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El hallazgo de huesos de mastodonte de 130,000 años de antigüedad podría reescribir la historia de la aparición de humanos en las Américas

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Los huesos destrozados de mastodonte en un sitio al sur de California llevan cicatrices de la actividad humana desde hace 130,700 años, sostiene un equipo de científicos, lo cual podría retroceder unos 115,000 años la fecha ampliamente aceptada del asentamiento de los humanos en América del Norte.

De ser verificado y corroborado por otros científicos, el descubrimiento descrito en la revista Nature reescribiría radicalmente la cronología de cuándo los humanos llegaron por primera vez a las Américas.

“Es la primera vez que hay un sitio arqueológico demostrado, con todas las de la ley”, afirmó Curtis Runnels, un arqueólogo de la Universidad de Boston que no participó del estudio, en referencia a la combinación de varias líneas de evidencia en el lugar del descubrimiento. “Esto tiene una enorme importancia; es uno de los descubrimientos del siglo, diría”.

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Sin embargo, sin el beneficio de restos humanos reales, la drástica modificación de la línea de tiempo aceptada podría no persuadir a todos los científicos del sector. “Mi reacción ha sido escéptica”, señaló John McNabb, un arqueólogo paleolítico de la Universidad de Southampton, que tampoco participó en el estudio. “La fecha que citan es fantásticamente más antigua que cualquier cosa citada como referencia de la ocupación temprana de las Américas hasta ahora. Es una duda muy grande”.

Los restos fragmentados del mastodonte fueron descubiertos a finales de 1992 por el coautor del estudio, Richard Cerutti, del Museo de Historia Natural de San Diego, durante un trabajo de monitoreo paleontológico rutinario en un proyecto de ampliación de una autopista de Caltrans, en el sur de San Diego. De los antiguos depósitos de agua surgieron restos de un camello, un caballo y otros mamíferos, incluyendo huesos, colmillos y dientes de un mastodonte, un lejano y largamente desaparecido pariente de los elefantes.

Pero los fósiles del mastodonte lucían muy diferentes de los otros cercanos. Los huesos de las extremidades del animal, sus molares y colmillos habían sido destrozados en varias piezas. Eso sorprendió a los investigadores, puesto que los huesos de las patas son fuertes y gruesos y deberían haberse preservado enteros durante las eras, especialmente ya que costillas y vértebras -más frágiles- habían sobrevivido en mucho mejor forma.

“Fue un sitio realmente intrigante”, afirmó Tom Deméré, coautor del estudio y paleontólogo de vertebrados del Museo de Historia Nacional de San Diego, quien explicó a continuación los patrones que desafían la explicación por causas naturales.

Los extremos de algunos huesos lucían arrancados, una señal de que los humanos podrían haber intentado llegar a la médula ósea, precisó el experto. Los huesos de mastodonte también llevaban patrones de fractura espiral que son típicos de las roturas que acontecen cuando el hueso todavía está fresco, en lugar de los quiebres rectos que ocurren en huesos mucho después de la muerte (los huesos de lobo y caballo hallados en las capas de sedimento cercanas no exhibían los mismos patrones).

Esa extraña y selectiva destrucción es una señal de que los humanos estuvieron allí, buscando huesos espesos y colmillos que podrían moldear en nuevas herramientas, remarcaron los autores del estudio.

Sumado a ello, los huesos no estaban dispuestos de la manera que suele suceder cuando un animal muere por causas naturales, sino agrupados en racimos, y cerca de cada grupo había dos o tres adoquines de piedra.

Si los humanos fueron quienes rompieron los huesos de mastodonte, probablemente lo hayan hecho usando grandes adoquines, resaltaron los expertos. Las piedras son grandes -una de ellas pesaba 32,5 libras- y podían emplearse como martillos o yunques. Estas piedras se destacaban en el sitio, particularmente porque la zona está llena de sedimentos finos y sedosos, no de grandes rocas. Las suaves corrientes fluviales que trajeron el limo no hubieran sido capaces de arrastrar grandes rocas al lugar, por ende, es posible que un humano las haya llevado allí. Además, los científicos pudieron ensamblar fragmentos de piedra que parecían haberse quebrado con el repetido martilleo.

“Simplemente no podía creer que esto estuviera ocurriendo, pero la evidencia estaba ahí, justo frente a uno”, señaló el autor principal, Steve Holden, director de la investigación en el Centro para la Investigación Paleolítica Estadounidense. Los patrones de quiebre eran extrañamente familiares a los que el experto había visto en los sitios que había estudiado en las Grandes Llanuras. “La evidencia es tan fuerte que uno no puede ignorarla y decir: ‘Oh, creo que no, no voy a lidiar con ella’”.

Para asegurarse, los investigadores incluso hicieron experimentos usando huesos de elefante, rompiéndolos con grandes piedras para ver si los patrones de daño de rocas y huesos coincidían con los patrones del mastodonte. Pronto descubrieron que el mastodonte de Cerutti no sólo marcaba un sitio paleontológico, sino arqueológico.

