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La odisea para comprar medicamentos en las farmacias estatales de Cuba

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Cuando el despertador suena a las 3:45 am, ya Ramiro Betancourt lleva un par de minutos con los ojos abiertos. Se levanta de la cama y sale de su habitación, va a la cocina y se sirve una taza de café, se fuma un cigarro con la vista puesta entre las rendijas de una ventana que da a la calle y ve cómo parpadea fuera un poste de luz eléctrica.

Son las primeras horas de un martes cualquiera y Ramiro pretende ser uno de los primeros en la fila de la farmacia estatal de su vecindario para comprar los medicamentos del mes de su familia.

Un ritual que ha tenido que incorporar de manera forzosa a sus 70 años, pues desde 2016 el sistema de salud cubano ha venido presentado una notoria inestabilidad en el abastecimiento de fármacos a la población.

Después del café y el cigarro, Ramiro se asea, se viste, vuelve a su cuarto y le da un beso en la frente a su mujer, de 76 años, que padece de cardiopatía y duerme enrollada en una sábana.

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Cierra la puerta y va a la habitación contigua, le da vuelta a la cerradura y echa un vistazo fugaz. Dentro, duerme su hijo de 42 años, que hace más de 20 años contrajo el virus VIH.

Ramiro sale a la madrugada. Camina unas seis cuadras y a las 4:05 am llega a la farmacia. 14 personas han llegado antes que él.


La salud pública es uno de los estandartes de Cuba. Desde 1959 se convirtió en uno de los logros más preciados de Fidel Castro y su revolución al instaurar un sistema de servicios gratuitos en la isla y brindar ayuda médica a través de brigadas internacionalistas a naciones en estado de emergencia.

También, por su prestigio alcanzado a lo largo de los años, la medicina cubana es utilizada como moneda de cambio o de pago en convenios intergubernamentales.

Pero después de la década de los 90 y la llamada crisis del “período especial” en Cuba, el sistema de salud comenzó a deteriorarse como el resto de los sectores estatales. Desde ese entonces, las instalaciones hospitalarias y los servicios dejan mucho que desear.

Si bien la atención médica sigue siendo gratuita y efectiva, y cada ciudadano tiene la posibilidad de acceder mensualmente a fármacos a través de una libreta de racionamiento, el sistema de salud muestra síntomas de una nueva crisis.

Meses atrás, el Estado acordó que en cada consulta u operación, se le entregara a la población un documento con las cifras estimadas del precio que costaría ese servicio brindado.

Una decisión que levantó sospecha en los cubanos pues temieron que fuera el primer paso de la desaparición de la salud gratuita en el país, pero el gobierno aclaró que era solo una campaña que desarrolla el Ministerio de Salud Pública (MINSAP) para crear conciencia de los gastos que realiza la nación en ese sector.

Ahora, con la drástica reducción de las importaciones del petróleo venezolano por los aprietos económicos de Caracas, la crisis del sistema de salud cubano se refleja en la falta de medicamentos.


“Los medicamentos los descargan en la farmacia un día fijo de la semana y los venden al otro. Solo entran cuatro veces al mes y si uno no viene temprano a comprarlos, se acaban porque son muy pocos y no alcanzan para todos”, dice una de las señoras punteras de la fila, que lleva más de 12 horas en las afueras de la farmacia.

Como Ramiro, la mayoría de las personas que se encuentran aguardando a que la farmacia abra sus puertas a las 8:00 a. m. son de la tercera edad.

Desde que la crisis de medicamentos comenzó hace un año en la isla, cada una de las 2.148 farmacias del país determinó un día de la semana para vender los pocos fármacos que le suministra el Ministerio de Salud Pública (MINSAP).

La industria farmacéutica cubana produce el 63% de los 801 medicamentos que conforman el cuadro básico de fármacos, el restante 37% es importado por el MINSAP.

Y el 47% del cuadro básico está destinado por el gobierno a la red de farmacias.

“Afectaciones en la industria repercuten directamente en la red de farmacias”, dijo Cristina Lara Bastanzuri, jefa del Departamento de Planificación y Análisis de Medicamentos, Reactivos y Farmaco-epidemiología del MINSAP en un artículo publicado por el periódico Granma.

