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El nuevo programa de vigilancia de China busca reducir el delito, pero algunos temen que sea mucho más que eso

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Cuando un residente de la aldea de Anxi, en la provincia de Sichuan, China, incendió una pequeña pila de basura en la cuneta, hace dos años, un altavoz hizo sonar su nombre y dirección y le ordenó que extinguiera el fuego de inmediato. El hombre saltó de miedo, apagó rápidamente las llamas y se escabulló.

Había sido atrapado por una cámara de vigilancia, monitoreada las 24 horas desde una de las 16 pantallas en la sala de control de seguridad del pueblo. “Todos sabían quién era el culpable, por lo cual nunca se atrevería a hacerlo de nuevo”, explicó la secretaria local del partido comunista, Yin Xiuqin, de 55 años, con una sonrisa de satisfacción.

La vigilancia por video en Anxi también se transmite a los teléfonos celulares y en algunas televisiones, colocando a los soplones de los vecindarios en la primera línea de la seguridad local.

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La gente sabe que es constantemente vigilada. El miedo a la vergüenza pública es la esencia de Ojos de Lince, o Xue Liang, un proyecto de seguridad rural que actualmente se prueba en 50 ciudades chinas como parte de lo que será un sistema nacional.

Al parecer, el nombre proviene de un eslogan de la era de Mao destinado a alentar a las personas a denunciar a quienes no seguían el credo del partido comunista: La gente tiene ojos de lince.

China tiene 1,400 millones de habitantes y aproximadamente 176 millones de cámaras de vigilancia públicas y privadas, incluida una en cada cuadra en Beijing. A medida que más de ellas se instalan en las áreas rurales y la tecnología se vuelve cada vez más sofisticada, con la capacidad de reconocer rostros y estilos de caminar, China se prepara para superar a Gran Bretaña como la sociedad más monitoreada del mundo.

El sitio web del gobierno de un distrito —Liuhe, en la provincia oriental de Jiangsu— se jactó de que las cámaras de seguridad “cubrirán todo, sin la existencia de puntos ciegos”.

El objetivo es atrapar delincuentes y operar junto con otro proyecto en evolución, conocido como sistema de crédito social, que tomará datos de la policía, hospitales, escuelas, bancos y otras instituciones —y posiblemente de las redes sociales— y los utilizará para clasificar la confiabilidad de los ciudadanos y, según documentos oficiales de planificación, crear una sociedad más honesta.

Se juzgará a las personas no sólo con base a si pagan sus facturas e impuestos y si obedecen las normas de tránsito y otras normas, sino también potencialmente por su comportamiento social, por ejemplo, qué tan bien cuidan a sus padres.

Un documento de planificación publicado en 2014 afirmaba que el sistema permitirá que “el confiable camine por todos lados, y dificultaría que los desacreditados den un solo paso”.

La forma final del sistema de penalización y recompensa no se ha decidido. Sin embargo, de acuerdo con los documentos de planificación del gobierno, quienes obtengan buenas calificaciones tendrán beneficios. Más de 10 millones de personas que no cumplieron con las órdenes judiciales ya han sido incluidas en la lista negra.

El sistema también es visto como una forma de reducir la corrupción en la vasta burocracia del gobierno de China, y de prevenir escándalos como el incumplimiento de los estándares de calidad de alimentos y medicamentos, o el vertido de desechos tóxicos en los ríos.

Pero los grupos de derechos humanos señalan que el sistema también podría usarse para rastrear objetivos políticos en medio de una represión contra los disidentes y otros críticos del gobierno. Bajo el liderazgo del presidente Xi Jinping, la censura en internet ha empeorado, la libertad de expresión se ha reducido, las protestas se anulan rápidamente y cientos de organizaciones no gubernamentales no aprobadas han cerrado sus puertas.

“Extender la vigilancia al nivel local, y quizás incluso a los hogares de las personas, no es por seguridad sino por control”, consideró Frances Eve, de la oficina en Hong Kong de Defensores de los Derechos Humanos de China. “El gobierno afirma que dichos programas están creados para atrapar delincuentes o mantener la seguridad de las personas, pero la policía trata como delincuentes a quienes ejercen libertades civiles básicas, como la reunión pacífica o la libertad de asociación”.

Human Rights Watch calificó los sistemas de vigilancia y crédito social de China como “distópicos” y advirtió sobre sus “consecuencias siniestras” para los derechos humanos.

Los activistas están especialmente preocupados por la intensa vigilancia en la región de Xinjiang, donde las Naciones Unidas informaron que hasta un millón de miembros de grupos minoritarios musulmanes han sido detenidos en campos de reeducación, que el gobierno describe como centros de capacitación vocacional.

“Los tibetanos, uigures y otras minorías son tratados con sospecha y sujetos a vigilancia racial por su origen étnico”, afirmó Eve.

Pero los funcionarios locales y los ciudadanos en lugares que están probando Ojos de Lince dicen que les gusta el programa porque ha reducido el crimen.

