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El enfoque de Trump puede parecer nuevo, pero Arnold Schwarzenegger lo probó antes, y ocurrió un desastre

La llegada del presidente electo Donald Trump a la Oficina Oval es para muchos en Sacramento un recuerdo del tumulto que enfrentó Arnold Schwarzenegger al pasar de celebridad a gobernador de California (Thomas Samson / AFP/Getty Images).

La llegada del presidente electo Donald Trump a la Oficina Oval es para muchos en Sacramento un recuerdo del tumulto que enfrentó Arnold Schwarzenegger al pasar de celebridad a gobernador de California (Thomas Samson / AFP/Getty Images).

(Thomas Samson / AFP/Getty Images)
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El presidente electo, Donald Trump, se podrá haber burlado del áspero debut de Arnold Schwarzenegger como falso presidente de juntas en “The Celebrity Apprentice”, pero mientras prepara su propio debut en la Oficina Oval, Trump podría aprender algunas cosas de su reemplazante en la TV.

Mucho antes de que Schwarzenegger heredara el papel de despedir en cámara a aquellos con un bajo rendimiento, le vendió a los votantes la promesa de despedir a un gobierno con pobre desempeño. Pocos políticos conocen mejor que Schwarzenegger la inconstancia de un electorado que impulsa a un forastero con personalidad desmesurada a ocupar un cargo alto.

Una vez en el poder, Schwarzenegger experimentó la rapidez con que una muchedumbre populista y complaciente podía pasar de emplear la rabia a verla rebotar hacia la dirección contraria. Las fascinadas multitudes que se deleitaban en sus promesas de restaurar la integridad y el sentido común del gobierno se volvieron en su contra cuando la burocracia siguió su camino.

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Gran parte de lo que está ocurriendo en Washington es conocido para los políticos de Sacramento, que soportaron el tumulto de los primeros años de Schwarzenegger como gobernador. Para él mismo también lo es, quien alguna vez pareció hecho de teflón mientras los reporteros lo desafiaban por sus inconsistencias, sus planes a medias y con efectos limitados.

El plan que anunció Trump para mantener abierta una fábrica en Indiana, su escándalo público con Boeing por el costo de su contrato del Air Force One y su uso de las redes sociales para mantener a los legisladores desconcertados podrían haber venido del mismo guión interpretado antes por Schwarzenegger.

Pero el exgobernador cometió errores tempranos que destruyeron su popularidad y lo obligaron a reevaluar su enfoque. En California, no faltan las especulaciones acerca de si Trump va por el mismo camino. Sus confidentes están conscientes de ello, pero se jactan de tener una resistencia que el equipo de Schwarzenegger no poseía. “Son un grupo de personas muy poderosas, acostumbradas a ganar”, señaló recientemente en un evento del Washington Post el expresidente de la Cámara de Representantes, Newt Gingrich, un temprano partidario de Trump y destacado sustituto de campaña. Gingrich predijo que la nueva administración no cambiaría su curso cuando fuese desafiada, lo cual sugirió una diferencia con Schwarzenegger. “Ellos dirán: ‘OK, debemos duplicar, triplicar o cuadruplicar nuestro nivel de energía y salir de esto”, aseguró.

Para los antiguos colaboradores de Schwarzenegger, ese pensamiento es un pésimo consejo: “Ese tipo de actitud es lo que prácticamente hace descarrilar el gobierno de Schwarzenegger”, manifestó Susan Kennedy, quien reinició con éxito la administración del exgobernador cuando fue contratada como jefa de gabinete durante uno de sus períodos más oscuros. “Si esa estrategia funcionara, hubieran construido una estatua de Newt Gingrich cuando cerró el gobierno, en lugar de sacarlo de la ciudad”, afirmó Kennedy, quien se encargó de ordenar el caos luego de que Schwarzenegger intentara aventajar a los legisladores obstinados con una serie de medidas electorales antisindicales y de total austeridad. Los votantes rechazaron cada una de ellas.

“Puedo mostrar mis cicatrices”, afirmó Joel Fox, un veterano defensor anti-impuestos que trabajó estrechamente con el exgobernador de California. Para él, Trump debería prestar atención a las lecciones aprendidas al movilizar tantos enemigos a la vez. “Nosotros queríamos eliminar la antigüedad de los maestros y revertir las cuotas sindicales. ¿Qué diablos estábamos haciendo? Fue un error de Arnold no limitarse. Y Trump podría fácilmente cometer la misma equivocación”.

El giro radical ocurrió rápidamente. El índice de aprobación del exgobernador se disparó velozmente a más del 70% después de un primer año en el cual había revocado un odiado impuesto automotriz, rediseñado un sistema de compensación de trabajadores y persuadido a los votantes de comprar un gran paquete de préstamos para poner al estado en vías de solvencia.

Pero en su segundo año, extralimitarse lo cambió todo. Los votantes habían coincidido con Schwarzenegger en los problemas que inundaban el estado, pero él juzgó mal el apetito de soluciones del electorado.

Trump se enfrenta al mismo tipo de riesgo. Sus planes de lograr cambios mediante la revocación de Obamacare, la represión de la inmigración ilegal y el fin de los acuerdos comerciales lo exponen a una reacción violenta. Muchos de los mismos votantes disgustados por el statu quo en California redirigieron su disgusto a medida que veían cómo los planes de Schwarzenegger amenazaban con degradar sus escuelas, salud y parques.

