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Elton John inicia su despedida en L.A. por todo lo alto

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Es una leyenda viviente del rock clásico con influencias del pop, y ha llegado la hora de su retiro. El año pasado, Elton John anunció que su gira actual, “Farewell Yellow Brick Road”, es la última que realizará; y todo parece indicar que el adiós será realmente espectacular.

Una buena muestra de ello es el primero de los tres conciertos planeados en el Staples Center de Los Ángeles, que se llevó a cabo este martes. Pese a la abundancia de fechas disponibles en el área (luego vienen dos en el Forum), el enorme recinto se encontraba absolutamente lleno, mientras que el público presente fue mucho más expresivo que en otros eventos semejantes, contradiciendo de ese modo la apatía habitual del público local.

Sin el despliegue de vestuarios extravagantes y de grandes proporciones que lució en los viejos tiempos, pero luciendo todavía algunos trajes llamativos y los lentes de colores que forman parte de su legado, John (nacido como Reginald Kenneth Dwight) ofreció un show de más de 2 horas y media en el que abundaron los ‘hits’ y el talento musical, secundados por un despliegue escénico que incluía la proyección de una serie de videos altamente elaborados.

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Aunque el centro de atención natural fue el artista de 71 años y su infaltable piano de cola, la parte musical se redondeó con la presencia de una brillante banda en la que figuraban hasta tres percusionistas, un tecladista, un guitarrista y un bajista. Todos ellos eran intérpretes con mucha experiencia a cuestas y probaron sus credenciales en más de un momento, aunque el más sorprendente fue probablemente el veterano conguero que dejó a todos anonadados.

Por ese mismo lado, John no dio muestras de flaqueza, ya que su voz se mantuvo potente y afinada desde el principio hasta el final. Pese a que no intentó ni siquiera reproducir algunos de los coros más agudos que desgranaba en su juventud, sería injusto decir que cantó mal; y su destreza en el instrumento que practica resultó impresionante, con solos de distintas intensidades y velocidades.

Como si el impresionante repertorio que tenía no fuera suficiente para conquistar a los presentes, John dio muestra de su carisma y de su interés por instruir a sus fans a través de frecuentes intervenciones vocales en las que narró detalles de varias de las célebres composiciones que ha hecho al lado de su eterno colaborador Bernie Taupin, y no dejó de lado unos mensajes de tolerancia relacionados a la comunidad LGBTQ, a los afroamericanos y a diferentes culturas que aludieron sin duda al clima político actual sin nombrar a ningún gobernante.

De ese modo, quedó claro que las letras de sus canciones tienen mucho más fondo del que podría imaginar un oyente casual, aunque lo cierto es que la audiencia estaba allí para escuchar los éxitos y gozar con el sonido de melodías que han circulado en el mundo entero a través de la radio y la televisión desde la década de los ‘70.

Como lo dijo al comienzo el artista, no iba a ser posible complacer a todos los presentes, y quien esto escribe lo tuvo muy claro ante la ausencia de dos de sus temas favoritos, “Sacrifice” y “Nikita”, que no serán quizás indispensables, pero que fueron muy escuchados por mi generación.

No faltaron de todos modos las grandes piezas, como “Goodbye Yellow Brick Road”, que como era de esperarse fue la última de la noche y cuya parte más compleja en términos vocales llegó con la ayuda de diversas voces, algunas de ellas aparentemente grabadas. Llegó a través de un ‘bis’ que encontró al divo enfundado en una llamativa bata rosada, y cuando terminó, él mismo se subió a una plataforma que lo trasladó hasta una compuerta ubicada en la parte trasera del escenario desde la que desapareció, casi como si se tratara de una entidad divina.

Ya para entonces, John había establecido sin lugar a dudas su carácter de icono sobre la tarima entre discursos y acordes. Al presentar “Border Song”, se refirió al ‘cover’ que le hizo en su momento la emblemática Aretha Franklin, y el video que se mostró a la par de la interpretación exhibió imágenes de diferentes etnias, en consonancia con una letra en la que se señala la necesidad de amar al prójimo de cualquier raza.

En lo que respecta a la sensibilidad angelina, uno de los puntos más altos fue la presentación de “Tiny Dancer”, una célebre pieza que se plasmó en una versión iniciada únicamente con piano y voz, pero a la que se sumó luego la banda entera, y que fue acompañada por un vibrante video registrado en las calles de nuestra ciudad con la presencia de actores que interpretan a jóvenes fumando marihuana, patinando y enfrentándose a diversos dilemas existenciales.

En el plano de la espectacularidad, lo más destacado llegó con la interpretación de “Someone Saved My Life Tonight”, que John describió como una de sus creaciones más personales, y cuyo acompañamiento de imágenes estuvo compuesto por una colorida sesión de dibujos animados con toques psicodélicos.

Pero la audiencia se emocionó más cuando le tocó el turno a “Believe”, una pieza que fue antecedida por un mensaje de su autor relacionado al momento en el que decidió pedir ayuda debido a su adicción a las drogas y que le sirvió también de paso para promover la labor de su fundación de lucha contra el Sida.

Sin embargo, lo más interesante de ese momento se dio cuando proclamó que “el cristianismo no es un círculo elitista; el amor tiene que ser para todos”. Tras lo dicho, muchos de los asistentes se pusieron de pie para aplaudir.

Más adelante llegó otro instante de significado especial para quienes vivimos aquí: sus recuerdos sobre la temporada de conciertos que hizo en 1969 en el pequeño pero mítico club Troubadour, que en sus palabras le sirvió como puerta de entrada a los Estados Unidos, por lo que ocupa un lugar especial en su memoria.

En medio de sus frecuentes coqueteos con la balada y el pop, John entregó cortes enérgicos y rocanroleros, sobre todo cerca del final, cuando le tocó el turno a “Crocodile Rock” (cuyo conocido y extraño coro dejó en manos del público) y, sobre todo, a “Saturday Night’s Alright for Fighting”, vitrina ideal para el lucimiento de su formidable guitarrista.

También nos convenció su tierna presentación de “Candle in the Wind”, con Marilyn Monroe de fondo en las pantallas gigantes. Pero lo que funcionó realmente como un acertado compendio de su carrera fue la interpretación de “I’m Still Standing”, acompañada por imágenes de archivo que iban desde sus inicios hasta hechos más recientes de su vida, como su participación en la banda sonora de la popular cinta de Disney “The Lion King” y su inesperada colaboración con el controvertido rapero Eminem (quien había sido acusado de homofobia) durante una ceremonia del Grammy.

Pese a que se levantó constantemente para arengar a los presentes y agradecerles por todos los años de devoción, John parecía tener dificultades para caminar, lo que explicaría de algún modo que quiera abandonar el trajín de los viajes constantes y de los escenarios. Pero sus condiciones artísticas siguen siendo fantásticas, y esa es ya una razón suficiente como para verlo en cualquiera de las fechas de este imperdible tour final.

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