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Votantes enojados: México, espejo de AL

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Gran parte del debate político en México hoy está enfocado en el proceso electoral del año que viene.

En un contexto cargado de fuerte descontento social el camino hacia las elecciones estará marcado por un alto nivel de incertidumbre.

Es probable que estas sean las elecciones presidenciales de mayor importancia en décadas; no solamente por la elevada incertidumbre, sino porque hay marcadas diferencias entre los candidatos en cuanto a la forma de resolver los principales problemas que afectan al país.

Algo que escapa a muchos observadores es que algo similar está ocurriendo en varios de los principales países latinoamericanos.

Entender esos casos puede ayudar a comprender lo que sucede - y lo que sucederá - en México.

Las tres economías más grandes de la región-Colombia, México y Brasil--tendrán elecciones inciertas en el 2018.

En los tres casos hay una alta demanda de cambio producto de un fuerte descontento del electorado con los gobiernos de turno--y la clase política en general--en un contexto donde el desempeño económico es decepcionante y los temas de corrupción están tomando creciente importancia.

Colombia tendrá elecciones presidenciales en mayo (y legislativas en marzo).

El Presidente Juan Manuel Santos tiene niveles de aprobación de solo 26 por ciento, y las encuestas muestran una creciente preocupación con temas de corrupción luego de varios escándalos relacionados a pagos ilegales realizados por la empresa de construcción Odebrecht a funcionarios públicos y campañas electorales.

Esto sumado a un desempeño económico decepcionante y amplio malestar con un acuerdo de paz rechazado en un plebiscito, pero aprobado en el congreso a espaldas de parte de los votantes.

Hoy hay más de 20 aspirantes a la presidencia y aunque es probable que el electorado termine inclinándose por un candidato moderado, de centro-izquierda o centro-derecha, no es inconcebible que haya sorpresas más radicales.

Ciertamente, el grupo que ha manejado la política colombiana en las últimas décadas enfrenta un riesgo considerable de perder el poder.

Esto importa porque la economía colombiana enfrenta serios desafíos. La baja en la producción y precios del petróleo han tenido un impacto negativo en términos de crecimiento y cuentas fiscales, mientras al gobierno de Santos le ha sido complicado reducir el nivel del gasto público.

Es poco probable que la producción petrolera suba significativamente dados los desafíos geológicos y de oposición de comunidades, en un contexto en el que los precios del petróleo se mantengan relativamente estables.

El próximo gobierno tendrá que tomar decisiones difíciles en materia fiscal y para atraer inversión extranjera. No será fácil para un nuevo gobierno con débil apoyo popular.

Algo similar ocurre en Brasil. Los votantes están muy enojados con una clase política a la que consideran corrupta e incapaz, y están buscando un cambio.

Mucho de esto tiene que ver con el escándalo de corrupción, el “Lava Jato” que mostro al alto nivel de corrupción y colusión entre la clase política y económica.

Brasil está saliendo de una seria crisis política, que terminó con la caída de la Presidenta Dilma Rousseff, y la peor crisis económica desde los años 30.

El candidato más competitivo en las elecciones de octubre será aquel que mejor canalice la demanda de cambio.

Hoy a varios posibles candidatos: Jair Bolsonaro, Joaquim Barbosa y Joao Doria.

El ex Presidente Lula todavía lidera las encuestas, pero con altos niveles de rechazo es difícil que pueda ganar en una segunda vuelta, aun si pudiera competir, algo que la Justicia decidirá en algún momento del 2018.

Más allá del entretenimiento de una campaña incierta, la recobrada estabilidad política y económica es en gran medida producto de la percepción de que el proceso de ajuste y reformas económicas continuará después de las elecciones.

Pero no está claro que los outsiders estén muy convencidos de empujar reformas políticamente difíciles.

Seguramente lo harán, forzados por el mercado, pero el camino va a ser sinuoso.

Así que aun en un contexto de recuperación económica, las principales economías de la región tendrán elecciones sumamente inciertas que determinarán como sigue su historia.

Como vimos en Chile, donde muchos creían que el ex Presidente Sebastian Piñera tenía la victoria asegurada, es un error subestimar el descontento de los votantes, aun si las élites no lo comprenden del todo.

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