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Bernie Sanders, una amenaza al ‘establecimiento político demócrata’

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Armado con una computadora portátil en una sala de una de las universidades más caras de Estados Unidos, Elliot Warren -de 19 años- hace llamadas telefónicas a favor de Bernie Sanders, socialdemócrata de 74 años que compite por la Presidencia en el país estandarte del capitalismo.

Nacido ocho años después de la caída del Muro de Berlín, Warren es uno de los miles de jóvenes seducidos por el discurso de Sanders, centrado en la desigualdad generada por la crisis económica de 2008-2009 -la más grave en Estados Unidos desde la Gran Depresión- y en la promesa del socialismo democrático europeo.

“Los jóvenes son más abiertos a la palabra socialismo porque no recuerdan la Guerra Fría”, dice Warren, quien aún con becas debió endeudarse con 10 mil dólares para poder ir a la universidad.

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Hijo de una familia de clase media de Nueva Jersey, Warren dirige un grupo de estudiantes que promueven de forma voluntaria la candidatura de Sanders por el Partido Demócrata en la Universidad George Washington, una institución privada en el centro de Washington DC.

“Yo estaba sentado en mi dormitorio cuando mi compañero de cuarto me dijo: ‘Un socialista democrático llamado Bernie Sanders se lanzó a la Presidencia’. Yo le dije: ‘Esto es un chiste, no hay posibilidad de que un socialista pueda ganar’”, narra Warren, rememorando un episodio ocurrido en el verano de 2015.

Hoy, Sanders es un fenómeno político y mediático que sorprende dentro y fuera de la Unión Americana por su conexión con los jóvenes, su capacidad recaudatoria y por haber puesto contra las cuerdas a Hillary Clinton en la carrera demócrata, tras los resultados de las primarias en Iowa, New Hampshire y aunque perdió por seis puntos en Nevada, aún tiene grandes posibilidades.

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Parte de la migración hippie de los sesentas de la ciudad de Nueva York a las recónditas Montañas Verdes de Vermont -el estado del Noreste que representa como senador-, Sanders inició una modesta campaña en 2015, pero hoy es ya una amenaza al llamado “establishment demócrata”.

Acusándola de demasiada cercanía a la industria financiera de Wall Street, Sanders obligó además a la redefinición de quien por años era considerada como la candidata obligada del Partido Demócrata rumbo a elección de noviembre: la ex Primera Dama y ex Secretaria de Estado, Hillary Clinton.

“Estamos aquí para decir fuerte y claro que ‘esto ha sido suficiente’. Esta gran nación y su gobierno pertenecen al pueblo y no a un puñado de multimillonarios”, dijo Sanders en el inicio de su campaña, a la orilla de un lago en Burlington, capital de Vermont, a sólo 50 minutos de la frontera con Canadá.

Pero quizá el evento que colocó a Sanders como figura nacional del progresismo estadounidense -una etiqueta que Clinton asegura que no tiene- fue un discurso maratónico de 2010, de más de 8 horas de duración, en el pleno del Senado, que buscaba infructuosamente no reautorizar unos beneficios fiscales a los más ricos.

Con promesas como instaurar un sistema de salud universal estilo Dinamarca o buscar un acceso gratuito a las universidades públicas como el alemán, Sanders logró este 2016 empatar con Clinton en las asambleas partidistas en Iowa; obtuvo un triunfo holgado en su vecino estado de New Hampshire y en Nevada donde se creía hace unos meses que perdería en forma rotunda, quedo a seis puntos de lograr la victoria.

“Bernie Sanders está apelando a los idealistas, aquellos que son movidos por los temas más que por los candidatos. Son aquellas personas que buscan llegar al cambio sin ningún tipo de componenda”, explica Michael McDonald, profesor de ciencia política en la Universidad de Florida, en Gainesville.

Aunque en las preferencias nacionales aún está detrás de Clinton por al menos 13 puntos en promedio -según el sitio Real Clear Politics-, el idealismo tras la campaña de Sanders logró ganar en fondos recaudados durante enero de 2015, con 20 millones de dólares sobre 15 millones de Clinton. Lo trascendente e importante de esta recaudación es que fueron donaciones de la gente común y corriente, contrario a su oponente que ha dependido de las grandes contribuciones de las corporaciones. Además, a nivel nacional Sanders ha pasado de ser un candidato de relleno a uno que verdaderamente podría ganar la nominación demócrata.

Descrito como “Sanderismo” por su biógrafo Harry Jaffe -una referencia al Sandinismo nicaragüense- la devoción por Bernie Sanders surgió primero en los ochenta, cuando el eterno activista judío combinó la crítica al capitalismo despiadado con los valores de las zonas rurales de Vermont.

Miembro de la Liga Socialista Juvenil en su juventud, objetor de conciencia a la Guerra de Vietnam y activista contra la segregación racial en la Universidad de Chicago, Sanders logró ser electo congresista a la Cámara Baja en 1990.

