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Metallica puso la nota precisa en la jornada más ‘pesada’ de Rock in Rio USA

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“¿La están pasando bien? Porque ahora vamos a arruinarles la fiesta con nuestra música”, dijo casi al inicio de su presentación James Hetftield, vocalista y encargado de la segunda guitarra en Metallica, durante la segunda noche del fin de semana dedicado al género guitarrero de Rock in Rio USA, mientras varios asistentes al concierto volaban por encima de las cabezas de los que se encontraban abajo gracias a unos cables de ‘zip lining’ y otros bebían a gusto las cervezas conseguidas a través de una novedosa modalidad de pre-pago con el uso de brazaletes.

Lo que dijo era una broma, por supuesto, porque su banda no sólo convenció a todos los presentes, sino que fue además el acto con mejor sonido de los dos días, acompañado por un repertorio preciso y poderoso con el que probó que, se diga lo que se diga, sigue siendo una verdadera institución no sólo del rock en general, sino también de la rama que promueve desde su nombre mismo. Y los latinos estuvieron allí para confirmarlo, llevando en un caso una bandera mexicana con el logo de sus ídolos y en el otro una que ostentaba el ingenioso nombre de “Guatemallica”.

Metallica, que se creó en Los Ángeles pero se desarrolló en San Francisco, no ha sacado un álbum nuevo desde hace ocho años, por lo que no tenía realmente muchas novedades que ofrecer; y como éste era de todos modos un show hecho específicamente para un festival ‘mainstream’, se ciñó a la norma de los éxitos, aunque no dejó de lado el único tema nuevo que ha lanzado recientemente, “Lords of Summer”, dueño de un sonido cercano al de sus raíces. Eso quiere decir que no faltaron “Enter Sandman” (uno de sus esfuerzos más comerciales y aptos para la radio) ni “Nothing Else Matters” (una balada de la misma época que levantó bastantes cejas), pero tampoco cortes de su época inicial, la del thrash metal que les brindó inicialmente la admiración del ‘underground’ mundial, como “Masters of Puppets”, “From Whom the Tolls” y “Blackened”.

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Lo interesante de esta banda es que, a pesar de que toda la segunda etapa de su carrera estuvo empeñada en cambiar de estilo para acceder a una audiencia mucho más masiva que la inicial, no ha dejado de tocar las composiciones de su pasado, y como era de esperarse, las canciones más rápidas y furiosas desataron en el público algunas sesiones de ‘slam’ que pusieron la nota de color en el evento, aunque incomodaron a quienes esperaban ver todo en completa calma, sobre todo en el caso de las mujeres menos aguerridas.

Pero, a diferencia de otras agrupaciones del género que brindan también discursos agresivos, Hetfield -quien cantó de lo más bien y lució un chaleco lleno con los nombres de artistas oscuros pero emblemáticos del movimiento, como Trouble, Holocaust, Spazz, English Dogs y Tank- tuvo un intercambio absolutamente amable con el público, y llegó incluso a reconocer a algunos de los rostros de los fans que lo han seguido a lo largo del tiempo.

A diferencia de la velada de ayer, la segunda jornada de Rock in Rio USA no contó con la presencia de un grupo tan conocido y tan complaciente como Maná; pero eso no quiere decir que los latinos hayan brillado completamente por su ausencia en los escenarios principales, ya que el segundo en importancia, llamado Evolution, le dio espacio a Sepultura, una banda originaria de Belo Horizonte que es sumamente popular entre los conocedores de la escena radical del metal, pese a que tuvo una etapa en la que los más conservadores la acusaron también de “venderse”. Lo cierto es que el Sepultura actual practica un estilo durísimo, pero se encuentra lejos de ser el mismo del pasado debido al hecho de que sus dos fundadores, los hermanos Max e Igor Cavelara (vocalista y baterista, respectivamente), no están más en su formación, lo que ha traído sobre todo como consecuencia que el cantante actual (Derrick Green) sea un afroamericano.