Hay, por supuesto, nítidas distinciones entre estas dos extrañas celebridades republicanas, ajenas al mundo de la política. Schwarzenegger se enfrentó a una Legislatura hostil, mientras que Trump tendrá un Congreso amistoso. El exgobernador se sumergió en la ‘Universidad de Schwarzenegger’ para aprender tanto de política como fuera posible de parte de algunas de las mentes más agudas en el gobierno del estado, pero Trump no ha demostrado aún ser un estudioso del tema. Schwarzenegger se sumó a la cruzada contra el cambio climático, algo que el presidente electo llamó ‘un engaño’. Las iniciativas electorales no son una opción para él.

No obstante, ambos ganaron la elección prometiendo que podrían usar su perspicacia de negocios, sus conocimientos de los medios y su poder y fama para abordar problemas sociales intratables. En el caso de Schwarzenegger, la falta de control de la Legislatura fue compensada por los niveles de popularidad, algo que le es esquivo a Trump. La tentación de apostar en grande era tan irresistible para el exgobernador de California como ahora puede ser para el presidente electo.

“Había una sensación de que estar allí era sinónimo de hacer cosas intrépidas”, aseguró Rob Stutzman, quien fue director de comunicaciones de Schwarzenegger. Pero las dotes actorales del exgobernador, su desprecio por el protocolo, su personalidad enérgica que persuadió a los votantes para no conformarse -todas cuestiones compartidas por Trump- disminuyeron cada día de su gobierno. “El factor cool de la fama tiene una vida útil”, afirmó Stutzman. “Sólo hay una cantidad determinada que uno puede hacer. En algún punto, hay que comenzar a parecer y a actuar como un gobernador. Y en algún momento, Trump debe empezar a actuar como un presidente”.

Hubo un momento que dejó en claro que Schwarzenegger había perdido el apoyo de la masa. Ante un grupo de periodistas, subió a un grifo gigante del cual brotaba un líquido rojo, anunció que detendría el flujo de tinta roja (una metáfora de la burocracia) en Sacramento, y cerró la válvula. Pero, a diferencia de lo que había ocurrido antes con acrobacias similares, ésa falló. Los votantes estaban hartos de los trucos.

Para entonces, incluso el rechazo a inclinarse ante la ortodoxia partidaria, que había sido un punto a favor del exgobernador, se había convertido en un lastre. Las luchas internas en la comitiva del gobernador eran famosas; sus más altos funcionarios ponían informantes para espiar a otros empleados, los amigos hollywoodenses liberales del gobernador luchaban contra los antiguos alumnos fiscales de Pete Wilson que él había contratado. Así las cosas, no era claro quién tenía el apoyo de un jefe ejecutivo que, al igual que Trump, había prosperado en la imprevisibilidad.

Los mismos políticos que inicialmente se encorvaban ante la presencia del exgobernador comenzaron a desafiarlo; el tren parecía estar a punto de descarrilar. “Apenas pierdes, todos los enemigos políticos ven la posibilidad de desmantelarte aún más”, afirmó Bonnie Reiss, una amiga cercana y consejera de Schwarzenegger, quien ahora está al frente del instituto de USC que lleva su nombre.

Schwarzenegger ya no era ese intruso impetuoso que le gustaba a la multitud. Los problemas que había heredado, ahora eran los suyos. Humildemente, le dijo a los californianos: “Si tuviera que hacer otra película de Terminator, le diría al personaje que viaje hacia el pasado y le diga a Arnold que no tenga otra elección”.

Las colaboraciones de Schwarzenegger con los demócratas desde ese momento son conocidas; defendió la política histórica del cambio climático en el estado y apalancó un repunte de la economía para un paquete de infraestructura ampliamente popular que le ayudó a asegurar su reelección.

Menos sabido es cómo pasaría a jugar -más paciente y magistralmente- un doloroso juego interno para lograr la plataforma de restricción fiscal y la reforma política que había prometido. No habría más gloria como gobernador mientras la economía nacional entraba en caída libre y, con ella, California. Pero Schwarzenegger logró victorias políticas que tuvieron un impacto duradero en el estado con cada negociación presupuestaria. “Trump podría aprender mucho de lo que Arnold hizo, que fue tomarse la política en serio”, manifestó Mike Murphy, uno de los estrategas clave del exgobernador. Otra lección que podría adoptar es aprender a preocuparse menos por ganar la atención sobre sí mismo en el momento, y concentrarse en ganar el juego a largo plazo.

Fue una clase que el exgobernador comenzó a tomar después de que el presidente electo destruyera su debut en “Celebrity Apprentice”, vía Twitter. El exgobernador de California sugirió que quizás el enfoque de Trump estaba fuera de lugar y que debía orientarse más “hacia el trabajo de la gente”. “Le deseo la mejor de las suertes y espero que usted trabaje para TODOS los estadounidenses tan activamente como lo hace para ganar rating”, escribió Schwarzenegger.

Si desea leer la nota en inglés, haga clic aquí.

Traducción: Valeria Agis

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