con una ciudad mexicana como Tijuana significaba una fatalidad para el lado estadounidense.

Ahora en Arizona, MacCree está lejos de México, pero aún mide su seguridad por lo que ocurre en la frontera. “Nada los detendrá”, afirma. “Construyes una cerca y la saltarán. Haces un muro más alto y cavarán por debajo de éste. Nos pone a todos en peligro”.

MacCree no cree que Trump se detenga luego del muro. Para él, tal promesa fue sólo el comienzo de una nueva era en la política estadounidense; una proyección de fuerza para los países que habían comenzado a dar por sentada la apertura de los EE.UU. “Es su ley ahora”, dice MacCree acerca de Trump. “Un muro los detendrá un poco, se interpondrá. Veremos cuál es el próximo paso. Sé que habrá uno”.

Traducción: Valeria Agis

Para leer esta historia en inglés haga clic aquí

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