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Tras Coachella, Rosalía arrasa en el Mayan con su estilo urbano de sabor flamenco

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Para Rosalía, las cosas han cambiado radicalmente desde septiembre del año pasado, cuando la vimos por primera vez en el Hollywood Bowl como “telonera” del astro colombiano Juanes.

En aquella ocasión, la catalana de 25 años actuó ante un público que la desconocía casi por completo, aunque ya en esos momentos llamaba fuertemente la atención en la escena musical de su país debido a sus osadas fusiones de flamenco con R&B contemporáneo y ritmos urbanos. Pero el concierto que ofreció ayer por la noche en el Mayan del Centro de Los Ángeles fue completamente distinto.

Si bien este auditorio es obviamente mucho más chico que el Bowl, no se trata precisamente de un club pequeño; y se encontraba completamente lleno (la zona frente al escenario era una locura) con una audiencia en la que, más allá de los latinos de rigor, se reconocía a una inmensa cantidad de anglosajones muy jóvenes, lo que tiene probablemente que ver con los excelentes comentarios despertados por su actuación del fin de semana pasado en el Festival de Coachella.

En realidad, la mayor parte del público, de clara filiación ‘hipster’ y con una generosa participación de la comunidad LGBTQ, parecía haber sido trasladado directamente del evento que se desarrolla anualmente en el desierto de Indio, y muchos de sus gritos y expresiones eran en inglés. Sea como sea, todo el mundo se encontraba extasiado por la presencia de la muchacha, quien se puso en la palma de la mano a los presentes pese a que su set duró poco más de una hora.

Acompañada por cinco bailarinas, un DJ/percusionista y cuatro coristas, la ganadora de dos Latin Grammys en el 2018 deslumbró de inmediato no solo por su impresionante belleza (resaltada por un vestido corto que no fue nunca obstáculo para sus enérgicos e inspirados pasos de baile), sino también por el hecho que la ha distinguido desde el inicio de su carrera de otras jovencitas agraciadas con pretensiones en el mundo de la música: su extraordinaria voz, ciertamente cultivada para las exigencias del ‘cante’.

Claro que eso no fue del todo evidente en la primera parte del espectáculo, que se inclinó por completo a las incursiones menos tradicionales de la vocalista española, hasta el punto de incluir una versión de “Barefoot on the Park”, el tema de ‘trip hop’ que grabó al lado del artista británico de electropop James Blake, y en la que sus coreografías al mando del grupo de bailarinas ya mencionado le dieron al asunto entero un aire de lo más ‘popero’.

Pero la tendencia cambió con la llegada de “De madrugá”, la primera de muchas piezas con una clara influencia de la música ibérica tradicional, marcada por las palmadas de sus acompañantes. Y en el corte siguiente, “Catalina”, Rosalía cantó a capella para dar cuenta de su extraordinaria voz y despertar aplausos desbordados.

La vertiente flamenca se mantuvo activa en “Que no salga la luna”, en el tributo al dúo setentero Las Grecas mediante un ‘cover’ del clásico “Te estoy amando locamente” y, por supuesto, en “A ningún hombre”, una excelente composición de empoderamiento femenino con la que se prueba que Rosalía es también una gran letrista.

Más adelante, “Bagdad” fue el preludio de un regreso al pop que se afianzó con “Brillo”, el título grabado con el reggaetonero colombiano J Balvin, y que le dio paso a un ‘beat’ propio del trap combinado eficazmente con cantos gitanos masculinos y bailes intensamente urbanos durante la interpretación de “Santería”.

La impronta ‘hip hopera’ se extendió a “Con altura”, la canción que grabó al lado del músico canario El Guincho, y el cierre se produjo naturalmente con “Malamente”, su mayor éxito hasta la fecha, así como una suerte de compendio de lo que es su propuesta actual.

Pese al desborde evidente de felicidad, los asistentes se quedaron con ganas de más, porque habían sido tocados por la pasión arrolladora de Rosalía y no querían quedarse sin su calor. No los culpamos.

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