En la aldea de Jiantai, en la provincia de Sichuan, los funcionarios afirmaron que antes los ladrones atacaban el área antes de los festivales para robar los preciados jamones curados de forma casera. Ello ocurría unas 10 veces al año. El sistema de cámaras lo redujo a cinco casos en 2016 y a ninguna ocurrencia en 2017, según Zhang Dabing, un funcionario de la aldea.

A principios de 2018, un hombre que observaba un video de seguridad en su teléfono móvil vio a un aldeano amenazando con un cuchillo a un vecino. Llamó de inmediato a la policía, quien se apresuró a llegar a la escena y puso fin a la pelea antes de que alguien saliera herido, relató Zhang. “El pueblo está creando un grupo de voluntarios que están muy apasionados por tener un vecindario pacífico”, expresó. “Los estamos entrenando como monitores activos”.

El pueblo cercano de Shanghe tiene 90 hogares y ocho cámaras de vigilancia. En su abarrotada sala de estar, con una bombilla al descubierto, Yeng Linquan mostró su televisor, donde puede sintonizar las cámaras de vigilancia locales cuando lo desea. “Es suministrado por el gobierno y no pagamos tarifas”, narró.

Si quiere llamar a la policía, presiona un botón verde en el control remoto de su televisor, alertando a quien esté de guardia, un deber que rota entre las familias. “Siento que es bastante útil”, prosiguió Yeng. “En el pasado hubo muchos robos. Robaban pollos, patos, cerdos, aceite y ese tipo de cosas. Me robaron muchas veces antes, pero desde que el gobierno instaló Ojos de Lince, no hay más robos”, remarcó.

También explicó que se advirtió a los aldeanos que no llamen a la policía a menos que tengan pruebas sólidas, “o se nos dará una advertencia oral”.

La tecnología está avanzando rápidamente, y algunas ciudades ya emplean cámaras que reconocen caras y leen números de matrículas. Beijing posee tales sistemas en aeropuertos y estaciones de tren, y ha anunciado planes para instalar uno en el metro de la ciudad.

En tres ocasiones, en abril y mayo, la policía usó un sistema de este tipo para detectar a presuntos delincuentes de entre una multitud de hasta 60,000 asistentes en los conciertos de una estrella pop de Hong Kong, Jacky Cheung. Uno de los individuos arrestados estaba acusado de no pagar $17,000 por una carga de papas, hace tres años.

La tecnología que utiliza inteligencia artificial para revisar montañas de datos de vigilancia está mejorando rápidamente.

La policía de la ciudad de Guangzhou detuvo a 800 sospechosos y resolvió más de 100 delitos en el último año, utilizando un sistema que reconoce caras y las filtra a través de una base de datos policiales casi en tiempo real, según Sensetime, la firma que desarrolló la tecnología.

En Anxi, Yin mostró la sala de control del pueblo, con sus 16 pantallas. Estaba especialmente orgullosa de algunas cámaras que están equipadas con altavoces. “Si hay algo que decir a los aldeanos, podemos transmitir el anuncio a través de este parlante”, dijo Yin. “Esta cámara y altavoz son versátiles, no solo para monitoreo de seguridad, sino también para el monitoreo de saneamiento ambiental y el manejo de estacionamiento ilegal y de vendedores que ocupan el camino”.

Yin remarcó que las cámaras no se pierden de nada, ni siquiera de quienes estacionan ilegalmente o tiran basura. En dos años, indicó, el nivel de delitos —que generalmente eran pequeños robos y asaltos ocasionales— se redujo a cero.

Los ciudadanos también han llamado a la sala de vigilancia para encontrar a sus padres ancianos o monitorear las inundaciones estacionales sin tener que ir a la orilla del río, comentó Yin.

El pueblo emplea a personas para monitorear las cámaras, y guardias pagados en motocicletas y ciudadanos voluntarios corren a la escena cuando alguien ve un comportamiento sospechoso y envía una alerta.

El pueblo es patrullado mediante un sistema de cuadrícula que tiene sus orígenes en los días de las dinastías imperiales de China, cuando los gobernantes confiaban en los líderes comunales para proporcionar soldados, recaudar impuestos y mantener el orden público.

Los residentes de Anxi rechazaron cualquier preocupación sobre la intrusión. Un hombre afirmó que el sistema de vigilancia fue útil cuando su hija desapareció por unas horas. Simplemente se conectó a las cámaras de vigilancia de su teléfono celular y encontró a muchos niños jugando. Ahí estaba ella.

Sin embargo, la videovigilancia se ha convertido en un tema delicado en medio de las crecientes críticas de los defensores de los derechos humanos.

Pocas personas permitieron ser citadas por su nombre hablando del tema, y los funcionarios locales se mostraron reacios a discutirlo con extraños. La franqueza de Yin al respecto fue rara, y resultó ser breve. Aproximadamente 40 minutos después de la entrevista, sonó su teléfono; era su jefe. Yin se disculpó y dijo que no se le permitía discutir Ojos de Lince con extranjeros.

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