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El movimiento #MeToo de China comenzó en los campus universitarios, y podría terminar allí

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No fue hasta que su consejero de tesis cerró la puerta del apartamento de su hermana, en Beijing, que Luo Xixi se dio cuenta de sus intenciones.

Chen Xiaowu le había dicho a Luo que necesitaba su ayuda para cuidar las plantas. No era cierto. Lo único que evitó su violación, dijo, fue una llamada telefónica de su esposa y su propio grito desesperado: “¡Soy virgen!”.

Después de permanecer callada acerca del abuso durante más de una década, Luo, ahora en sus 30 años, una ingeniera de software que reside en el Área de la Bahía, se inspiró en el movimiento #MeToo que surgió el otoño pasado y decidió hablar.

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Así, presentó una denuncia ante la Universidad de Beihang, la escuela de aeronáutica a la que había asistido en Beijing, y acusó públicamente a Chen, el subdirector de la escuela de posgrado, de agresión sexual. Luo, en una carta en línea que fue leída por tres millones de personas, se nombró como una de las siete mujeres abusadas por él. La entidad educativa retiró al acusado de su puesto, luego lo despidió efectivamente, y el Ministerio de Educación prometió establecer “mecanismos efectivos a largo plazo” contra el acoso sexual.

Sus acciones encendieron un debate nacional sobre el comportamiento apropiado entre profesores y estudiantes. Los activistas lo tildaron ‘el movimiento #MeToo de China’; las redes sociales se llenaron de hashtags de apoyo. Pero la iniciativa no logró alentar a muchos otros a expresar sus quejas ni se extendió a los sectores del entretenimiento y los negocios, que luchan con problemas similares. En lugar de ello, las jóvenes que se propusieron luchar contra el acoso sexual encuentran que sus esfuerzos son pregonados públicamente y frustrados en privado.

Muchas universidades ignoran las peticiones en línea. Los censores del gobierno borran las cartas abiertas. El hashtag #MeToo China ha desaparecido en las redes sociales, junto con artículos contra el acoso sexual.

“La eliminación de información es un gran obstáculo para el movimiento”, afirmó Xiao Meili, una destacada activista por los derechos de las mujeres, cuya carta en línea solicitando más atención a los reclamos de acoso sexual desapareció. “Antes salías a la calle y hacías algo, y eso era considerado radical. Pero ahora, hasta escribir una carta es probablemente radical”.

Los gritos amenazan con superar los límites de la aceptabilidad de un gobierno que maneja los medios y mantiene la opinión pública a raya. El partido comunista, que detuvo a cinco feministas en 2015 por planear la distribución de folletos contra el acoso sexual, no siempre ve el activismo por la igualdad de género como compatible con su visión de una sociedad estable.

A finales de enero, grupos de exalumnos habían escrito a más de 70 universidades, según Voice of Feminism, un grupo defensor de los derechos de las mujeres chinas. Muchas de las cartas se publicaron en WeChat, una aplicación de redes sociales con más de 700 millones de usuarios. Ahora muestran una página vacía con un gran signo de exclamación y un aviso donde se señala que el material violó las regulaciones.

A diferencia del movimiento #MeToo en los Estados Unidos, donde las historias cuidadosamente informadas abrieron una cultura de abuso, el mayor recurso para las mujeres en China es internet. Las leyes sobre el acoso sexual son confusas, y muchos acusadores enfrentan un estigma por desafiar a la autoridad en una sociedad que valora la jerarquía.

“Cuando leí la revelación de Luo por primera vez, no confié plenamente en ella”, afirmó una estudiante de doctorado en Beihang, una escuela de ingeniería mayormente masculina, donde se exhiben modelos de aviones de combate en las ventanas de los cafés. “Pensé que no podía ser posible que un profesor sea tan terrible”. La joven se negó a dar su nombre, debido a la sensibilidad del tema.

China no está sola en las denuncias de mala conducta sexual dentro de la educación superior. Los Estados Unidos han tenido problemas con su propio historial de agresiones en los campus universitarios. Más de 20 alumnos de la Universidad de Columbia presentaron una denuncia ante el gobierno de los Estados Unidos en 2014, acusando a la escuela por el mal manejo de sus reclamos. Otros casos de agresión sexual en los últimos años surgieron en la Universidad Vanderbilt, la Universidad Estatal de Florida y en Stanford.

Pero en China, el problema no ha sido abordado por mucho tiempo. Casi el 70% de los estudiantes universitarios se enfrentan al acoso sexual, según un estudio realizado en 2017 por el Guangzhou Gender and Sexuality Education Center, una organización sin fines de lucro del sur de China, y el bufete de abogados Beijing Impact. Entre las mujeres encuestadas, la tasa fue del 75%.

“Las víctimas no quieren revelar sus nombres, porque a menudo tenemos la mentalidad de culpar a las víctimas”, explicó Pei Yuxin, profesor asociado de sociología y trabajo social en la Universidad Sun Yat-sen, en Guangzhou. “Otras personas y la institución las ven como alborotadoras, que manchan la reputación de la institución”.

Los funcionarios escolares, ansiosos por proteger su universidad o inseguros respecto de dónde el gobierno marca esa línea de aceptabilidad, también pueden actuar como censores.

Gu Huaying, una estudiante de posgrado de la Universidad de Cambridge, en Inglaterra, escribió una petición para que se dicten clases sobre conducta inapropiada en la Universidad de Pekín, su alma mater y una de las escuelas con más historia de China. Los administradores la acusaron de querer “agitar las cosas”. La carta fue eliminada del motor de búsqueda dominante de China. “¿Por qué están tan nerviosos y asustados?”, Gu escribió en una desafiante respuesta publicada en Weibo, la versión china de Twitter.

A pesar de la presión, las víctimas están encontrando algunos aliados. “Nosotros, como profesores universitarios, estamos profundamente enojados y condenamos seriamente” el comportamiento inapropiado de nuestros colegas, escribió Xu Kaibin, profesor de periodismo en la Universidad de Wuhan, en el centro de China, en un manifiesto en línea donde llamó a una mayor conciencia del acoso sexual en los campus universitarios.

Pero los continuos impedimentos hacen que algunas mujeres se pregunten si su lucha romperá un silencio institucional, y si el movimiento #MeToo de China se convertirá en algo más que un nombre.

“Da miedo cuando descubres que, incluso si lo expones, el problema no se resolverá”, aseveró una estudiante de posgrado de la Universidad de Beihang, donde comenzaron las peticiones. También ella se negó a dar su nombre, por temor a represalias.

Un alto funcionario de la Universidad Tsinghua, una de las instituciones más elitistas de Beijing, aceptó recientemente discutir el tema con un periódico estudiantil. Cuando se le preguntó si la escuela podía incluir información sobre acoso sexual en el manual de los estudiantes de primer año, el funcionario dudó. “No creo que sea apropiado”, dijo. “Enfatizar el acoso sexual pondría incómodo al lector, que consideraría nuestro campus como inseguro. Después de todo, cuando ingresamos a la escuela, queremos obtener información positiva”.

Fan es un corresponsal especial.


Traducción: Diana Cervantes

Si quiere leer este artículo en inglés, haga clic aquí:

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