Sea como sea, lo que la agrupación hizo cerca del final de su presentación fue completamente inusual, porque invitó a Steve Vai, un veterano ‘guitar hero’ estadounidense cuya extensa reputación responde a la interpretación de estilos mucho menos fuertes (ha tocado con Frank Zappa, David Leed Roth y Whitesnake) para repasar su éxito mayor, “Roots Bloody Roots”, y para una memorable sesión instrumental que le dio al invitado la posibilidad de ofrecer esa clase de solos experimentales que lo distinguen. Además, este acto nos dio también la chance de apreciar un curioso fenómeno: el de los latinos que se reunían en ciertas zonas frente al escenario para poder ver lo que pasaba encima sin tener delante a ‘gringos’ de mucha mayor estatura que los taparan.

Y si hablamos de latinos en bandas de rock, no podemos dejar de hablar de Deftones, una agrupación de metal alternativo que está encabezada por “Chino” Moreno, vocalista de ascendencia mexicana y asiática, oriundo de Sacramento, que es uno de los ‘frontman’ más distintivos de la escena, así como uno de los más reacios a la luz pública, como lo probó su negativa a dejar que su set fuera fotografiado por los profesionales del caso. En ese sentido, él mismo lució un aspecto de jeans y de camisa inusual para los líderes de propuestas estrictamente rockeras, lo que tuvo sentido si se considera que, pese a cerrar su acto con piezas de rap metal y de nu metal como “E9” y “Head-Up”, se enfrascó a la mitad del set en una serie de composiciones más psicodélicas y cercanas a la onda de los Smashing Pumpkins, como “My Own Summer” y “Change”, cuya ejecución fue bastante inspirada, pero que se vieron perjudicadas por el excesivo volumen del bajo.

Claro que, a nivel de popularidad, lo más grande después de Metallica fue Linkin Park, una presencia casi obligatoria en los conciertos de la KROQ y, por lo tanto, un combo que para nosotros ha alcanzado un alto punto de saturación. El público pensó de otro modo, porque celebró sin restricciones las intervenciones de Chester Bennington y Mike Shinoda, los dos vocalistas del sexteto, quienes poseen estilos distintos pero complementarios: el primero alterna un canto rockero de tipo clásico con gritos guturales, y el segundo pone las pinceladas de rap. Juntos, le dieron vida a ‘hits’ tan propios de las radios semialternativas como “Given Up”, “One Step Closer” y “Numb”, en los que pasaron del nu metal a la música electrónica y de ahí al hip-hop tipo ‘mainstream’ (no es gratuito que hayan tenido colaboraciones con Jay-Z y Steve Aoki).

Más temprano, Coheed and Cambria pudo aprovechar todavía los tímidos rayos de sol que se atrevieron a salir en el día, aunque eso no hizo que sus integrantes dejaran de lado sus vestimentas negras habituales (es decir, el uniforme típico de los rockeros afines al ‘metal’). Claro que, en su caso, su escuela le debe mucho a los amos del rock progresivo Rush, en una vertiente más dura y, sinceramente, más aburrida, pese a que se han hecho un nombre en la escena desde hace varios años debido a sus incansables presentaciones y a la presencia de su vocalista y guitarrista Claudio Sánchez, un neoyorquino de ascendencia boricua que tiene una melena impresionante y una voz particularmente aguda.

No sería justo terminar la parte escrita de nuestra cobertura sin referirnos a los artistas brasileros de perfil bajo en la Unión Americana que actuaron en la simpática zona denominada Rock City y que, en las dos únicas ocasiones en que pudimos observarlos -los escenarios principales acapararon casi por completo nuestra atención-, nos sorprendieron inmensamente. El primer caso se dio el sábado, cuando sólo llegamos a las canciones finales de Pepeu Gomes, una suerte de Santana sudamericano que tiene aires legendarios; pero, al día siguiente, tuvimos más suerte con Terra Celta, una insólita agrupación de Londrina, Paraná, con profundas influencias celtas y un extravagante cantante/flautista/gaitero que se metió al público al bolsillo en un santiamén y que lo convenció incluso de hacer un círculo abajo del escenario, en el que tanto él como sus compañeros se metieron para bailar con quien quisiera hacerlo.

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