Aunque ha moderado su oposición al control de armas de fuego, Sanders es descrito como un hombre que por más de 50 años ha mantenido su foco en la crítica feroz a los abusos contra la clase trabajadora, pero que en esencia posee un alma independiente, a veces testaruda e incluso fría.

Pero para los seguidores de Sanders como M.C. Miller -una joven activista de 26 años, integrante de un pequeño grupo político que se denomina “Socialistas Democráticos de América”-, la candidatura del senador por Vermont creció gracias a la pasión del discurso y al carácter horizontal del movimiento.

“Yo pienso que el pueblo debe controlar democráticamente la economía. Para mí es muy emocionante que Bernie esté usando la palabra socialismo democrático en la campaña”, dice Miller, al tiempo que repartía volantes de su organización, que forma parte de la Internacional Socialista.

“Muchos jóvenes hemos visto cómo el salario no basta”, añade Miller.

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Casado en segundas nupcias con Jane O’Meara, y con 4 hijos, Sanders es definido como el “Profeta Populista” por la revista The New Yorker, pero es un político disciplinado que aprendió a ganar desde su campaña a alcalde de Burlington, capital de Vermont, en 1981, y no un rebelde sin causa fija.

“Mi cabello era largo, pero no largo para la época. Fumé mariguana pero nunca fui parte de la cultura de las drogas. Ese no era yo”, dijo Sanders en una entrevista reciente a la revista New York, recordando los años sesenta.

Nacido de familias de inmigrantes judíos en el corazón de Brooklyn en Nueva York, Sanders ha retomado la historia de sus padres siempre limitados por los ingresos, sin casa propia, algo que recuerda hoy en mítines al pedir un aumento al salario mínimo y en su críticas a los grandes bancos.

Posiblemente sus orígenes humildes es una de las razones del porque muchas familias de clase trabajadora se identifican con sus principios y su lucha.

Proveniente de Vermont, donde 94 por ciento de la población es blanca, la principal prueba para Sanders está en los estados con presencia de minorías étnicas y que, según las encuestas, mayormente optan por Clinton, en parte por la larga conexión que ella y su esposo, el ex presidente Bill Clinton, han construido con esas comunidades.

“Pienso que Clinton es todavía la favorita a la nominación. El camino hacia la Casa Blanca pasa por el apoyo de los afroamericanos en lugares como Carolina del Sur”, dice el politólogo McDonald.

Entre los líderes latinos, el único congresista que ha expresado abiertamente su respaldo a Sanders es el congresista demócrata por Arizona, Raúl Grijalva, quien junto a varios jóvenes indocumentados que laboran en la campaña ha asegurado que éste apoya una reforma migratoria con camino a la ciudadanía.

Pero con el triunfo en New Hampshire el martes pasado, acompañado de crecientes menciones en medios y de sus espectaculares recaudaciones de fondos -que superan a las de Hillary-, Sanders ha logrado colocar su filosofía de amplias críticas a las compañías petroleras, la industria farmacéutica y los grandes bancos en el corazón de la campaña demócrata. Y ha hecho recordar cómo Obama arrebató la candidatura a Clinton en 2008.

En lugares como la Universidad George Washington, el entusiasmo de los jóvenes a favor de Sanders como Emily Hein -una estudiante de 19 años de ciencia política- hace que el apoyo por el senador esté a flor de piel, lo que no elimina que, en sus propias familias, esos chicos encuentren la principal resistencia a su candidato.

“Mi mamá me dice que su objetivo principal es que ningún republicano llegue a la Casa Blanca. Yo respeto su opinión, pero ella me dice que si vota por Sanders, un republicano llegaría a la Presidencia y que por eso apoya a Hillary”, confiesa Hein.

Integrante del grupo de la Universidad George Washington que apoya a Sanders, Hein describe un ambiente eléctrico entre sus compañeros -muchos de los cuales votarán por primera vez-, ambiente que los motiva a hacer llamadas telefónicas a votantes, sin remuneración alguna, o a vender donas para conseguir fondos para la campaña.

“Muchos dicen que Bernie es como un increíble abuelo que realmente entiende las cosas”, añade Hein con una sonrisa.

Aunque en Nevada Sanders quedo a seis puntos de la victoria frente a Clinton, la amenaza para la ex secretaria de Estado sigue, ya que en forma general hasta el momento Sanders tiene un porcentaje más amplio en los resultados en conjunto de los tres estados hasta ahora disputados.

Hillary Clinton: Iowa 49.9%, New Hampshire 38% y Nevada 53% = 140.9%

Bernie Sanders: Iowa 49.6%, New Hampshire 60% y Nevada 47% = 156.6%

No obstante el arrastre creciente de Sanders y los resultados adversos que se pronostica en Carolina del Sur, los observadores han mencionado que el ‘Super Martes’ (1ro de marzo) será la fecha decisiva y dará una visión más clara de quien obtenga la nominación demócrata.

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