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Artista colombiana María José Arjona presenta su “striptease” hacia adentro

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EFE

La artista colombiana del “performance” María José Arjona, que hará hoy en Miami un singular “striptease” hacia dentro, no se impone límites, pero sí está decidida a no transitar con su arte por los caminos de la violencia.

“Vengo de donde vengo (Colombia), por eso no me interesa la ‘violentación’ del cuerpo”, dice Arjona en una entrevista con Efe antes de presentar “All the Others in Me” (“Todos los otros en mí”), un “performance” que presentó por primera vez en una Bienal en Marruecos.

Lo que le interesa no es la violencia sino la “afirmación del cuerpo”, un cuerpo que pueda actuar como “mediador” o conciliador en la confrontación que caracteriza a un mundo polarizado, dice.

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A sus 44 años Arjona, a la que el Museo de Arte Moderno de Bogotá le ha dedicado la retrospectiva “Hay que saberse infinito”, afirma que le gustaría morirse haciendo lo que le gusta.

Y lo que disfruta es sentarse en una silla que está clavada por las patas al techo, colocarse un diamante en la boca y ver cómo el público se las idea para quitárselo, pintar con pompas de jabón que manchan de rojo o dar llaves al público para que abran los candados que la tienen presa a un traje hecho de cuero y punzones.

Llegó al “performance” por un accidente que sufrió cuando se entrenaba como bailarina de danza contemporánea. Dejó de bailar y empezó a trabajar con su cuerpo de otra manera. Ahora le interesa más el movimiento que la coreografía.

En “All the Others in Me”, parte del programa Living Together del Museo de Arte y Diseño (MOAD) del Miami Dade College (MDC), la artista se presenta al publico embutida en un tubo de tejido elástico negro y va sacándose las 40 piezas de ropa interior del mismo color que lleva puestas hasta quedarse totalmente desnuda.

Es una obra “muy escultórica” en la que lo que el espectador ve son solo partes de su cuerpo y de su cara que se salen del tubo cuando trata de desembarazarse de la ropa interior, pero no llega a ver nunca la totalidad corporal ni tampoco la desnudez.

Por eso, dice esta artista que ha trabajado con la serbia Marina Abramovic, exponente del “performance” extremo, y ha recorrido el mundo con su arte, es un “striptease” hacia dentro, en el que las prendas íntimas que quedan en el suelo del escenario hablan de impureza y renovación como si fueran las mudas de las serpientes.

Mientras evoluciona dentro del tubo, que cobra formas extrañas y a veces parece un animal desconocido, el espectador escucha música de todos los géneros y épocas y otros sonidos igualmente variados y eclécticos.

Los únicos efectos especiales de “All the Others in Me” son “dos bombillos” que la propia artista apaga y enciende para resaltar los movimientos y crear sombras y luces cuando se necesiten durante los 30 minutos que dura la pieza artística, en la que “toda la concentración del espectador está en el cuerpo”.

En cada lugar donde este “performance” se ha visto la reacción del público ha sido diferente, pero en todas “bastante fuerte”.

Ella percibe siempre cierto “desencanto” porque las expectativas de ver un desnudo integral que crea un “striptease” no se cumplen, aunque ella, dentro del tubo elástico, se quede sin ropa.

En la retrospectiva que se está realizando en Bogotá, en la que varios artistas formados por ella ejecutan los “performances”, “All the Others in Me”, está a cargo de un bailarín.

Solo una de las piezas, “Línea de vida”, la hace ella misma.

Según la definió cuando la presentó en las islas Galápagos, se trata de “una pieza sonora articulada al cuerpo”, en la que miles de botellas suspendidas generan un sonido similar al de mar y a la vez se convierten en filos cortantes si ella no entra en una dinámica rítmica.

Arjona recuerda que el primer “performance” de su vida duró doce horas. Se trataba de parar 365 huevos y se inspiró en una prueba que sus profesores de “butoh” le pusieron cuando se formó en ese tipo de danza teatral japonesa creada en 1959.

“Fue la primera vez que entendí el cuerpo desde la performática y no desde la coreografía”, señala.

“El performance es algo increíblemente poderoso, donde lo importante es el proceso y no el resultado” y donde el tiempo es un “componente importante” pues su paso produce cambios en el cuerpo del artista, dice para explicar un arte calificado como “efímero”, algo que desmiente la retrospectiva de sus 20 años de carrera.

“Nada permanece igual cuando el cuerpo irrumpe en el espacio. Le introduce vida”, afirma.

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