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La joven de 30 años que creó un negocio de US$1.000 millones con el que revolucionó la industria de la edición

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Cuando Melanie Perkins le presentó su proyecto a un multimillonario inversionista en Silicon Valley, hizo una jugada bastante riesgosa.

Viajó desde Perth, en Australia, a Palo Alto en California, Estados Unidos, para reunirse con el empresario Bill Tai.

Melanie había leído que si quieres impresionar a alguien, debes imitar su lenguaje corporal. Entonces se le ocurrió que pondría en práctica la teoría al momento de conseguir financiamiento para un sitio web de diseño gráfico.

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“Fue bastante divertido”, cuenta Melanie, que ahora tiene 30 años. “Él estaba sentado frente a mí, con su brazo detrás de la silla, comiendo su almuerzo”.

“Entonces yo también me senté con el brazo detrás de la silla, tratando de comer mi almuerzo, mientras pasaba las páginas de mi exposición para venderle el futuro de la industria editorial”.

La idea de Melanie para “el futuro de la industria editorial” era una plataforma en línea con el objetivo de facilitar que cualquier persona pueda hacer fácilmente sus diseños, desde tarjetas de felicitación, a calendarios o sitios web.

El empresario no se dio cuenta de que ella estaba imitándolo y tampoco pareció interesarle su idea de negocio.

“Pensé que no le gustaba mi propuesta porque estuvo al teléfono todo el tiempo”, cuenta.

Todo lo contrario. El empresario quedó tan impresionado que la puso en contacto con una red de inversionistas, ingenieros y desarrolladores en Silicon Valley. Y finalmente, él mismo invirtió en el proyecto.

Hoy, el negocio de Melanie (con sede en Sidney) tiene un valor estimado de US$1.000 millones, luego que consiguiera nuevos fondos en la última ronda de inversión esta semana.

El origen

La empresa tiene 10 millones de usuarios en 179 países y cada segundo se crean 10 diseños en su plataforma web.

No está nada mal para un negocio que tuvo su génesis en la sala de la casa de su madre en Perth.

Melanie tenía 19 años y estudiaba comercio y comunicaciones en la Universidad del Oeste de Australia en 2006.

En esa época, se sentía frustrada porque le tomaba mucho tiempo aprender cómo utilizar los principales programas de diseño.

“Te podía tomar todo un semestre aprender lo básico”, cuenta. “Incluso las tareas más fáciles, como exportar un archivo PDF de alta calidad, podía requerir 22 clics”.

Mientras la mayoría de nosotros nos quejaríamos de esta situación, Melanie vio una oportunidad de negocio.

En ese momento decidió intentar lanzar un sitio web de diseño que fuera fácil de usar.

“Me di cuenta de que en el futuro todo sería en línea y colaborativo, y mucho, mucho más simple”.

Para poner a prueba su negocio, fundó junto a su novio, Chris Obrecht, un sitio para que los estudiantes diseñaran sus propios libros de fin de año y lo llamaron Fusion Books.

Finalmente, una versión prototipo de esa iniciativa se convirtió en Canva System, el proyecto que juntos iniciaron en la casa de su madre, con dinero prestado de parientes para poder pagarles a los diseñadores del software.

En los años siguientes, Fusion Books creció y se convirtió en la mayor editorial de anuarios, antes de expandirse a Francia y Nueva Zelandia.

El negocio era tan exitoso que Melanie decidió dejar la universidad para dedicarse a tiempo completo a su compañía.

El impacto de Silicon Valley

Al darse cuenta de que Fusion Books podía editar más que anuarios, viajó a California en 2010 para proponer la idea de Canva a inversionistas, y fue en ese viaje que se reunió con Bill Tai.

Perkins dice que estar en Silicon Valley supuso un impacto cultural para ella,debido a lo que señala como una gran diferencia en las maneras en que lo estadounidenses y los australianos se auto promocionan.

“En Australia, la gente no destaca sus logros”, dice. “En Silicon Valley, donde están tratando de recabar fondos para contratar a un equipo de ingenieros, tienes que ser capaz de hablar de tus logros”.

Quizá en parte por el choque cultural, a Perkins le tomó tres años conseguir inversiones de Silicon Valley. Pero en 2013, Canva salió al mercado, con un capital de US$3 millones y con el exejecutivo de Google, Cameron Adams, uniéndose al equipo con Perkins y su novio Chris.

La empresaria dice que valió la pena la espera.

“Fue un periodo de tiempo increíblemente largo y recibimos cientos de rechazos en el camino”.

“Pero creo que ese proceso fue de mucha ayuda para nosotros, porque significó que tuvimos que afinar nuestra propuesta y definir bien nuestra estrategia antes de empezar. Así que cuando conseguimos inversión fuimos capaces de operar de forma rápida y efectiva”.

Una serie de rondas posteriores de inversiones hizo que Canva recaudara US$82 millones en total.

Capacitar al mundo en diseño

El servicio básico de la página web es gratuito, pero la compañía percibe ingresos al cobrar una tarifa de suscripción para acceder a herramientas más avanzadas.

Hoy en día, más de 200 personas trabajan para Canva, que tiene oficinas en Sídney, Manila (Filipinas) y San Francisco.

En el año fiscal 2016-17, los ingresos de Canva crecieron de US$6,8 millones a US$23,5 millones, según el sitio web Financial Review de Australia.

Sin embargo, la compañía perdió US$3,3 millones y todavía no ha generado ganancias, ya que se ha concentrado en expandirse rápidamente.

Canva es una compañía privada, así que el valor de US$1.000 millones viene de inversionistas privados y capitalistas de riesgo que la respaldan. Es lo que consideran que la firma, y Melanie y su equipo, valen.

Perkins continúa siendo la directora líder, y Chris, que todavía es su novio, es el jefe de operaciones. La pareja también es dueña de Fusion Books, pero designó a un grupo de gerentes para que administren esa compañía.

Danielle Logue, profesora asociada de la UTS Business School de Sídney, dice que el asunto clave para Perkins o para cualquier jefe de una compañía emergentees la importancia de saber delegar.

“Tener a la gente correcta, contratar a las personas apropiadas (es crucial), porque no puedes tener problemas que retrasen el proceso de toma de decisiones y dejárselo todo al fundador”, dice Logue.

“Y ese es el verdadero reto para los fundadores a veces, que suelten a su bebé”.

Perkins dice tener grandes ambiciones para que su empresa continúe expandiéndose.

“Nuestra meta es capacitar al mundo entero para diseñar”, concluye.

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