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“Ha sido un infierno”: las quejas de los vecinos de la flamante “sede espacial” de Apple en Silicon Valley

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Un exultante Tim Cook, director ejecutivo de Apple, aprovechó la reciente presentación de los productos más novedosos de la empresa para presumir de su nueva y futurista sede.

Además de acoger a unos 13.000 empleados, el complejo conocido como Apple Park cuenta con un enorme gimnasio, un huerto de árboles frutales, una pradera, un estanque y 1.000 bicicletas para sus empleados.

Su construcción costó unos US$5.000 millones y se prolongó durante más de seis años. Años que, para Jeff, residente en el barrio más cercano al edificio de Apple, “han sido un infierno”.

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BBC Mundo recorrió este tranquilo vecindario y habló con algunos de sus residentes.

Polvo, ruido y atascos

El barrio de Birdland se convirtió en un microcosmos de las tensiones que suelen surgir cuando una gran corporación se expande y tiene que construir nuevas oficinas.

El ruido de la maquinaria, los atascos por las calles cortadas y el polvo producido por las obras se convirtieron en el día a día de unos vecinos habituados a la calma en una zona residencial de casas de una sola planta.

“Son inconvenientes que se pueden esperar de una obra como esta, pero lo que nos molestó fue que nos sentimos olvidados”, dice Bonnie, madre de dos chicos, “como estamos en la periferia de la ciudad, no se preocuparon por nosotros”.

El barrio de Birdland, conocido por sus calles con nombres de pájaros, está en el límite entre dos municipios: Sunnyvale, al que pertenece oficialmente, y Cupertino, al que pertenece la sede de Apple.

Ahí radica gran parte del problema, según Bonnie.

Nos tratan como si no importáramos. A Cupertino no le importa porque no pertenecemos a ese municipio. Sunnyvale tampoco parece preocuparse”.

Jeff, un hombre de unos 50 años que vive dos casas más allá, precisa que las obras se prolongaron en ocasiones más allá de la medianoche y que la contaminación del aire llegó a dañar algunos autos.

“Buenos vecinos”


Apple Inc. está muy al tanto de todas estas quejas y asegura que hizo todo lo posible por ser “un buen vecino”.

“Diría que fuimos extremadamente conscientes de las quejas locales”, señala en un comunicado Dan Whisenhunt, vicepresidente de propiedades y desarrollo en la empresa.

“Recibíamos correos diarios que revisaba personalmente. Si el tema era muy serio, visitaba a los residentes en sus hogares”, añade.

La empresa asegura que organizó reuniones informativas a lo largo de los años que duró la construcción.

“Celebramos más de 100 reuniones con individuos y organizaciones locales y emprendimos al menos cinco campañas sobre diseño medioambiental e impacto económico local para los 26.000 hogares más cercanos a Apple Park”, indica Whisenhunt.

Apple también dice que ofreció compensaciones, unas en forma de inversión en infraestructuras, y otras directas para los residentes, como por ejemplo miles de boletos para lavados de auto.

Soluciones de futuro

Por su parte, el gobierno municipal también se defiende de las críticas y afirma que monitoreó la situación desde un principio. Su portavoz, Jennifer Garnett, prometió que se buscarán soluciones para los problemas específicos y que habrá dinero adicional para la comunidad.

Melissa, residente en la avenida Nightingale, es escéptica ante estas explicaciones.

“Yo no he visto intervención del gobierno municipal por ningún lado. Las ruedas de mi auto fueron pinchadas tres veces en los últimos tres años”, cuenta.

No se encontró a la persona responsable de esto y Melissa no duda que ocurrió en la calle Homestead, la vía principal que separa Birdland de Apple Park por la que ella circula cada día.

Mudanza forzada

Ahora que las obras están casi terminadas (sólo quedan algunos detalles finales), lo que se siente en las calles de Birdland es resignación. Y preocupación por el futuro.

Excepto los dueños de restaurantes y comercios cercanos al campus, que están felices por el potencial crecimiento de sus negocios, los habitantes del barrio temen que tendrán que trasladarse.

El valor de las casas se ha disparado.

Agentes inmobiliarios de Sunnyvale y alrededores le dijeron al diario The New York Times que desde que se anunciaron los planes de Apple para la nueva sede, en 2011, los precios de la vivienda se duplicaron.

Una casa de unos 130 metros cuadrados, con tres habitaciones y dos baños, podía costar unos US$750.000 hace cinco años y ahora cuesta US$1,5 millón.

La empresa inmobiliaria Intero Real Estate Services indica que, en los primeros seis meses de 2017, 24 casas del barrio se vendieron en un precio medio de US$1.690.350.

Son precios quizá poco sorprendentes para Silicon Valley y la bahía de San Francisco, pero en el caso de las casas de Birdland, construidas en los años 50 y 60, son excesivamente caros.

Algunos de los residentes de más edad han optado por vender la vivienda a los recién llegados. Para otros vecinos, una “mudanza forzada” no debería ser la solución.

“Muchos dicen que deberíamos estar felices porque Apple está haciendo subir el valor de nuestras propiedades”, apunta Melissa, “pero eso no me sirve de mucho si no pienso vender. Y no estoy segura de que ese dinero compense lo que he tenido que aguantar… y lo que me queda”.

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