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El porno con cámaras web da un nuevo impulso en Los Ángeles a esta industria alicaída

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Un vendedor de flores rumano quiere impulsar la golpeada industria del porno de L.A. con una mezcla de barniz corporativo y astucia en vivo y en directo.

Mientras la legislación en temas de salud, y las tendencias comerciales y de tecnología continúan impulsando la producción de porno desde Los Ángeles, Mugur Frunzetti espera hacer de Hollywood el máximo sitio de avanzada en el creciente imperio del video chat sexual.

Al proporcionar platós profesionales, soporte técnico y entrenamiento a una legión de modelos de “cámara web”, este empresario de gafas espera sacar provecho de la nueva cara del entretenimiento para adultos, o lo que la industria llama Porno 2.0

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A comienzos de este mes, Frunzetti abrió un estudio de 14 habitaciones en un centro comercial en Vine Street, justo frente al Pickford Center de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas. Studio 20, como se lo llama posee una variedad de platós de dormitorios, donde las modelos de cámara web charlan con usuarios de internet en línea y los atraen a ingresas a sesiones privadas, en las cuales se desvestirán, realizarán sus fantasías o seguirán explícitas instrucciones… todo a cambio de un precio.

Lo que alguna vez fue considerado un nicho pequeño en el mundo del entretenimiento para adultos, se ha convertido hoy en el “motor de la industria del porno”, según Alec Helmy, editor de Xbiz, una revista de comercio sexual.

Como la gente pasa cada vez más tiempo a solas con sus computadoras y dispositivos móviles, Frunzetti apuesta a que la tendencia no se ralentizará en el corto plazo. “Estamos cada día más solos, no salimos mucho, todo es online”, afirmó. “No es algo bueno para la sociedad, pero sí lo es para nuestro negocio. No paramos de crecer”.

La actualidad está muy lejos de la antigua forma en que la industria de la pornografía funcionaba. Hace una década, las artistas femeninas a menudo firmaban un contrato con una gran empresa, como Vivid Entertainment o Wicked Pictures, quienes les pagaban por aparecer en sus films y promocionar su trabajo en convenciones del porno o con apariciones en clubes de strippers. Pero ese modelo comenzó a desmoronarse a medida que sitios como YouPorn y PornHub ganaban popularidad. En lugar de depender de las suscripciones o las ventas, estos sitios hacen dinero con la publicidad y dejan que el espectador vea porno gratis. Casi al mismo tiempo, las leyes de California que regulan las filmaciones del porno se volvieron más estrictas. La aprobación de la Medida B, en 2012, comenzó a requerir que los actores utilicen condones en el condado de Los Ángeles. al cabo de tres años, el número anual de rodajes permitidos cayó de 480 a 26, según FilmLA, una organización sin fines de lucro que supervisa los permisos de filmación en todo el condado.

Los cambios han lanzado una serie de actores veteranos del porno a la fecunda economía de estas participaciones, “en la cual los trabajadores que no pueden ganarse la vida con la producción del cine porno están dispuestos a complementar sus ingresos y ampliar su marca personal”, afirmó Mireille Miller-Young, una profesora de UC Santa Barbara que estudia la pornografía.

Algunos de estos artistas aseguran que el cambio es bienvenido. Tori Black solía trabajar seis días por semana rodando escenas sexuales para películas como “Penthouse Vacation”, pero ahora obtiene la misma cantidad de dinero con la cámara web y bailando dos o tres veces por semana. “Es mucho mejor para mi cuerpo”, aseguró Black, quien trabaja desde su casa y emplea CamSoda.com para transmitir sus shows. Black también asegura que se siente más segura con la cámara web, ya que no se expone a enfermedades de transmisión sexual y nadie le pide que realice actos que ella no desea. “Yo sé lo que me gusta y nadie me pide que haga más que eso”, aseguró.

La cámara web ofrece otro beneficio para las empresas de entretenimiento: hay poco incentivo para piratear los videos. “Es la interactividad lo que aporta el valor clave”, señaló Mike Stabile, portavoz de kink.com, de San Francisco. “Ver a alguien que ha grabado un show privado no es tan agradable ni convincente como el intercambio en tiempo real”.

