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Ricky Martin, Natalia Lafourcade, Antonio Sánchez y Pitbull se llevan el Grammy

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Conocida desde hace un par de años como “Premiere del Grammy”, la ceremonia que acaba de concluir en el Nokia Theatre de L.A. es en realidad el habitual evento no televisado -y mucho, mucho menos espectacular que el central- en el que la Academia de la Grabación entrega la mayoría de sus premios, correspondientes a categorías menos populares en el mundo anglosajón, como es el caso de todas las relacionadas al espectro latino.

Por ese lado, ninguno de “los nuestros” podía ganar de manera masiva, porque solo había dos que estaban nominados más de una vez (el mexicano Arturo O’Farrill y el miamense Raúl Malo), pese a la participación de estrellas como Ricky Martin, Alejandro Sanz, Pitbull, Banda El Recodo y Juan Luis Guerra; pero, muy temprano en la ceremonia, el mismo O’Farrill tuvo la oportunidad de resultar victorioso en una de las dos categorías (la de Mejor Álbum de Jazz Latino en Ensemble Grande por “Cuba: The Conversation Continues”), y durante su discurso de agradecimiento, aludió a la reconciliación entre Estados Unidos y Cuba refiriéndose a Barack Obama y Raúl Castro para decirles: “Admiro su valor para cambiar el curso de la Historia”.

En la sala de prensa, O’Farrill precisó que, a diferencia de los demás artistas hispanos, él sí acudió a recibir su trofeo porque “los músicos de jazz siempre hemos sido relegados, y eso es algo que pasaba incluso antes con la Academia [de la Grabación], por lo que los músicos de este género y los latinos de cualquier área debemos estemos presentes cuando ganamos algo”.

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También expandió sus palabras sobre el tema cubano al decir que se opone completamente a las restricciones, pero que, a pesar de que “nos encontramos en un momento auspicioso, no va a pasar realmente nada importante hasta que el embargo no se desmantele y hasta que se cambien las condiciones de pobreza en los lugares afectados”.

Es probable que el triunfo más inesperado de todos los que respectan a los latinos haya sido el de Antonio Sánchez en el rubro de Mejor Banda Sonora para un Medio Visual, por el simple hecho de que no se dio prácticamente a conocer que se encontraba compitiendo, ya que el trabajo con que lo hizo, “Birdman”, se vio hace mucho tiempo en las salas, por lo que todo el interés se encuentra ahora mismo puesto en la siguiente película de su director Alejandro González Iñárritu, “The Revenant”, nominada a 12 Oscares.

“Como baterista y artista procedente del jazz, tengo que dedicar esto a todos los músicos del género que están luchando para encontrar una audiencia más grande en épocas en las que se no les hace mucho caso”, dijo Sánchez desde el estrado, respaldando con ello de manera involuntaria las palabras anteriores de O’Farrill.

En la sala de prensa, el mismo percusionista, cuya banda sonora no fue nominada a un Oscar en el momento en que podría haberlo hecho, dijo que “es por eso que solo le agradecí a esta Academia”; y pese a su conocido virtuosismo, aseguró que en “Birdman” hizo algo muy sencillo y habitual para él, que fue realzado por “una película maravillosa”. “Sin eso, nadie se hubiera enterado de mi existencia, pese a que he tocado con [leyendas como] Pat Metheny y Chick Corea”, aseguró. “El círculo de los que hacemos jazz es tan pequeño que siempre tratamos de hacer cosas fuera de él, y es por eso que meternos en algo relacionado a la cultura popular es tan grande”.

Hubo ganadores hispanos mucho más conocidos, claro; pero ninguna de esas “estrellas consagradas” asistió para recoger su respectiva distinción, como se hizo más que evidente cuando se inició la parte de menciones estrictamente latinas, a la mitad del evento, que le dio gramófonos a Ricky Martin (“A quien quiera escuchar/Deluxe Edition” como Mejor Álbum de Pop Latino), Los Tigres del Norte (“Realidades/Deluxe Edition” como Mejor Álbum Regional Mexicano), Rubén Blades (“Son de Panamá” como Mejor Álbum Latino) y, en una decisión que podría ser polémica, Natalia Lafourcade (“Hasta la raíz”) y Pitbull (“Dale”), quienes empataron en la categoría de Mejor Álbum de Rock Latino, Urbano o Alternativo.

“Estos momentos son realmente inolvidables para nosotros, este disco que lleva las realidades de nuestra comunidad al oído del mundo, es un honor seguir llevando la voz del pueblo a nuevos horizontes, gracias a NARAS y nuestro público por este séptimo Grammy, que es de uds. Nuestros jefes hoy y siempre! Sus amigos los tigres del norte”, señalaron a través de un comunicado Los Tigres del Norte.

A nivel anglosajón, la suerte de la favorita Taylor Swift empezó a imponerse desde temprano, cuando ella misma recibió el premio a Mejor Álbum de Pop por “1989” . Pese a estar ausente, la cantante dijo unas palabras a través del teléfono celular de su productor, aunque estas estuvieran dedicadas a mandarle saludos al icono del folk James Taylor. Luego, los que se subieron dos veces consecutivas al tabladillo fueron los DJs Skrillex y Diplo, ganadores en las áreas de Mejor Grabación de Dance y Mejor Álbum de Dance/Electrónica; pero el ganador mayor de esta primera parte fue en definitiva Kendrick Lamar, quien llegó a los Grammys como el principal contendiente de Swift, y que se impone en estos momentos de manera contundente sobre ella con tres trofeos.

En el plano pintoresco, la extrovertida Angélique Kidjo recibió su gramófono al Mejor Álbum de Música World (“Sings”) con un encantador baile que la llevó a mover la cintura desde su butaca hasta el podio, donde dio un emotivo discurso sobre los avances de su continente africano de origen; y la banda sueca Ghost se subió para apoderarse de su trofeo a Mejor Performance de Metal ataviada con las máscaras y el maquillaje de terror que la distingue, mientras hacía el típico signo de la “mano cornuda”.

También gustó la seguridad del bastante mayor Buddy Guy (tiene 79 años), ganador del premio al Mejor Álbum de Blues por “Born to Play Guitar” -lo que merecía plenamente debido a su habilidad con las cuatro cuerdas-, al proclamar que, pese a la irrupción de los ritmos modernos, “el blues no está muerto”.

Nuestra comunidad no pudo dar cuenta directamente de su talento al no contar con una oportunidad clara de presentación en la tarima, aunque en honor a la verdad, hay que decir que el grupo The Mavericks, uno de los que sí actuó, tiene al frente al vocalista y guitarrista Raúl Malo, de ascendencia cubana, y que eso se notó en la interpretación de una canción que, pese a ser en inglés, poseía innegables influencias afrocaribeñas y hasta le dio espacio a una breve estrofa en español.

En realidad, la parte de la música en vivo se dedicó a artistas muy pocos conocidos en términos masivos, empezando por la Ray Chew Orchestra, que abrió la fiesta con una sesión instrumental en la que se incluyó acertadamente un fragmento de la pieza “Let’s Dance” de David Bowie. También tocaron Joey Alexander, un prodigio indonesio del piano de solo 12 años; Takács Quartet, un ‘ensemble’ de música clásica oriundo de Hungría; The Fairfield Four, una veterana agrupación de ‘gospel’; Highly Suspect, un trío de rock alternativo; y los ya citados Mavericks.

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