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Cada vez más estudiantes pasan hambre, UC Irvine abrió una despensa comunitaria de alimentos

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El estudiante de UC Irvine Ernest Devin Rankin creció en Anaheim con una comida al día. Sus padres, discapacitados, tenían seis niños y luchaban para estirar los pagos de la incapacidad y las estampillas de alimentos.

Cuando llegó a la universidad, el joven solamente podía pagar el plan más barato del comedor, que ofrece 100 comidas por trimestre. Cuando se le agotaron los alimentos, pidió ayuda a sus amigos o sobrevivió con burritos, tacos y hamburguesas de $1 dólar.

Rankin y miles de otros estudiantes de UC Irvine que enfrentan luchas similares consiguieron un logro importante este miércoles, cuando la casa de estudios abrió la despensa de alimentos más grande en el sistema de 10 campus que componen la Universidad de California. El almacén, de 1,800 pies cuadrados, tiene estantes de comida fresca, alimentos enlatados y secos, refrigeradores para productos fríos y congelados, artículos de aseo y una cocina americana completa con batidoras, un horno convencional y otro de microondas, así como una cafetera. Es un lugar amplio, con áreas donde los alumnos pueden sentarse a conversar. Si quieren, pueden también leer libros de cocina o tomar cualquiera de la 15 variedades de semillas -calabaza, espinacas y perejil, entre ellas- para tratar de cultivar sus propios productos.

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“Significa mucho para mí saber que hay gente que lucha por los estudiantes como yo”, aseguró Rankin, de 18 años, quien cursa su segundo año de especialización en políticas de salud púbica y ciencias de la educación.

La despensa es parte de la iniciativa de alimentos de UC, un impulso de tres años para abordar el problema de la inseguridad alimentaria, tanto en casa como en el extranjero. Una encuesta en todo el sistema halló el año pasado que cuatro de 10 estudiantes no tenían una fuente constante de alimentos nutritivos de alta calidad. El sondeo, realizado entre 9,000 estudiantes, fue el más grande en el país en observar la seguridad alimentaria en el campus y encontró que casi un tercio de aquellos necesitados tenían dificultad para estudiar debido al hambre, y que casi un cuarto debían elegir entre pagar por alimentos, o por educación y gastos de vivienda.

Cuando dio a conocer los resultados el año pasado, Janet Napolitano, la presidente de UC, anunció un esfuerzo de $3.3 millones para ampliar la lucha contra la desnutrición en el campus. Así, otorgó a cada sede $151,000 -además de los $75,000 que había asignado en 2015- para abordar el problema.

En el sistema, los campus han abierto despensas de alimentos, utilizado fondos de emergencia, iniciado jardines orgánicos y puesto en marcha programas de “Golpe al hambre” que permiten a los estudiantes donar dinero extra a los planes de alimentación para estudiantes necesitados.

En UC Irvine, los estudiantes aprobaron una cuota de $3 por trimestre el año pasado para ayudar a sus pares necesitados a obtener alimentos nutritivos. Los funcionarios de UC Irvine han empleado los fondos de Napolitano y $150,000 en ingresos anuales de la cuota para crear y equipar la nueva despensa, contratar personal y ofrecer clases sobre nutrición, cocina y planificación financiera. También trabajan con los bancos de alimentos del condado de Orange y Second Harvest.

La primera vez que UC Irvine abrió una despensa de alimentos con artículos no perecederos fue en 2015. El año pasado, ésta recibió casi 10,000 visitas. El campus también alberga mensualmente los “mercados de granjeros” con productos frescos y talleres educativos.

“En la UCI intentamos establecer el estándar para lo que deben hacer escuelas y comunidades en todo el país”, afirmó Thomas A. Parham, vicerrector de Asuntos Estudiantiles, en el corte de listón del nuevo espacio, realizado este miércoles.

Cuando los estudiantes ingresaron al lugar, encontraron alimentos como arroz, frijoles, pollo, atún, verduras, crema de cacahuate, sopas, paquetes de vegetales, tikka masala, fideos coreanos y chips de tortilla.

También hallaron cestas llenas de vegetales, como papas, manzanas, sandías y tomates, que suscitaron exclamaciones. “¡Oh, qué bien! Podré hacer papas fritas!”, afirmó Ana María Cuevas, de 18 años, estudiante de primer año de Chino Hills. La chica tomó imágenes en video para enviar a su padre, quien estaba preocupado por sus comidas.

Los refrigeradores están llenos de queso, leche, yogurt, hongos, tofu, pasta y verduras congeladas. En el área de cocina, la directora de educación culinaria, Jessica Van Roo, demostró el arte de hacer rollos vietnamitas rellenos de col, zanahoria, albahaca y cilantro, condimentados con salsa Sriracha. “Si no saben cocinar, les podemos mostrar cómo hacerlo”, afirmó Van Roo a los estudiantes que se alineaban para obtener muestras. “Pueden conseguir comida gratis aquí, pero si no saben cómo cocinarla, es un problema”.

La coordinadora de necesidades básicas del campus, Andrea Gutiérrez, quien estará a cargo de la despensa, expresó que casi el 44% de los alumnos de UC Irvine tienen acceso constante a alimentos nutritivos. Pero también el 19% de los alumnos se ven obligados a saltarse comidas y pasan hambre, mientras que un 25% comen regularmente de forma económica, con alimentos que no son nutritivos, como el ramen instantáneo o la comida rápida.

Sobre las personas que creen que la alimentación no es un problema y que el ramen instantáneo es un elemento básico de la época universitaria, Gutiérrez remarcó: “Un estudiante no debe comer ramen y estar desnutrido. No podemos seguir aceptando esta realidad”.

Los alumnos podrán llevarse dos bolsas de comestibles, una semana después certificar su comprensión de que el alimento está destinado para aquellos que no pueden pagar por su comida.

Guillermo Páez, estudiante de quinto año de sociología, aseguró que él y otros estudiantes que luchan para alimentarse a menudo ocultan su problema. Cuando era estudiante de primer año, no pudo pagar un saldo de $3,000 en su factura de la universidad y perdió su plan de comidas. Al principio, incluso ni siquiera se lo dijo a su propia madre, que trabaja como mucama de un motel. El joven sobrevivió a base de zanahorias y crema de cacahuate, y sus calificaciones colapsaron, dijo, porque no podía concentrarse. Finalmente informó a su mamá y ella juntó el dinero para pagar la factura.

La nueva despensa, resaltó, es un regalo del cielo. “Los estudiantes sabrán que no están solos”, afirmó.


Traducción: Diana Cervantes

Si quiere leer este artículo en inglés, haga clic aquí

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