En una noche reciente en Studio 20, tres mujeres trabajaban con cámaras web mientras que el personal supervisaba sus actuaciones a través de un banco de monitores. Un lema en la pared sostiene: “Piensa como hombre, pero actúa como mujer”.

“Jacob, ¿dónde está tu esposa ahora?”, ronronea una mujer mientras el director general, Roland Ashley, y otros miembros del personal escuchan. En otra habitación, Lexi Stone baila en una camiseta negra sin mangas y con correas de liga. “¿Puedo ver tu sujetador?”, le pregunta un cliente.

Ella se detiene por un momento. “No tengo puesto sujetador”, dice.

Ashley, el director, asiente con la cabeza mientras ve cómo Stone lleva al cliente hacia un chat privado. “Me gusta que ella no se quite la ropa”, dice. “Nos gusta más la construcción de la relación, no la desnudez”.

Todas las mujeres deben ser mayores de 18 y menores de 35 para trabajar para Studio 20, pero Frunzetti señala que la apariencia y la edad no son tan importantes como la actitud. “No sólo contratamos a mujeres hermosas. Lo más importante que buscamos es la personalidad y la ambición”, afirmó.

Las modelos de cámaras web no deben pagar para unirse a Studio 20, pero tampoco se les garantiza un salario. Si ellas aportan clientes, pueden cobrar lo que quieran, entre $1 y $15 dólares por minuto. Frunzetti informó que una buena actriz puede ganar cerca de $20,000 al mes: Studio 20 toma la mitad del bruto, la modelo recibe el resto. “Auto, casa, vacaciones soñadas… todo eso puede ser tuyo”, proclama el dueño del sitio.

Stone cuenta que ella solía transmitir desde su dormitorio, pero que ahora entiende los beneficios de un estudio. “Es mucho más fácil aquí. Tienen mejor iluminación, equipos; si hay un problema técnico, ellos se ocupan”. También cuenta que el estudio le ha enseñado cosas útiles. “Antes, pensaba que sólo tenía que ser algo sensual y caliente”, dijo. “Pero aquí me han enseñado que está bien ser yo misma”.

Mientras que otras compañías le permiten a las modelos tener sexo durante los chats, quienes trabajan en Studio 20 tienen prohibido trabajar en cámara con otros, y no pueden reunirse con los clientes. “Ese es otro negocio, en el cual no entramos”, aseguró Frunzetti, quien asegura que su estudio llena una necesidad existencial. “Intentamos ayudar a la gente. Ellos necesitan un amigo, quieren enamorarse de alguien, buscan pasar un buen momento con una mujer hermosa que no tienen en la vida real”.

Cierto o no, Frunzetti es un improbable barón del porno. El hombre, de 39 años de edad, maneja una empresa de distribución de flores en su nativa Bucarest. Antes de ingresar en esta industria, poseía una firma de seguros y manejaba una empresa de palomitas de maíz.

Abrió su primer Studio 20 hace 16 años, con una inversión de $5,000. Desde entonces, ha abierto otras dos ubicaciones y vendido dos franquicias en Rumania. El año pasado, la compañía tuvo $1 millón en ganancias, afirmó.

La empresa crece tan rápido que Frunzetti considera expandirse, tanto para hallar modelos que trabajen en diferentes zonas horarias -lo cual podría cumplir con la demanda de 24 horas- y para encontrar más residentes de los EE.UU., que son las modelos más populares. “La gente quiere hablar con chicas estadounidenses; se las considera como las mejores”, aseguró.

Además, planea abrir más Studio 20 en la costa este si la ubicación de L.A. es redituable como él cree que será. En su primera semana en Hollywood, el empresario contrató a 20 mujeres, más de lo que reunió en Rumania. En una noche reciente en Studio 20, Addison, una morena con tatuajes en los muslos, atrajo a un hombre a un chat privado y tecleó: “Puedes comenzar por quitarte tu camiseta”. Cuando lo hizo, el hombre escribió: “Mmm”.

A pedido del cliente, Addison se quitó su ropa interior y otros dos hombres se unieron rápidamente al chat privado. “Ellas aprenden muy rápido”, aseguró Frunzetti.

Traducción: Valeria Agis.

Si desea leer este artículo en inglés, haga clic aquí

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