Para ver la edad de los huesos, el coautor del estudio James Paces, del U.S. Geological Survey en Denver, sometió los especímenes a técnicas radiométricas, para analizar la tasa de deterioro del uranio en los huesos y en su entorno, con el fin de determinar su edad. El resultado fue de 130,700 años, con un margen aproximado de 9,400 años. “Estamos seguros de que tenemos una muy acertada idea de cuándo murió este animal y cuándo los huesos se incorporaron al sedimento circundante”, afirmó Paces.

La teoría comúnmente aceptada de la llegada de los seres humanos a Norteamérica indica que ello ocurrió hace 14,500 años, aproximadamente, a través de un istmo que se abría intermitentemente. Recientemente, algunos científicos comenzaron a argumentar que los humanos podrían haber llegado mucho antes de esa fecha, hace alrededor de 30,000 o 40,000 años, aunque quiénes habrían sido y por dónde llegaron sigue siendo tema de debate. El nuevo hallazgo, sin embargo, lleva hacia atrás el registro de la especie humana mucho más allá de las expectativas de los científicos.

Si hubiera habido gente en California 130,000 años atrás, es posible que hubiera sido durante el puente de hielo que se formó justo antes del último período interglacial, cuando el clima más cálido y húmedo habría inundado el puente terrestre. También es posible que hayan usado botes, cruzando el pequeño tramo de aguas abiertas entre Asia y América del Norte y luego siguiendo camino por la costa del Pacífico (esta teoría marina también fue propuesta para apariciones humanas más recientes).

Pero, ¿eran estos seres humanos los ancestros de los humanos anatómicamente modernos, o eran quizás otra especie, como el Homo erectus o Neanderthal? Por ahora, es imposible de precisar, dado que no hay restos humanos en el sitio. Si fuesen de otra especie, ello podría remodelar la forma en que pensamos acerca de las habilidades y la historia de nuestros antiguos primos, resaltó Richard Fullagar, coautor del estudio y arqueólogo de la Universidad de Wollongong, en Australia.

“Las implicancias son enormes en términos de migraciones humanas porque, por empezar, no sabemos realmente qué humanos estaban en América del Norte hace 130,000 años”, destacó el especialista. “Hay posibilidades; podría ser el Neanderthal o el Hombre de Denisova, o un humano anatómicamente moderno, pero no hay restos humanos en Siberia nororiental que se parezcan a ese tipo de edades. Por lo tanto, es algo desconocido, y extiende de cierto modo la capacidad de estos primeros seres humanos para haber hecho tal viaje, especialmente si hubiera sido por barco y hubiese involucrado cruces marítimos en vez de terrestres”.

Por el momento, el estudio sigue siendo un único punto de referencia en una gama mucho más amplia de sitios más recientes. No hay restos humanos sacados del lugar de descanso del mastodonte, y es improbable que se halle alguno jamás, afirmó Holden. Ello es porque las densidades de población probablemente eran bastante bajas en ese momento, tal vez demasiado como para mantener una población reproductora suficientemente grande como para sobrevivir. Dos conjuntos de restos humanos de 13,000 años de antigüedad son conocidos a la fecha, a pesar de que los sitios arqueológicos de ese período abundan, explicó el experto. Hallar especímenes humanos diez veces más antiguos sería, como mínimo poco probable.

“Los restos humanos de un pasado lejano son muy, muy inusuales, por lo cual si sólo hay dos de 13,000 años de antigüedad, seríamos extremadamente escépticos de hallar algo de 130,000 años de edad”, afirmó Holen. “Sería una suerte de milagro encontrar algo de esa edad”.

McNabb, por su parte, se preguntó por qué no había señales de herramientas afiladas y agrupadas en el sitio. Los autores del estudio postulan que este mastodonte podía haber muerto tanto tiempo atrás que ya no contenía carne; de todos modos, a McNabb le resultó extraño, a menos que el esqueleto hubiera estado completamente desarticulado y la piel gruesa del animal removida, en cuyo caso, ¿qué tan bien conservada estaría la médula ósea en los huesos?

“Es difícil comprenderlo”, dijo, señalando la necesidad de una mayor investigación y la comparación de los especímenes de San Diego con otros sitios paleolíticos confirmados en África y demás.

Por su parte, Runnels señaló que tal vez los arqueólogos puedan ahora dedicarse a hallar más sitios de fechas tan temprana. “Mi esperanza, como tercero, es que esto desde luego estimule a más gente a trabajar más, a buscar más sitios y depósitos geológicos de esa época, para ver si hay nuevos hallazgos; algo que podría ocurrir con la publicación de estos resultados”, dijo.

En tanto, mientras los investigadores buscan evidencia en otros lugares, Deméré y sus colegas examinan la superficie de las grandes rocas en detalle, al microscopio, buscando signos de materiales orgánicos como los que podrían generarse al romper un hueso de mastodonte.

Si desea leer la nota en inglés, haga clic aquí

Traducción: Valeria Agis

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