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California se prepara para enviar su mensaje al partido demócrata este martes

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Excepto que ocurra un milagro, Bernie Sanders no ganará la nominación demócrata, aun cuando triunfe en las primarias de California. Pero eso no significa que la elección de este martes no tenga sentido. El resultado en California jugará un papel importante en la determinación de cuánto tiempo Sanders se mantendrá en carrera, y sigue siendo una espina en el costado de Hillary Clinton.

Si uno ha prestado atención, ya sabe que Sanders enfrenta un obstáculo implacable e insuperable: la aritmética. Clinton tiene una gran ventaja en “delegados comprometidos”, elegidos durante las primarias y los caucus. Para alcanzarla, el senador necesitaría sumar al menos un 75% en las ocho pruebas restantes, algo que no ocurrirá.

Eso nos lleva al ‘Plan B’ de Sanders: los superdelegados.

Durante meses, el senador de Vermont se quejó de que es antidemocrático e injusto reservar 712 votos de la convención para los políticos y líderes del partido.

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Pero luego de California, los superdelegados serán la única reserva importante de votos en juego, el único camino de Sanders para la nominación. El senador asegura que planea permanecer en carrera el tiempo suficiente para atraerlos.

Su campaña ya tiene un pequeño “equipo de superdelegados” que trabaja desde los teléfonos en Burlington, Vermont, y ha alineado dos docenas de sustitutos -desde Ben & Jerry, los fabricantes de helados, a las actrices Rosario Dawson y Susan Sarandon- para influenciar a los líderes partidarios de cada estado y los legisladores.

Dejando a un lado la hipocresía de confiar en los votos no demócratas, es probable que la estrategia no funcione. Para ganar, Sanders debería convencer a aproximadamente 200 superdelegados ya comprometidos con Clinton para que cambien de bando, algo que nunca ha sucedido anteriormente.

Y aquí es donde los votantes de California enviarán un importante mensaje. Si Sanders gana en este estado, se sentirá envalentonado para permanecer en carrera el tiempo suficiente como para probar su estrategia de los superdelegados.

Puede parecer quijotesco, pero Sanders puede argumentar que ganar el mayor estado de la nación significa ganar una oportunidad más. Sin embargo, si el senador no gana en California, su seguridad como contendiente se evaporará rápidamente. Podrá justificar su participación en la última primaria en Washington, planeada para el 14 de junio próximo, pero se enfrentará a un aluvión de pedidos de otros demócratas -líderes como el senador Chuck Schumer (D-N.Y.) y el vicepresidente de la nación, Joe Biden, ambos amigos de Sanders- para que reconozca que ha perdido y lance su apoyo a Clinton.

En 2008, Clinton no concedió la nominación a Barack Obama hasta cuatro días después de la última primaria. “Eso nos da hasta el 18 de junio, aproximadamente, para decidir”, confesó la semana pasada un asesor de Sanders, quien insistió en mantener su anonimato para hablar de hipotéticos eventos futuros, en lugar de simplemente expresar su plena confianza en una victoria total.

Además, agregó el asesor, el candidato y sus seguidores necesitarán algo de “aire para respirar”, en otras palabras, tiempo para afrontar el final de su campaña y el duelo correspondiente. “Él no puede simplemente chasquear los dedos y decirle a sus seguidores: ahora estamos a favor de Hillary”, advirtió el experto.

Aún así, la cruzada de Sanders no estará totalmente terminada, porque su campaña jamás se trató exclusivamente de ganar la nominación.

Su prioridad máxima a lo largo de toda la campaña fue sentar las bases de lo que él llama “una revolución política” que reúna a los progresistas y empuje el partido demócrata hacia la izquierda.

Sus sueños para la plataforma del partido incluyen un salario mínimo de $15 (Clinton apoya uno de $12), la oposición a un pacto comercial propuesto con Asia (que Clinton apoyó inicialmente, aunque ahora señala que desea incorporar cambios) y una fuerte iniciativa para reformar la financiación de las campañas electorales.

También tiene demandas de personal: quiere que la representante Debbie Wasserman Schultz (D-Fla.) sea eliminada como presidente del Comité Nacional Demócrata, y que el exrepresentante Barney Frank (D-Mass) deje su cargo como copresidente del Comité de Normas de la convención. Irónicamente, Sanders desea que las reglas cambien para abolir a los superdelegados.

También quiere utilizar la convención del próximo mes, en Filadelfia, como vehículo para cambiar la cara del partido, aun si eso significa algunas peleas ruidosas.

“Creo que si hacen la elección correcta y abren las puertas a la clase trabajadora y los jóvenes, y a crear el dinamismo que el partido demócrata necesita, el proceso puede ser un poco incómodo”, señaló Sanders el mes pasado. “La democracia no siempre es agradable, tranquila y apacible, pero es hacia donde el partido debe ir”.

“Tendremos 2,000 representantes de Sanders dentro de esa sala”, agregó su asesor. “Estas personas han peleado con la clase política por un buen tiempo. Hay una inclinación natural en nuestro sector a dar batalla”.

Más allá de lo que ocurra en California, habrá una división fundamental entre los adeptos a Clinton y los Sanderistas. Clinton y sus partidarios quieren la unidad del partido mientras se preparan para la campaña de otoño, y quieren que Sanders se alinee. Pero el senador de Vermont, quien se declaró ‘demócrata’ recién el año pasado, seguirá exigiendo un cambio fundamental, incluso si éste se concreta a expensas de la unidad del partido. La batalla se prolongará mucho después del conteo de votos de esta semana.

Para leer este arículo en inglés haga clic aquí.

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