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Con la ilusión de que sus hijos sean modelos o actores, los padres pagan y son engañados por los diseñadores

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Amelia Su-Lin Crawford estaba de pie cerca de la esquina del amplio salón y entregaba cupones de la tienda de prendas infantiles Little T’s Boutique. Era el día antes de los Oscar, y la niña modelo, por entonces de ocho años de edad, trabajaba para una de varias compañías reunidas en una suite de obsequios de la Academia de Hollywood, donde personalidades de TV de realidades y otros artistas recogían sus botines mientras posaban para los fotógrafos.

Para asistir al evento en Hollywood, la madre de Amelia, Amanda Crawford, pagó $1,000 a la diseñadora Tiffany Cooper, propietaria de Little T’s.

Crawford, residente de Corona, llevó a su hija al evento en febrero pasado para conocer a los VIP que podrían ayudarla en su carrera de modelo y actuación. La tarifa le dio a Amelia acceso a la suite y a un vestido rosa y gris sin mangas que vistió para la ocasión, detalló Crawford. Más tarde recibió otros dos vestidos.

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Según Crawford, el medio día de trabajo fue “una pérdida de tiempo total”, porque no generó ninguna oportunidad para modelar o actuar, según le dijo Cooper. “No salió nada de ello, y nada saldrá”, afirmó Crawford.

Cooper disputa las acusaciones. En una era de televisión y redes sociales omnipresentes, cuando todo el mundo piensa que puede convertirse en una estrella, la industria del modelaje ha visto cómo una afluencia de empresas se acercan a personas que sueñan con ser la nueva Kendall Jenner o Gigi Hadid.

Little T’s, con sede en Trenton, Illinois, es uno de un puñado de empresas manejadas por diseñadores de moda que hacen dinero cobrando a las familias por artículos como ropa o fotografías a cambio de la oportunidad de trabajar en un desfile, una sesión de fotos o una suite de obsequios. Otra diseñadora, Nancy Vuu, con sede en Fremont, California, envió un email destinado a padres donde comunicaba la ‘oportunidad’ de pagar miles de dólares para que sus hijos modelos aparezcan en un cortometraje.

Cobrar a los padres para que sus hijos tengan acceso a trabajos de modelado y entretenimiento es una preocupación creciente entre los expertos de la industria y las autoridades. “Esta práctica, especialmente porque involucra a niños, es particularmente desconcertante y potencialmente ilegal”, señaló Mike Feuer, fiscal de distrito de Los Ángeles. “Animo a cualquier persona que tenga información a que se contacte con nuestra oficina para que podamos tomar las medidas apropiadas”.

Las tarifas cobradas por estos diseñadores van desde unos pocos cientos de dólares hasta $15,000, según padres y las propias solicitudes de los diseñadores. Algunos de ellos han conectado sus empresas con eventos del espectáculo como los Oscar o el Festival de Cine de Cannes, algo que, según los padres, hace que sus firmas se vean más creíbles.

“Estoy decepcionada de que los márgenes del mundo de la moda hallan caído tan bajo”, afirmó Susan Scafidi, directora académica del Fashion Law Institute, de la Escuela de Derecho Fordham.

Los agentes tradicionales que representan a modelos infantiles sostienen que les prohíben a sus clientes pagar por vestidos o cualquier artículo que les dé acceso a eventos de moda. “Les hacen pagar por trabajar”, afirmó la agente Lindsay Stewart, presidente de Zuri Model and Talent Agency, que representa cerca de 1,200 modelos infantiles en L.A. y Nueva York. “Este tipo de cosas son una pérdida de dinero. No conducen a nada”.

En respuesta a una serie de preguntas enviadas por correo electrónico, Cooper defendió sus prácticas y dijo que la mayoría de sus clientes son nuevos en la industria de la moda, y que algunos han tenido éxito al conseguir agentes y aparecer en revistas importantes. La página de Facebook de su empresa ofrece testimonios de clientes satisfechos.

“Si los padres quieren pagar para que su hijo tenga ropa, haga nuevos amigos, fortalezca su confianza, viaje por el mundo y pase un buen momento, ¿quiénes somos nosotros para decir que está mal?”, respondió la diseñadora.

En referencia a las quejas de Crawford, Cooper contestó: “El remordimiento del comprador no está cubierto por mi política de NO reembolso”, y agregó que la única promesa que le hace a los clientes que asisten a los eventos en las suites es que tendrán la oportunidad de ser vistos por productores, actores, editores de revistas y otros.

