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Las licencias de conducir para indocumentados transformaron miles de vidas, pero llegó Trump

Leticia Aceves cerca de su casa en Auburn, California. Aceves posee licencia de conducir de California AB60, que le es necesaria para dirigir su negocio de limpieza de casas (Max Whittaker / Para The Times).

Leticia Aceves cerca de su casa en Auburn, California. Aceves posee licencia de conducir de California AB60, que le es necesaria para dirigir su negocio de limpieza de casas (Max Whittaker / Para The Times).

(Max Whittaker / For The TImes)
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Leticia Aceves recuerda el miedo que tenía la primera vez que condujo sola. Estaba embarazada y era indocumentada en el país, no tenía licencia, apenas conocía las leyes de tránsito de California y hablaba poco inglés. Como tenía una cita médica, condujo su Volkswagen por calles laterales y evitó la Autopista 49, la carretera principal de la ciudad, esperando que eso disminuyera sus posibilidades de ser detenida por la policía. “Temblé todo el viaje desde mi casa al consultorio médico”, recuerda Aceves, ahora de 52 años.

Hace dos años, conducir se volvió menos estresante para ella y otros 850,000 californianos que recibieron sus permisos de conducción mediante una ley estatal que ayudó a los inmigrantes indocumentados a integrarse más a la sociedad.

Yo quiero tener uno, es algo importante…Me sentiría mucho más seguro. Pero me da miedo ir al DMV porque podrían agarrarme”.

— Carlos, inmigrante de 64 años de edad

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Durante la última década, California ha dado varios pasos para dar un marco de normalidad a los inmigrantes sin autorización, como asistencia médica para los jóvenes y ayuda financiera para los estudiantes universitarios. Pero nada cambió tanto sus vidas como las licencias de conducir; poder desplazarse en un vehículo sin miedo a las detenciones policiales les ha dado acceso a más puestos de trabajo y los volvió conductores más seguros, afirman. Aceves ahora conduce hasta 50 millas al día para su floreciente negocio de limpieza de hogares.

Pero las enérgicas medidas del presidente Trump acerca de la inmigración han contagiado ansiedad entre estos titulares de permisos, muchos de los cuales temen que sus tarjetas se utilicen para identificarlos como indocumentados y proceder a su deportación. Eso ha llevado a algunos de ellos a no solicitar las licencias, pese a que el Departamento de Vehículos Motorizados (DMV) aseguró que no compartirá información con las autoridades de inmigración.

La decisión de otorgar permisos de conducir a inmigrantes sin permiso para estar en el país fue muy debatida; la ley que lo posibilitó tardó más de una década en aprobarse. Los críticos siguen argumentando que ello legitimó la inmigración indocumentada y no está claro si el tema enfrentará nuevos desafíos por parte de la administración Trump.

Leticia Aceves conduce en Auburn (Max Whittaker / Para The Times).

Leticia Aceves conduce en Auburn (Max Whittaker / Para The Times).

(Max Whittaker / For The TImes)

Las licencias están pensadas para personas que no pueden mostrar residencia autorizada en los EE.UU., pero su uso se limita a la conducción. No se puede abordar un avión o cruzar una frontera internacional con ella.

Sin embargo, las licencias han sido clave en las vidas de miles de californianos. Manuel Mesa recuerda bien la ansiedad que sentía al conducir sin permiso. Con su familia siempre se preocupaban de que la policía lo detuviera, lo cual ocurrió unas cuantas veces. “Una vez pusieron a mi esposa en la parte trasera de una patrulla y registraron mi coche”, recuerda. Finalmente, lo dejaron ir sin arrestarlo.

Cuando Mesa obtuvo su permiso, en 2015, se sintió más confiado de desafiar a la policía si sentía que sus derechos estaban siendo violados. También aprendió las leyes antes de dar el examen y eso lo hizo sentir más confiado al volante. “En mi mente se trataba de un documento muy importante”, resaltó, especialmente porque le daba “un respiro” al tratar con la policía.

Pero lo más importante fue que le ayudó a conseguir un mejor empleo. Mesa solicitó una licencia de conducción comercial y ahora trabaja como con grandes maquinarias, transportando madera, computadoras, alimentos y otros productos.

Dolores García, de 27 años de edad, ingresó sin autorización a los EE.UU. hace ocho años. Consiguió un trabajo y un departamento, pero debía tomar el autobús a diario para ir y volver del trabajo.

