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Opinión: La polución plástica no solo ensucia nuestras playas; está contaminando nuestra cadena alimenticia

Divers discover waves of plastic pollution in the middle of the Indian Ocean, in a scene from the film “A Plastic Ocean.” (Courtesy of Plastic Oceans Foundation USA)

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Hay una gran mentira acerca del plástico: que se puede tirar ‘a la basura’. No es cierto: no hay tal cosa.

Las botellas plásticas, las bolsas, los envoltorios para bocadillos, los envases para transportar comidas, las tazas de café desechables, los materiales de embalaje: todos estos artículos cotidianos y comunes constituyen el 85% de nuestra corriente de residuos; no son biodegradables y nuestra capacidad de reciclarlos es limitada.

Esta dependencia social del plástico desechable está poniendo en riesgo nuestro medio ambiente; particularmente nuestras vías navegables. Más de ocho millones de toneladas de plástico se vierten en los océanos del mundo cada año, donde matan animales y ensucian las vías fluviales.

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No es un ‘descuido’ ocasional de quienes visitan las playas; más del 80% del plástico en el océano proviene de fuentes terrestres. Incluso si se vive en una zona no costera y se tiene el cuidado de disponer adecuadamente los residuos hogareños por separado, hay una buena posibilidad de que el plástico termine en el mar.

Consideremos los Grandes Lagos, donde el 80% de la basura a lo largo de sus costas es plástica. Esos desechos no permanecen estáticos; flotan y se mueven a través de los canales y los sistemas de ríos a través de la vía marítima St. Lawrence y hacia el Océano Atlántico. Un contenedor de comida que llega a un vertedero de Chicago puede terminar en la costa de África.

A partir de allí, el daño es mucho peor. Una vez en el océano, el plástico se rompe en micropartículas que causan que las toxinas entren en la cadena alimenticia.

Una sola pieza de plástico descartada se descompone en millones -y estos trocitos son confundidos por alimentos e ingeridos hasta por los más pequeños organismos en la cadena alimentaria oceánica-. El zooplancton contaminado alimenta el fitoplancton, que a su vez alimenta a peces pequeños, que alimentan a los calamares, y siguen su recorrido en la cadena hasta llegar a nuestros platos.

El problema es que los plásticos absorben sustancias químicas que flotan libremente en el océano, por lo cual cuando éstos entran en la cadena alimenticia, toxinas adicionales se depositan en los músculos o la grasa de los peces, las partes que nos gusta comer.

Uno de los peores responsables de la contaminación plástica es el poliestireno, más comúnmente conocido por su nombre comercial en inglés, Styrofoam. Algunas veces se lo llama EPS -siglas en inglés de poliestireno expandido-, y está presente en los clásicos contenedores blancos de comida para llevar. El EPS es el segundo residuo más hallado en las playas del sur de California, según descubrió un reciente estudio. También es un peligro para la salud. El EPS se fabrica utilizando un producto químico denominado estireno, que tiene conocidos efectos cancerígenos. Según la EPA, la exposición regular al estireno en los seres humanos puede afectar el sistema nervioso central con síntomas tales como dolores de cabeza, debilidad, depresión y disfunción del SNC (que afectan el tiempo de reacción, la memoria y la función intelectual).

Aquí, en California, hay acceso a mejores opciones de reciclaje que en la mayoría del mundo. Pero el EPS generalmente no se recicla porque está recubierto con residuos de alimentos. Cuando se descarta, su peso ligero permite que el viento lo sople desde los vertederos hacia nuestro medio ambiente.

Incluso cuando se realizó un esfuerzo para mejorar las tasas de su reciclaje, la carga plástica existente en California ya colapsa las capacidades de reciclaje del estado. En el último año cerraron más del 20% de los centros en California; la ubicuidad de los productos plásticos en nuestra economía ha reducido los costos, lo cual hace que competir sea económicamente complejo para los recicladores. Además, a diferencia de otros materiales reciclables, como el vidrio y el metal, el plástico a menudo puede convertirse en solo otro producto, que nunca podrá volver a reciclarse y terminará en vertederos.

La solución a más largo plazo no es solo reciclar más: es usar menos. Esta es la llamada ‘solución de contracorriente’. Al reducir la cantidad de plástico que se utiliza, se crea un impacto más profundo en el medio ambiente que mediante el reciclaje.

La buena noticia es que en el Senado estatal existe actualmente un proyecto de ley, llamado SB-705, que propone prohibir los contenedores de alimentos de EPS con un uso único en California. De aprobarse, toneladas de poliestireno (y sus micropartes) dejarían de llegar al océano.

Los impactos ambientales negativos causados por el EPS son conocidos hace décadas; sin embargo, la contaminación plástica continúa. Es hora de que California adopte esta postura crítica para proteger el medio ambiente.

El proyecto SB-705, no obstante, es apenas un paso hacia la solución global. Se puede dejar de utilizar los plásticos de un único uso y encontrar materiales de reemplazo respetuosos con la naturaleza. El papel reciclado postconsumo, el bambú, los plásticos de maíz y otros son recursos abundantes y renovables; todos ellos se biodegradan cuando se compostan.

En los dos minutos que le tomó leer este artículo, más de 60,000 libras de plástico fueron arrojadas a nuestros océanos; una gran parte de ellas proviene de California. Ese plástico podría tener consecuencias profundas para su salud y la de sus seres queridos.

Afortunadamente, existen soluciones. Cuanto menos plástico fabriquemos, menos desecharemos; así, nuestro estado, nuestro planeta y nosotros mismos estaremos más sanos.

Si desea leer la nota en inglés, haga clic aquí.

Traducción: Valeria Agis

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