Pero Stewart remarcó que no busca nuevos clientes en las suites de obsequios, y que ningún otro agente o director de reparto lo hace. “Nunca jamás he ido a una de ellas”, señaló, y agregó que comprar vestidos como los que vende Little T’s no ayuda a las carreras de modelos infantiles.

Incluso un profesional de la moda que se ha beneficiado de algunos de los clientes de Cooper cuestionó sus prácticas. La artista de maquillaje Gabriela Banda, quien fue contratada por padres para preparar a sus hijos antes de los eventos en las suites, señaló que el arreglo de inmediato le generó una alerta. “Para mí era raro”, afirmó. “Se paga una buena cantidad de dinero. No me gusta; pensé que se estaban aprovechando de los padres”.

David Fischer, profesor adjunto de la Facultad de Derecho de Loyola, señaló que los diseñadores de moda podrían estar aprovechándose de la ignorancia de algunos padres acerca de la industria, y de su deseo de ayudar a sus pequeños. “Hay padres que deciden: ‘Mi hija será la próxima Heidi Klum’”, dijo Fischer. “Sería un shock si una empresa, a sabiendas, tomara dinero de esos padres y no generara modelos exitosos”.

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Little T’s Boutique está situada lejos de los distritos de moda de Nueva York, París o Milán. Trenton es una pequeña ciudad en Illinois, con una población cercana a los 3,000 habitantes. Pero Cooper ha convencido a familias de todo el país que puede dar un acceso superior a la industria de la moda. Seis madres que pagaron por sus servicios señalaron que la diseñadora hizo promesas que no pudo cumplir, que las presionó para gastar dinero o les vendió prendas que no habían sido hechas a medida por ella.

Crawford remarcó que, cuando vio a su niña trabajando en la suite de los Oscar, algo que no fue sancionado por la organización que entrega los célebres galardones, le resultó evidente que Amelia no sería descubierta allí. “¿En qué estaba pensando cuando contraté esto?”, se preguntó la madre.

Poco después, Crawford decidió volver a pagar para que su hija trabaje en un evento de moda. Ahora, Amelia tiene un representante y un agente para comerciales, y recientemente trabajó como extra en programas de TV como “Baskets”, de FX. En octubre, Amelia desfiló en un evento de moda realizado por la revista Avant Garde en el centro de L.A., donde no recibió paga pero al menos pudo quedarse con las prendas que lució.

Amy Marcello, residente de Greenville, Carolina del Sur, afirmó que gastó $500 para comprar prendas hechas a medida por Cooper para su hija Bella, de 12 años, y Marco, de 9. El año pasado, Marco debía usar los diseños de Cooper durante un desfile de caridad en Chicago. El niño es autista, comentó Marcello, y para él caminar en una pasarela era una experiencia positiva. “Le encantan las luces”, aseguró.

La mujer detalló que, para que Marco pudiera participar, se le pidió que comprara prendas de Cooper. Pero el traje era de mala calidad y no le quedaba bien al niño cuando se lo probaron, ya en el desfile, lo cual generó que Marco rompiera en llanto. “Yo estaba furiosa. Soy madre soltera, realmente no tengo tanto dinero para gastar… Vendí muebles de mi casa para hacer ese viaje”, afirmó Marcello.

También detalló que rechazó la oferta de Cooper para arreglar el traje en el momento. “Saqué a Marco del show”, explicó. “Podía asegurar que ese traje no había sido hecho a medida por Tiffany”. La mujer comentó también que se dio cuenta de que habían retirado una etiqueta de las prendas, y luego comprendió que habían sido compradas en Burlington Coat Factory. Luego de quejarse ante Pay Pal, recibió un reembolso de su banco.

Fischer explicó que una situación como la descrita por Marcello es legalmente cuestionable “si las familias pueden demostrar que se les dijo que recibirían prendas de cierta calidad -alta costura- y luego les dan ropas que uno podría comprar en un estante de Kmart”.

Cooper negó cualquier procedimiento incorrecto y no abordó las acusaciones respecto del traje de Marco. Afirmó, en cambio, que Pay Pal tiene una política de resolver ese tipo de disputas y que también la reembolsó a ella.

A pesar de todo, Cooper tiene clientes satisfechos. Michelle Whitley, de Mattoon, Illinois, llevó a sus dos hijas a la suite de los Oscar. La mujer se negó a decir cuánto había pagado por las prendas de Little T’s, pero elogió a Cooper como “una gran diseñadora” que crea oportunidades para niños. “Esto es algo que normalmente no se ve todos los días, especialmente en el medio oeste, donde vivimos… ir a Los Ángeles y conocer celebridades”, dijo.

