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Profesores de UCLA fueron clave para impedir que el tirador escape o dispare a otras personas

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El miércoles 1 de junio, el profesor Ajit Mal estaba en su oficina de UCLA, preparándose para dar su clase de ingeniería de las 10:00 a.m., cuando escuchó un sonido extraño. ¡Pum! ¡Pum!
Salió de su oficina en el cuarto piso en el edificio 4 de ingeniería, al igual que su colega Christopher Lynch. Se miraron el uno al otro. ¿“Qué fue eso”?, preguntó Mal. “Son disparos”, respondió Lynch.

Justo en el pasillo de su oficina, que mira hacia el oeste, su colega William Klug había muerto a consecuencia de los disparos realizados por Mainak Sarkar, un exestudiante de doctorado que había acusado al profesor de robarle el código de su equipo de computación y de dárselo a otra persona. Pero, en ese momento, ni Mal ni Lynch, ambos profesores de ingeniería mecánica y aeroespacial, lo sabían.

Lynch sabía que Klug, un profesor de ingeniería de 39 años de edad y dedicado hombre de familia, descrito por sus colegas como brillante y bondadoso, no podría haberse quitado la vida. Por ello, pensaron que había un delincuente allí adentro. También pensó que, en ese momento, varios miembros del personal docente y más de una docena de empleados estaban en ese piso. Así que se dirigió a la oficina de Klug y mantuvo la puerta cerrada. “Si él hubiera salido”, dijo Lynch respecto del homicida, “todos habríamos estado en problemas”.

Inmediatamente después, Lynch oyó un tercer disparo dentro de la oficina. Y luego, total silencio. El profesor asumió que el tirador se había suicidado.

En minutos, relataron ambos docentes, llegó la policía y despejó el piso. Lynch le dio la llave de la puerta a los oficiales, sin mirar adentro. El profesor declaró que nunca sintió que Sarkar intentara abrir la puerta después del tiroteo, pero que estaba seguro de que el pistolero había oído los gritos desde el pasillo que ordenaban alejarse y sabía que habían llamado a la policía.

Mal expresó que Lynch le salvó la vida. Además de mantener la puerta cerrada, Mal explicó, que Lynch también le gritó a él y a otros colegas que regresaran a sus oficinas y cerraran sus puertas.

Sarkar estaba armado con dos pistolas semiautomáticas y cargadores adicionales y “ciertamente se preparó para atacar a múltiples víctimas”, aseguró Charlie Beck, jefe de la policía.

“Si él [Sarkar] hubiera salido con un arma cargada, creo que hoy no estaría vivo”, reflexionó Mal. “La entereza y la rápida acción de Chris Lynch nos salvó”.

Durante una entrevista con Los Angeles Times realizada el viernes último, Lynch, en uno de sus primeros comentarios públicos acerca del tiroteo, confirmó a regañadientes el relato de Mal, y enfatizó que deseaba que el enfoque de la noticia permaneciera en Klug y su familia. También elogió a sus colegas en el departamento de ingeniería mecánica y aeroespacial, por sus acciones calmas durante la crisis. Tanto él como Mal señalaron que Angie Castillo, gerente del departamento, y Tsu-Chin Tsao, presidente del departamento, actuaron rápidamente para llamar al 911 y apoyar al grupo durante ese momento terrible y los días sucesivos. “Ni una sola persona entró en pánico”, aseguró Lynch. “Todos actuaron profesionalmente”.

Todo esto es tan increíble y extraño, porque Bill era quien menos probabilidades tenía de sostener algún conflicto con los estudiantes. Él era una muy buena persona. — Ajit Mal, profesor de UCLA.

Ambos hombres dijeron que la acusación que hizo Sarkar, de que Klug había robado su código informático, no tenía fundamento. Lynch remarcó que todos los empleados y estudiantes de posgrado de UCLA firman los derechos de cualquier propiedad intelectual desarrollada allí a la universidad y, si posteriormente ésta se licencia, se establecen acuerdos de derechos de autor para compartir las ganancias.

Además, Mal señaló que era “habitual” que los códigos de computadora desarrollados por un estudiante fueran utilizados por otros alumnos. Uno de sus antiguos estudiantes, que ahora trabaja en el Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA, todavía consulta con los actuales estudiantes graduados que continúan utilizando su código respecto del impacto de las fuerzas externas en los nuevos materiales utilizados en la industria aeroespacial. “Simplemente no hay debate posible en esto”, agregó Lynch. “Es algo que una mente muy enferma imaginó. Es delirante”.

Ambos profesores expresaron que Sarkar se había inscrito en sus clases varios años antes, y había dejado poca huella. Según Mal, era tranquilo y reservado y ni siquiera lo saludaba cuando se cruzaban de frente, lo cual parecía un poco extraño ya que ambos eran oriundos de Bengala occidental, en India, y hablan el mismo idioma.

También afirmó que lo más probable era que Klug no supiera de la animosidad de Sarkar hacia su persona. De haberlo sabido, probablemente le habría consultado sobre sus conocimientos culturales indios y sus años de experiencia. Mal tenía un vínculo estrecho con Klug, puesto que encabezó el comité de búsqueda de talento que contrató a Klug en 2003. “Todo esto es tan increíble y extraño, porque Bill era quien menos probabilidades tenía de sostener un conflicto con los estudiantes”, afirmó Mal. “Él era una muy buena persona”.

Se cree que Sarkar también mató a su esposa, en Minnesota, antes de partir hacia UCLA.

teresa.watanabe@latimes.com
Para ver más noticias de Educación, sígame en @teresawatanabe.
Traducción: Diana Cervantes.

Si desea leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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