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“Soy todo lo que el gobierno de Trump odia”: el joven que no quiere ser moneda de cambio para Estados Unidos

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Su propia abuela le dice que no regrese a El Salvador.

José Guevara, de 23 años, sigue con mucha atención el debate sobre inmigración en Estados Unidos.

Amparado por el programa DACA (la Acción Diferida para los Llegados en la Infancia que protege de la deportación a los inmigrantes indocumentados que llegaron a EE.UU. siendo niños), su suerte puede cambiar en cinco semanas.

El discurso sobre el Estado de la Unión que el presidente estadounidense Donald Trump ofreció este martes, en el que insistió en la seguridad al hablar sobre inmigración, no sirvió para tranquilizar a José sobre el futuro de los indocumentados.

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José no sabe qué pasará. pero una cosa tiene clara: “Volver a El Salvador sería mi sentencia de muerte”.

Acumulación de desafíos

José vive en el barrio Boyle Heights de Los Ángeles, California.

Recibe a BBC Mundo en su casa, un pequeño apartamento donde las fotografías cuentan la historia de un joven que llegó a Estados Unidos con apenas 9 años.

Eso fue en 2005. Sus padres habían abandonado El Salvador unos años antes, a principios de los 2000, acogiéndose al Estatus de Protección Temporal (TPS, por su sigla en inglés), un programa que el presidente Trump ha decidido rescindir.

No recuerda bien cómo llegó a California, solo sabe que voló a Los Ángeles y que de pequeño no era consciente de que era indocumentado.

“Conoces tu estatus cuando estás intentando conseguir algo, cuando presentas una solicitud. A mí me pasó en 6º grado (con 11-12 años), quería ir a un campamento pero me dijeron que no tenía pasaporte y no podía volar”, relata.

Con 15 años de edad, a José le diagnosticaron leucemia, Logró vencer la enfermedad pero con 18 años tuvo una recaída y ahora ha vuelto a enfermar.

El hecho de acogerse al programa DACA le permitió, entre otras cosas, estar cubierto por el seguro médico de su madre.

“Cuando el expresidente Barack Obama aprobó DACA [junio de 2012] mi vida dio un cambio tremendo: conseguí el número de la seguridad social, me saqué la licencia de conducir, abrí una cuenta en el banco, empecé a trabajar, me compré un auto y abrí una línea de crédito”, explica José.

“Pero era una solución temporal. Ahora esa solución está en el limbo y si la revocan, soy yo el que se queda en el limbo”.

Todo lo que Trump “odia”

Con cierto sentido del humor, José detalla los factores que lo convierten en persona non grata para el gobierno de Donald Trump:

“Soy una persona que se beneficia del plan de salud de Obama, soy una persona indocumentada y soy una persona de la comunidad LGBT, todos ellos grupos atacados por el presidente Trump”.

Para José quedarse sin la protección de DACA significaría quedarse sin trabajo y sin licencia, no poder llegar a sus citas para tratar el cáncer y probablemente quedarse sin el seguro médico de su madre.

“Impediría que yo salvara mi vida, no quisiera ni pensar que pudiera llegar una deportación”, expone.

El regreso a El Salvador no es una opción para este joven homosexual que cuenta que su propia abuela, la única de la familia que queda viviendo en el país centroamericano, le ha dicho que no vaya a visitarla.

Teme por la seguridad de los dos.

“El Salvador es un país que ahorita está muy peligroso, yo como persona LGBT no podría regresar, es muy homofóbico, el aborto es ilegal, el matrimonio gay ni lo piensen, sería una sentencia de muerte para personas como yo”, apunta.

Lo dice también por el cáncer, por las dificultades que tendría para tratárselo en su país de origen.

La etiqueta de soñador

El plan esbozado por Trump para facilitar un camino de 10-12 años hacia la ciudadanía a 1,8 millones de jóvenes inmigrantes le parece inhumano a José, por las contrapartidas que conlleva.

Siente que el presidente utiliza a los llamados dreamers (“soñadores”, como se suele conocer a los beneficiarios de DACA) como moneda de cambio para expulsar a millones de indocumentados.

“No soy mejor que nadie”, subraya José, “ni siquiera me considero un soñador”.

“La etiqueta de soñador me pone en un nivel diferente, me hace ser un inmigrante que merece más que mis padres y eso no está bien, mis padres renunciaron a todo para que estudiara, yo estoy aquí y puedo hacer lo que hago gracias a ellos.

“Los inmigrantes más grandes no tienen la misma cobertura mediática. Yo tengo la oportunidad de hablar con la prensa, ellos no quieren hacerlo y lo entiendo. Yo no tengo hijos, soy joven, me llevo yo solo, no una familia.

“No voy a dejar que este gobierno me quiebre, decir ‘con que me den mis papeles pueden deportar a los demás’, no, no voy a hacer eso.

“Voy a seguir peleando por los 11 millones de indocumentados, no soy parte de 1,8 millón sino de 11 millones”, sostiene.

Ponerle cara a una realidad

A José no le parece bien lo que hizo Trump este martes al presentar en el Congreso a dos matrimonios que perdieron a sus hijas víctimas de crímenes perpetrados por miembros de la Mara Salvatrucha.

“Traer a las familias que están ahorita llorando a sus seres queridos es parte de un juego político que Trump usa para presentar a los inmigrantes como violentos ignorando que todos los estudios indican que los inmigrantes -con o sin papeles- son menos violentos que las personas nacidas aquí”, expresa indignado.

También critica los ataques de Trump a la reunificación familiar, que el presidente llama “inmigración en cadena”.

“La propia familia de Trump se benefició de la reagrupación”, opina el joven salvadoreño.

Al compartir su historia, José no desea generar compasión o pena sino mostrar el lado humano de una situación que a menudo se confunde entre cifras y cálculos políticos.

“Si tienes a alguien que tiene cáncer, conoces el dolor que pasa; si conoces a alguien que es parte de la comunidad LGBT, sabes todo lo que pasa. Y si apoyas esas dos causas, apoyas también a alguien que las represente aunque sea indocumentado”, señala.

“No quiero politizar quien soy, quiero que me mires como un humano, que veas una persona, que le pongas una cara a las personas a las que Trump les dice ilegales y que tienen que regresar.

“Soy tu ser querido, tu trabajador, tu estudiante, tu vecino... eso es lo importante”, enfatiza.

Y concluye: “Nos levantamos cada día, somos resistentes a todo lo que nos pasa. Este país nos trata de deshumanizar y no lo voy a dejar”.

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