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La venta de información personal, una industria sin control

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Probablemente ya sepa que es dueño de una escasa privacidad, y que los sombríos intermediarios de datos han hecho de la compra y venta de la información personal una industria multimillonaria.

Pero, ¿sabía esto? Nadie conoce cuántos de los llamados ‘propietarios de listas’ y ‘agentes de datos’ operan en todo el país. La mejor suposición es pensar en decenas de miles.

Y algo más: estos negocios funcionan mayormente sin regulación, sin ninguna autoridad oficial que los supervise cotidianamente. Cuando se equivocan -por ejemplo, cuando es necesario corregir archivos como resultado de un fallecimiento, un divorcio o un evento similar- no hay prácticamente nada que se pueda hacer para responsabilizar a estas empresas.

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Para los reguladores federales esto es tan frustrante como para los consumidores. “Creemos que hay un verdadero problema con la falta de transparencia en la industria de los intermediarios de datos”, aseguró Maneesha Mithal, directora asociada de la división de privacidad y protección de identidad de la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC, por sus siglas en inglés).

El tema de la privacidad llegó a las noticias la semana pasada, cuando la Comisión aprobó reglas destinadas a asegurar que los proveedores de banda ancha no abusen de la historia de navegación de sus clientes, sus datos de ubicación móvil y otras informaciones sensibles. Los proveedores de servicios deben obtener el permiso de los clientes antes de usar o compartir dicha información.

“Es la información de los consumidores”, manifestó el presidente de la FCC, Tom Wheeler. “Cómo se usa es un asunto de ellos, no la elección de un algoritmo corporativo”.

No obstante, ese tipo de pensamiento no es el de los intermediarios de datos.

Las preguntas sobre el panorama regulatorio para los comerciantes de información surgieron luego de la columna que escribí hace unos días, acerca de una mujer de Encino cuyo esposo, fallecido hace 14 años, seguía recibiendo ofertas de aseguradoras de salud.

Al consultar a los distintos seguros de dónde sacaban el dato de que este hombre estaba vivo, todos respondieron que habían comprado su nombre y dirección de los corredores de datos personales. Sin embargo, al consultar qué corredores empleaban, nadie dio detalles certeros. En la mayoría de los casos, los consumidores no tienen forma de saber de dónde se obtienen sus datos o a quiénes deben contactar para pedir la corrección de éstos.

“Es prácticamente imposible para los consumidores tener una ventana en este mercado”, aseguró Mithal. La Comisión Federal de Comercio (FTC, por sus siglas en inglés) ha propuesto una legislación que abordaría algunos de estos problemas. Pero nada ha ocurrido. En tanto, el número de corredores de datos sigue en alza y cada empresa explota la convergencia de los registros públicos y la tecnología digital.

“Los consumidores no se dan cuenta de cuánta información ellos entregan”, señaló Suzanne Doyle-Ingram, presidente de Strategic List Services, un agente de listas de datos con oficinas en los EE.UU. y Canadá. “Comienza por el servicio telefónico. Apenas uno se registra, esa información ya está disponible”.

Después de eso, detalló, cada encuesta que se completa y cada revista a la cual uno se suscribe, por ejemplo, agregan más piezas al rompecabezas. En poco tiempo, un corredor de datos conoce nombre, dirección, edad, pasatiempos, intereses y otros detalles de la vida que pueden ser analizados en una variedad de listas, según las necesidades del comprador. “Cualquiera puede efectuar una lista de casi todo”, aseguró Doyle-Ingram. “Si usted es un cliente que quiere una lista de dentistas en Connecticut, no es difícil llegar a ella”.

El hecho de que el número de propietarios de listas y corredores de datos sea desconocido genera un escalofrío en la espalda de los consumidores. Fuentes de la industria y autoridades federales estiman que existen entre 50,000 y 70,000 negocios por el estilo en el país.

Por ende, las probabilidades de hallar a ese proveedor que tiene datos erróneos son básicamente nulas. Uno de los mayores corredores a nivel nacional, Infogroup, de Nebraska, afirmó que la empresa está más que dispuesta a actualizar sus registros cada vez que un consumidor los contacta. Todo lo que una persona debe hacer es preguntar a un negocio qué agente de listas utiliza.

“Si la fuente es Infogroup, se les proveerá nuestra información de contacto y podrán enviarnos su consulta a través de nuestro sitio web”, señaló un representante por correo electrónico.

Pero, ¿qué pasa si el negocio no revela la identidad de su agente de listas? El representativo de Infogroup no respondió.

“Siempre habrá situaciones como esa”, afirmó Greg Rubin, socio de Prospects Influential, otro corredor. “Los clientes no siempre quieren decir qué agencias usan”. Rubin y otros proveedores de datos aconsejaron hablar con la Asociación de Marketing Directo, un grupo de la industria. Seeny Boone, la abogada de la agrupación, reconoció que “hay compañías que no conocen sus responsabilidades”. La letrada afirmó que cualquier miembro de la asociación está obligado a rastrear los datos erróneos y asegurarse de su corrección.

Un pequeño problema: la entidad tiene cerca de 2,000 miembros. Eso es sólo un pequeño porcentaje de las decenas de miles de propietarios de listas y corredores que existen.

Otro tema: si bien Boone dijo que la industria del marketing directo está orgullosa de su “robusto régimen de autorregulación”, aquí se habla de un sistema de honor. No es exactamente la salvaguardia de mayor confianza para la privacidad del consumidor.

La FTC expuso sus preocupaciones sobre los corredores de datos en un informe de 110 páginas publicado hace un par de años. Entre las recomendaciones de la agencia estaba la creación de un sitio web que permitiera a los consumidores ver qué sabían los corredores acerca de ellos, y optar por dejar de compartirlo en el futuro. Ésa y otras ideas sensatas fueron ignoradas por los legisladores, obligando así a los consumidores a defenderse por sí mismos.

Mi simple propuesta es la aprobación de una ley federal o estatal que requiera que cualquier empresa se comunique con los consumidores para revelar, previa solicitud, la fuente de esa información de contacto. Por ende, las personas tendrían la posibilidad de corregir errores.

Pero no quiero hacerme ilusiones.

Carmen Price, de 74 años de edad, vive en West Adams, en Los Ángeles. Su marido murió en 2014. “Todavía recibo todo tipo de correo y solicitudes para él”, afirmó. La mujer relató que escribe “fallecido” en las cartas y las envía al remitente. “Pero nunca prestan atención. Creo que no les importa nada”.

Si desea leer la nota en inglés, haga clic aquí.

Traducción: Valeria Agis

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