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Relato de un inmigrante transgénero ante la ley y su familia

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Tenía trece años apenas cuando un agente de la Patrulla Fronteriza apuntó su pistola hacia mi cabeza. De repente unos perros pastor alemán me rodearon y un helicóptero volando cerca mí, me impidió escuchar los gritos de los agentes. Estaba siendo detenido por intentar entrar a los Estados Unidos sin inspección.

Los agentes me llevaron a un centro de detención donde fui encarcelado sin el derecho de hablar con un abogado. Cuando me regresaron a las calles de México, dormí en un refugio hasta que otra vez viajé por la inmensidad del desierto en camino hacia los Estados Unidos. Llegué a California y, debido a mi estatus de ilegal, crecí sin ninguno de los derechos otorgados a todo ciudadano estadounidense.

Mi vida tomó una vuelta de 180 grados el día que dentro de una clínica de derechos de refugiados, en un cuarto congestionado con una alfombra sucia, los abogados me proporcionaron la representación legal que evita la deportación a los países de origen de personas que son víctimas de persecución.

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Lo que siguió fue la solicitud de asilo político donde hable del impacto que tendría mi vida si fuera deportado. Fue precisamente durante mi entrevista de cuatro horas cuando tuve mi segundo encuentro con un oficial de inmigración. En ese momento fui capaz de argumentar los motivos por los cuáles debería tener derecho a las protecciones del estado de asilo, y gané.

Un par de meses después de comenzar la terapia hormonal sustitutiva, estábamos sentados en la sala con mi familia cuando mi hermano mayor notó que mi voz había cambiado.

“Parece que estas creciendo,” me dijo bromeando. Nos reímos y luego le dije que había optado por la transición de mujer a hombre. Mi hermano me abrazó y me dijo que me amaba.

Fue hasta entonces que decidí hablar con mi familia ‘Salir del clóset’ y me presenté como una persona transgénero.

Era el año 2014, una década después de que habíamos emigrado, mi hermano me contó un recuerdo de nuestra infancia y, en esta ocasión, él respetó mi identidad transgénero y se refirió a mí como él y no como ella: nosotros de niños jugábamos fútbol en las calles de Chiapas, México.

Aunque mi vida de inmigrante transgénero no es represente de todas las vidas en nuestra comunidad transgénero Latina, espero animar a cada uno de nosotros a vivir una vida de autenticidad. Además, como un inmigrante transgénero y como miembro fundador de FAMILIA: Trans Queer Liberation Movement, es mi deber asegurarme de que vivamos una vida de seguridad, dignidad, y justicia; cualquiera que sea nuestro estatus legal o identidad de género.

Julián Cancino es escritor y crítico cultural de Chiapas, México. Miembro fundador de FAMILIA: Trans Queer Liberation Movement, su trabajo defendiendo los derechos de la comunidad LGBT Latina aparece en The New York Times, Colorlines Magazine y Black Girl Dangerous. Entre en contacto al linkedin.com/in/cancino.

Si desea leer esta nota en inglés, haga click aquí

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