Esa situación cambió cuando obtuvo su permiso, hace dos años. Envalentonada, decidió comprar un coche y disfrutó de no tener que preocuparse. Pero la elección de Trump ha renovado algunos de esos miedos; a pesar de las afirmaciones de los funcionarios estatales, a García le preocupa que las autoridades federales de inmigración tengan acceso a los archivos del DMV y que eso la vuelva vulnerable a la deportación. Hace dos meses, escuchó rumores de que agentes del ICE visitarían los hogares de las personas que habían recibido licencias. Ahora su novio tiene miedo de solicitar una.

Jessica González, vocera del DMV, ratificó que aunque el departamento “pone las bases de datos a disposición de las entidades del orden”, esa información no incluye el estatus inmigratorio de los titulares. También agregó que las leyes estatales prohíben a los policías discriminar a una persona que muestra una licencia AB-60.

Lori Haley, portavoz del ICE, señaló que los investigadores pueden usar información del DMV en el curso de una investigación criminal, pero que “no usan datos del DMV para identificar objetivos de deportación”.

No obstante, a comienzos de este mes, la Unión Estadounidense de Libertades Civiles (ACLU) publicó documentos que evidencian que el DMV de Vermont trabajó en coordinación con ICE el año pasado.

El registro incluyó mensajes de correo electrónico entre el ICE y el DMV, en los cuales los agentes de inmigración pedían que se controlara el estatus de ciertos conductores, afirmó James Lyall, director ejecutivo de ACLU en Vermont, uno de los 12 estados -más el Distrito de Columbia- que permiten de algún modo que los inmigrantes no autorizados obtengan un permiso de conducir.

La ley llamada Trust Act en California ofrece una medida de protección, resaltó Daniel Sharp, director legal del Central American Resource Center, una organización comunitaria que ayuda a los inmigrantes a obtener licencias, entre otros programas. Esa norma hace que sea más difícil para las autoridades locales y estatales retener a inmigrantes que han cometido delitos menores para ser recogidos por agentes del ICE. En este clima de temor, advirtió Sharp, es poco probable que los inmigrantes que han esperado hasta ahora soliciten una licencia.

Mientras vende fresas con su camioneta marrón en MacArthur Park, Carlos, de 64 años de edad y quien prefirió no dar su apellido por temor a ser deportado, aseguró que es muy arriesgado pedir un permiso. “Yo quiero tener uno, es algo importante”, dijo. “Me sentiría mucho más seguro. Pero me da miedo ir al DMV porque podrían agarrarme”.

Los defensores de la ley argumentan que la concesión de licencias para inmigrantes indocumentados en los Estados Unidos ha hecho las carreteras más seguras, porque a estas personas se les exige pasar una prueba de conducción y un examen de la vista.

Un estudio reciente realizado por investigadores de Stanford mostró que los casos de abandono del lugar de un accidente (hit and run) aumentan ahora a ritmo más lento porque los conductores con licencia tienen menos probabilidades de huir de la escena de un crimen. Pero críticos del tema, como Hans von Spakovsky, de la Fundación Heritage, dicen que otorgar permisos de conducir a esos inmigrantes legitima su presencia en el país y les hace “más fácil permanecer aquí”. A pesar de que esta licencia luce diferente y tiene limitaciones específicas, afirmó Von Spakovsky, “facilita el uso de esta identificación emitida por el gobierno para muchos fines ilegales, como solicitar beneficios o registrarse para votar”.

Para Aceves, antes de obtener su permiso de conducir siempre estaba llena de ansiedad ante la posibilidad de ser detenida por la policía. Esto se convirtió en un problema aún más importante a medida que su negocio de limpieza de casas crecía y ella debía conducir hasta 50 millas por día para trabajar.

En 2013, la mujer impulsó fuertemente la aprobación de la ley de licencias de conducir para indocumentados; llamó a legisladores y se hizo escuchar en los entornos del poder. Cuando finalmente se aprobó la norma, se sintió feliz y ayudó a organizar un grupo de estudio semanal para que los futuros conductores pudieran tomar pruebas de práctica y hacer preguntas.

En un sábado reciente, Aceves y su esposo viajaron a Sacramento para visitar a su hija de 25 años, Sahmed, quien se casa en el otoño y necesita encontrar un vestido de novia.

Antes de que su madre tuviera licencia, Sahmed relató, nunca habría conducido hasta allí sola. “Encontré mi vestido y las damas de honor también hallaron los suyos”, exclamó la joven. “Fue un día perfecto”.

Si desea leer la nota en inglés, haga clic aquí.

Traducción: Valeria Agis

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