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“Están matando a nuestros niños, y no tiene sentido”, afirman residentes, luego de los tiroteos con la policía

Herbert Baker llevó rosas al memorial construido en honor a Carnell Snell Jr., el joven de 18 años que fue baleado por la policía de Los Ángeles.

Herbert Baker llevó rosas al memorial construido en honor a Carnell Snell Jr., el joven de 18 años que fue baleado por la policía de Los Ángeles.

(Gina Ferazzi / Los Angeles Times)
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Herbert Baker y su nieta llevaron rosas al memorial comunitario para el hombre que recibió disparos mortales de la policía, no muy lejos de su hogar.

Para Baker, de 68 años, el incidente es otro ejemplo de los problemas que aquejan a Westmont -una porción no incorporada de tierra que se encuentra entre Los Ángeles e Inglewood-. Durante años, la zona ha experimentado una de las tasas más altas de homicidios en el condado de Los Ángeles.

Ocho personas han muerto en Westmont en lo que va del año; todos ellos fueron asesinados a tiros, según los registros del forense. El total de 2015 fue de 16. A pesar de que la zona, con más de 30,000 habitantes, ha experimentado un descenso en los homicidios, los residentes sostienen que están agotados del tema.

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La comunidad -con sus calles llenas de dúplex y viviendas unifamiliares, iglesias, tiendas de licores y salones de belleza- se ha convertido en el escenario central de las protestas en los últimos días, luego de la muerte de Carnell Snell Jr., de 18 años de edad, a manos de la policía de L.A.

Lo que comenzó con la detención de un vehículo aparentemente robado terminó con la persecución de Snell (quien portaba un arma cargada) y su muerte a balazos, cerca de las calles West 107th Street y Western Avenue, en territorio del Departamento del Sheriff.

En junio pasado, un adolescente de 15 años que conversaba con un amigo de pie en la entrada de una casa, fue muerto a tiros al norte de la casa de Baker. El mes último, un hombre de 45 años que observaba a su hijo jugar al baloncesto justo antes de la puesta de sol fue asesinado frente a su pequeño.

Antes de la muerte de Snell, este sábado, la última vez que una persona había muerto a manos de la policía en la zona había sido en marzo de 2015, cuando los agentes del Sheriff de L.A. interceptaron a Víctor Daniel Terrazas, sospechoso de asesinar a una mujer de 32 años- en un callejón. Según el Departamento del Sheriff, Terrazas abrió fuego y los agentes devolvieron los disparos.

Baker, un quiropráctico que trabaja en Gardena, está preocupado por sus hijos, nietos y bisnietos. A los mayores, les dice que tengan cuidado con quién se relacionan. A veces, ve cómo los agentes arrestan gente cerca de su hogar, en West 105th Street y Vermont Avenue. Cuando anochece, siempre elige quedarse en su casa.

“Estamos tan habituados a esto”, afirmó Baker. “Es como vivir en una zona de guerra. Uno aprende a tolerarlo”.

En años recientes se han tomado iniciativas para generar un cambio. Por ejemplo, un grupo de tareas integrado por representantes de la estación del sheriff del sur de Los Ángeles, residentes y propietarios de negocios se reúne semanalmente para discutir temas de la comunidad. “Creo que para nosotros… ayuda tener este diálogo abierto”, señaló el capitán April Tardy.

El reverendo Gary Bernard Williams acababa de participar de un funeral y salió de la iglesia de Westmont cuando oyó los disparos, el sábado pasado. Su primer pensamiento fue: “Otro tiroteo relacionado con pandillas”, afirmó. En lugar de ello, la víctima resultó ser Snell.

Williams, que ha sido pastor en el vecindario por tres años, expresó que durante este tiempo conoció a varios jóvenes con heridas de bala.

“Es una linda zona, pero los enfrentamientos son constantes”, aseguró. Williams ha organizado caminatas por la paz en el barrio, y afirmó que ha hablado con personas mayores que temen salir de sus casas, y de niños y jóvenes que tienen problemas para llegar a la escuela.

“Faltan empleos”, dijo. “Más puestos de trabajo crearían paz en esta comunidad. Muchos de estos jóvenes, hombres y mujeres, si estuvieran empleados… encontrarían una nueva vida”.

La residente Toni McCaleb, por su parte, señaló que jamás tuvo problemas en los tres años que ha vivido en el lugar. Sus hijos la alertaron acerca de una ola de violencia en el barrio el verano pasado, pero ella nunca se sintió amenazada. Los hechos de la semana pasada la hicieron cambiar de opinión.

Durante las protestas realizadas el domingo, su hijo, de 33 años de edad, intentaba volver a casa, relató McCaleb. La policía lo interrogó y el hombre comenzó a preocuparse. Su madre le ha pedido que se quede en casa de unos parientes, en Victorville.

“Están matando a nuestros niños, y no tiene sentido”, aseguró el lunes, en el exterior de un restaurante de comida china. McCaleb y su familia tienen previsto mudarse de allí. “Hemos decidido que no vale la pena quedarse”, aseguró.

En tanto, Baker afirmó que trata de hacer algo por la comunidad y espera que las cosas mejoren. Por ahora, se preocupa cada vez que sus hijos mayores dejan la casa.

“Quizás no vuelven”, dijo. “La realidad es ésa”.

Si desea leer la nota en inglés, haga clic aquí.

Traducción: Valeria Agis

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