En el mismo texto, Rita María García Almaguer, directora de Operaciones del Grupo de las Industrias Biotecnológica y Farmacéutica, reconoció que “la causa fundamental de la inestabilidad en las entregas de medicamentos por parte de la industria al sistema de salud es la falta de financiamiento oportuno para pagar a los proveedores”.

La crisis de la industria farmacéutica cubana provocó que durante el 2016 y 2017 se decretara el paro de varias plantas productoras de fármacos al no disponer de los recursos necesarios para poner en marcha los procesos productivos.

Nuestra industria tampoco está ajena a las afectaciones del bloqueo norteamericano, que provoca elevados gastos por la no utilización del dólar en las transacciones y tiene que adquirir las materias primas en mercados muy lejanos con largos periodos de entregas, donde los fletes muchas veces son aéreos, lo cual provoca tener que erogar más divisas de lo que cualquier otro país gastaría para poder obtenerlas”, también dijo Cristina Lara Bastanzuri en el citado artículo.


A las 8:00 a. m., una de las dependientes de la farmacia comienza a entregar tickets para organizar la fila que dobla la esquina.

“Tienen que repartir esos turnos porque los medicamentos no alcanzan”, dice un señor que acaba de recoger con su mano derecha el papelito que le garantizará comprar.

“A veces ni con los tickets uno garantiza comprar lo que busca. Casi todos las personas compran antibióticos, pastillas para el corazón y para la hipertensión, y después los que venimos atrás no alcanzamos porque la oferta es menor que la demanda. Yo he estado dos meses sin tomar mis medicamentos de la presión arterial”, dice otro hombre con los brazos cruzados que espera su turno.

Uno de los fármacos más demandados es el analgésico Dipirona, que según cifras del MINSAP se requiere más de mil millones de tabletas al año para satisfacer las necesidades de la población y, para garantizar un mes de cobertura, la industria farmacéutica debe producir entre 84 y 86 millones de tabletas.

“En los últimos seis meses la cobertura de este producto ha sido muy inestable, pues nuestras plantas no tienen capacidad para producir ese volumen” dijo García Almaguer a Granma.

Y añadió que “las deudas con los proveedores hicieron que se atrasaran las entregas”. “A partir de enero tendremos estabilidad de los 30 días de cobertura de cada mes, y está prevista ya la cantidad necesaria hasta el mes de junio del 2018”.


A un costado de la farmacia hay una hilera de cuatro teléfonos públicos y debajo un alargado tubo de hierro que les sirve de asiento a varias de las personas mientras esperan su turno para pasar a la farmacia.

Una de las señoras que está sentada le dice a otra que está a su lado: “Tenemos que madrugar para no morirnos. Esto en este país era impensado”.

La señora que primero escuchaba, responde: “No hay manera que uno pueda entender que en las farmacias no haya medicinas y que uno las encuentre en el mercado negro a precios desorbitantes”.

Desde febrero pasado, el MINSAP desarrolló un control ministerial a todas las farmacias del país en el que detectó ilegalidades en su funcionamiento y hechos de corrupción que terminaron en procesos judiciales asociados en su mayoría a la venta ilícita de medicamentos y al uso indebido de cuños y recetas.

“Cuando no hay lo que buscas aquí en la farmacia, se puede encontrar en la calle. Lo que hay que pagarlo a un precio veinte veces más alto que el estatal”, dice un hombre que también está sentado sobre el tubo de hierro.

Ramiro, que está a unos metros de él, comenta: “Yo vengo porque mi chequera no me da para comprar por fuera las pastillas y mi mujer está mal del corazón y si no vengo se me muere. Así y todo, siempre en el mes le falta alguna medicina. Por suerte a mi hijo, que tiene VIH, no”.

“De manera intencionada se ha ido trabajando en el programa de VIH y atención al grave, así como de oncología, en los cuales se ha logrado mantener la cobertura y entrega estable de medicamentos”, dijo García Almaguer en su artículo en el Granma.

Finalmente, a Ramiro le llega su turno. Entra con su tickets en mano y está siete minutos dentro de la farmacia.

Cuando sale, dice que dos de las tabletas que debía comprar para su mujer se han agotado. Se queda mirando al vacío, toma un aire y luego suelta una especie de manifiesto: “No me gusta lo que está pasando en Cuba. Yo no cuelgo los guantes por mi mujer”.

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