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Cuando rompió conmigo, sentí como si me hubiera dado un puñetazo

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Cuarenta. Cuarenta era la cantidad de restaurantes a los que había ido en la lista de los 101 Mejores Restaurantes de Jonathan Gold en Los Ángeles. Algunos de esos restaurantes los conocía desde hace años, pero la mayoría de ellos eran nuevos y los había estado tachando de la lista junto con D. Éramos conocidos de la universidad, y nos volvimos a encontrar el año pasado, convirtiendo nuestra amistad en un torrido romance.

Comenzó con bebidas informales y una plática sobre nuestras vidas después de la universidad en el ahora clausurado Freddy Smalls. Luego, en otra noche, pizza y fusilli picante en Jon & Vinny’s, donde nos quedamos mucho tiempo y nos sobornaron con bombolonis gratuitos para que nos fuéramos. Hubo botellas de vino en Ester’s en Santa Monica. Increíbles palitos de mozzarella y unas berenjenas con parmesano en Cosa Buona. Una boloñesa que reconfortó al alma en Rossoblu. Varias pastas y una focaccia esponjosa y crujiente en Felix, seguido de un helado en Salt and Straw.

Mi estómago era increíblemente feliz, pero también lo era mi corazón. La mejor parte de estas salidas no fue la comida; fue explorar nuevos lugares y partes de mi ciudad con alguien con quien me conecté de una manera que nunca antes lo había hecho. Todo fue fácil y sin esfuerzo.

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Mientras salivaba sobre el fusilli picante en Jon & Vinny’s, lo que más anhelaba era la sensación de placer que experimenté cuando D se rio de mis chistes. No recuerdo la botella exacta de vino que bebimos en Ester’s, pero nunca olvidaré el momento en que mi corazón se agitó cuando puso su mano sobre mi espalda por primera vez. Mientras que los palitos de mozzarella en Cosa Buona fueron inolvidables, no podía dejar de pensar en el momento de esa noche: nos dimos cuenta de que estábamos llegando tarde, así que bebimos nuestras cervezas en Mohawk Bend y corrimos por la calle, tomados de la mano y riéndonos, para evitar perder nuestra mesa.

Cuando me senté frente a él en Felix, me di cuenta de que quería sentarme frente a él por el resto de mi vida. Me hizo querer ser mejor, probar cosas nuevas y conquistar Los Ángeles con él a mi lado.

Pero tan rápido como comenzó, rápidamente terminó.

Nunca me han golpeado físicamente con un puñetazo, pero esta ruptura es lo que imagino que se siente que te dan uno. Perder a la persona en quien confiabas. Sentirte completamente segura acerca de algo y luego darte cuenta de que estabas completa y totalmente equivocada.

Estábamos comiendo cacio e pepe (mi favorito) y tonnarelli all’Amatriciana (su favorito) en Uovo y algo no estaba bien. La conversación no fluía como solía hacerlo. El comportamiento de D parecía cauteloso. Comimos en silencio, y me hizo sentir más ansiosa. Cuando le pregunté si algo andaba mal, dijo que estaba estresado por una intensa semana de trabajo, así que simplemente lo dejé pasar.

Al día siguiente, me envió un mensaje de texto al trabajo y me preguntó si estaba libre esa noche, pero no me ofreció más detalles.

La última vez que me preguntó si estaba libre para una salida misteriosa, resultó ser un viaje sorpresa al Museo del Helado, donde nos enamoramos del helado Earl Grey Tea & Shortbread Cookie de McConnell’s. Pero esta vez era distinto.

Más tarde esa noche, mientras estaba sentado en mi cama, la expresión de su rostro lo decía todo.

Estábamos a punto de tener “la plática”.

Honestamente, no puedo recordar todo lo que dijo, pero los puntos principales fueron que quería postularse a la escuela de posgrado para que eso ayudara a su carrera. Para lograr esos objetivos, no tenía tiempo ni espacio para mí en su vida.

Usé el término “puñetazo” porque esto realmente salió de la nada.

Nunca antes había mencionado la posibilidad de la escuela de posgrado. De hecho, en un momento me dijo que no tenía que cursarlo porque en el trabajo lo consideraban un niño prodigio. Como yo, él también quería conquistar Los Ángeles. Pero en su versión no me tenía a su lado.

Y así como así, todo había terminado.

Nunca entenderé cómo las cosas se disolvieron tan rápido. En última instancia, no necesito entender. Todo se reducía a esto: ya no quería estar conmigo. Y yo necesito seguir adelante.

Compartir una comida con él podría ser tan íntimo. Ciertos bocados todavía me transportan a ese pasado. Mentiría si dijera que no pienso en él cuando como fusilli picante en Jon & Vinny’s o cuando reviso la lista de nuevos restaurantes del Eater L.A. Sigo sintiendo una punzada de tristeza cuando alguien menciona a Rossoblu porque todo lo que puedo pensar es en cómo él ya no está en mi vida.

Sin embargo, no se sientan mal por mí. Sé que esto es algo que eventualmente superaré.

Todavía me quedan 61 restaurantes por descubrir, ya sea sola o con alguien nuevo a mi lado.

L.A. Affairs narra la búsqueda de amor en Los Ángeles y sus alrededores. Si tienes comentarios o una historia real que contar, envíenos un correo electrónico a LAAffairs@latimes.com.

Si quiere leer este artículo en inglés, haga clic aquí.

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