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A los padres no sólo se les pide que compren ropa para participar en eventos de moda. En un caso inusual, la diseñadora Nancy Vuu envió un correo electrónico ofreciendo la participación de niños en “lo que podría ser el primer cortometraje infantil de moda”.

La película contaría “una hermosa historia, que fusiona el mundo de la fe y la moda”, según una copia de la oferta enviada en julio de 2015, que dos padres -cuyos hijos participaron del corto- enviaron a The Times. Pero había una trampa: los padres podían “patrocinar” a sus hijos con pagos que oscilaban entre los $1,500 y los $15,000.

La tarifa más alta garantizaba un “papel protagónico” en el corto, invitaciones a festivales de cine, participación en sesiones de fotos promocionales y anuncios para revistas, según el correo electrónico. Vuu también dijo que planeaba presentar la película al Festival de Cine de Cannes y otros eventos similares. El texto cerraba con una exhortación religiosa: “Gracias por considerar una asociación con nosotros, mientras sembramos Su Reino”.

Zino Macaluso, un ejecutivo sénior de SAG-AFTRA, afirmó que cualquier proyecto cinematográfico que cobre a los actores por participar “genera alarma”. “Es algo execrable para SAG.AFTRA tener intérpretes en el estado de California, sean miembros del gremio o no, que paguen por trabajar”, afirmó. “Ciertamente aconsejaríamos que nadie participe en algo así”.

The Times se contactó con las familias de 10 de los 77 actores listados en los créditos del cortometraje según la base de datos on line IMDB Pro. Sólo cuatro padres respondieron. Ninguno afirmó haber pagado por la participación de sus hijos en la película, llamada “Unto Me”, y una madre reconoció que a su hija le pagaron unos pequeños honorarios. Algunos de ellos afirmaron que sus hijos disfrutaron de la experiencia, pero también notaron que los hicieron trabajar largas horas en el rodaje, en el centro de L.A., durante un día de agosto de 2015.

“Literalmente SÓLO les dieron agua y pretzels a los niños durante las nueve o diez horas que estuvieron en el rodaje, mientras que el equipo de realizadores estaba totalmente abastecido”, precisó Renae Rico, de Sunnyvale, California, en un email. Su hija de 12 años no pagó por la experiencia, y tampoco recibió paga. De todas formas, remarcó Rico, ella “la pasó muy bien”.

En abril pasado, Vuu publicó en Facebook que “Unto Me” había sido aceptado en los Premios Globales de Cortometrajes de la Gala de Moda y Premios de Cannes, y anunció que sería la anfitriona de un desfile durante el evento, una nueva ceremonia de premios abierta a aficionados. Aunque el evento se realizó al mismo tiempo que el Festival de Cine de Cannes, no tiene vínculo alguno con éste y el cortometraje no se proyectó allí, tal como informó un vocero.

Sin embargo, varios padres creyeron erróneamente que el film se mostraría en el prestigioso festival, señaló Chris Thompson, un vigilante de la industria quien lleva una página de Facebook llamada Kids Runway.

Desde Francia, Vuu publicó en su página de Facebook algunas imágenes de sí misma en el Festival de Cine de Cannes. “Tan asombrada de la bondad de Dios”, decía el epígrafe de una de ellas, que la muestra sobre la alfombra roja frente al Palais, el lugar principal del festival.

“Si no eres experto o no sabes nada del negocio y los festivales, puedes asumir que [‘Unto Me’] era parte del gran evento, con todas las celebridades”, afirmó Thompson, quien vive en Santa Mónica y tiene tres hijos modelos y actores.

The Times envió un email a una vocera de Vuu con varias preguntas que detallaban quejas sobre su empresa y la realización de “Unto Me”. “Desafortunadamente, Nancy está muy ocupada y no tendrá tiempo para la entrevista”, respondió la portavoz.

No obstante, algunos clientes de Vuu están satisfechos con sus relaciones comerciales. Deb Schenk, quien vive en el área de Milwaukee, afirmó que pagó a Vuu por fotos profesionales de su hija, que participó en “Unto Me” y que no pagó para actuar. Remarcó también que Vuu trató bien a la niña, para quien participar en eventos de moda es “un hobby”, tal como practicar deportes.

Pero Thompson advirtió que los padres de aspirantes a modelos “no deben pagar por estar en el negocio”. “La única manera de entrar es tener un agente… y trabajar duro”, aseguró.

Si desea leer la nota en inglés, haga clic aquí.

Traducción: Valeria Agis

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