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Las leyendas del punk californiano iluminaron este ambicioso festival playero

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No todos los eventos que se dieron el fin de semana pasado en el Sur de California estuvieron dedicados a recordar a los muertos o a celebrar a las brujas. Hubo uno en particular que se hizo para rendirle pleitesía directa a algunos de los representantes más notables del punk rock que continúan deambulando sobre los escenarios.

Se trató del festival Surf City Blitz, que se llevó a cabo el sábado y el domingo en la ciudad de Huntington Beach, más precisamente, en la playa misma, aunque el acceso al mar se encontraba cerrado por las rejas que enmarcaban la actividad, en la que además del escenario usado por las bandas, se desarrolló una zona de competencias llamada Moto Beach Classics (a la que no le prestamos atención alguna por estar enfocados en la música).

Como nos habíamos comprometido ya a asistir al LA Day of the Dead que tomó lugar el sábado en el cementerio Hollywood Forever, nos perdimos la primera fecha, cuyos actos principales fueron The Offspring, Pennywise y Suicidal Tendencies; pero estuvimos presentes (y muy despiertos) durante el concierto del domingo, coronado por Social Distortion, Rancid y Bad Religion.

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Social D fue sin duda lo mejor de la velada. Pese a que ha sufrido varios cambios de formación en sus cuatro décadas de existencia, el quinteto sigue estando liderado por Mike Ness, el vocalista y guitarrista principal, quien es un auténtico icono de la escena californiana, así como un proveedor constante de buenas composiciones y un tipo con una saludable conciencia social.

Más allá de la música que interpretó, Ness (que nació y se crio en Fullerton) ofreció un importante discurso en el que aseguró que SD “ha sido siempre una banda antirracista” y en el que invocó a los oyentes a votar por funcionarios que rechacen el odio, lo que fue particularmente importante debido a que Orange County, el lugar del que forma parte Huntington Beach, ha estado últimamente en las noticias por las actitudes conservadores de muchos de sus pobladores y hasta por una lamentable marcha neonazi que fue justamente contrarrestada por un contingente de punks callejeros.

Claro que lo más productivo provino del lado musical, con una selección de temas que incluyó un tema nuevo y todavía no grabado -se llama ”Over You” y está dedicado a New York Dolls y Johny Thunders-, pero que como era de esperarse atendió con generosidad los éxitos, dándole cabida a títulos tan apreciados como “Reach for the Sky”, “Story of My Life”, “Don’t Drag Me Down” y el infaltable ‘cover’ de “Ring of Fire”.

Antes de Social D estuvo en la tarima Rancid, una agrupación de Berkeley que nunca nos ha convencido del todo debido a sus insistentes referencias a The Clash (el combo británico que sigue siendo considerado uno de los mejores representantes del género pese a que se separó en 1986), pero que tiene ya 27 años de carrera, cuenta con un generoso puñado de canciones decentes y mantiene en sus filas al guitarrista y vocalista Tim Armstrong, quien militara en la influyente agrupación Operation Ivy, proclive ya al festivo encuentro entre el punk y el ska.

De hecho, en medio de sus incursiones en el pop punk y el rap, Rancid demostró estar marcado todavía por esa misma combinación a través de canciones como “Old Friend”, “Where I’m Going”, “Wanna Riot” y, por supuesto, “Time Bomb”, que llegó justo antes del final esperado con “Ruby Soho”, que es probablemente la pieza más marcada por el legado de Strummer y cía. La energía y los ritmos fueron sin duda contagiosos, y el respetable respondió con interminables sesiones de ‘slam’.

Sea como sea, nos sentimos mucho más emocionados durante el set de Bad Religion, el combo angelino con 38 años de existencia que se distingue por el inusual carácter intelectual de sus letras, llenas de mensajes propositivos con tintes sociales y políticos, como parte de la labor creativa del vocalista Greg Graffin, quien ha sido el único integrante estable en todo este tiempo.

Pero la formación actual incluye al guitarrista original Brett Gurewitz, quien además de su importante papel en el desarrollo de esa escuela del hardcore melódico que tanto distingue a nuestras cosas, es el dueño del importante sello discográfico independiente Epitaph. Sea como sea, Bad Religion ofreció una presentación breve pero compacta en la que figuraron cortes como “Generator”, “Suffer”, “21st Century (Digital Boy)”, “Sorrow” y la contundente “American Jesus”.

Cuando llegamos al recinto, a eso de las 3 de la tarde, se alistaba para salir a escena Black Rebel Motorcycle Club, un grupo atípico para el evento en más de un sentido, pero de todos modos relevante. Y es que aunque se trata de un conjunto igualmente californiano (procede de San Francisco), lo suyo se inscribe dentro de una onda garajera y psicodélica que se aleja ciertamente de los postulados del punk.

Eso hizo quizás que la respuesta del público fuera menos entusiasta que la demostrada a partir del siguiente acto, aunque lo cierto es que, arropados por unas chamarras de cuero que remarcaban sus credenciales rockeras -pero que les daban probablemente una cuota de calor innecesario en vista de la cálida temperatura-, los miembros del combo desgranaron sin prisas pero con convicción un intenso repertorio con bajos distorsionados, guitarras eléctricas y uno que otro aporte acústico que se plasmó en composiciones como “Little Thing Gone Wild”, “Beat the Devil’s Tattoo” y “Whatever Happened to My Rock’n’Roll”.

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