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El Tri puso en movimiento al Grand Prix de Long Beach con los motores del rocanrol

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La celebración por los 50 años de El Tri, que se festejó ya a lo grande a mediados de febrero en el Centro de Convenciones de Anaheim, se trasladó el fin de semana pasado al Grand Prix Acura de Long Beach, más precisamente, al escenario musical del viernes, que se dedica desde hace varios años a presentar actos de origen latino.

Como era de esperarse, el concierto fue mucho más corto que el de Anaheim, que se extendió a lo largo de tres horas; pero tuvo de todos modos una duración generosa, ya que alcanzó la hora y media, cuando los eventos similares a los que hemos asistido durante años anteriores no pasaron de los 60 minutos.

De todos modos, lo más interesante fue el nivel de convocatoria que mantiene esta agrupación, pese a que se presenta frecuentemente en esta región y a que algunos de sus integrantes tienen incluso residencias en el Sur de California, incluyendo a su líder indiscutible Álex Lora, que es el único miembro original de la célebre formación de Three Souls In My Mind.

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Sin tiempo que perder, el mismo Lora apareció en el escenario exactamente a las 6.46 de la tarde, es decir, la hora establecida para el inicio del show, y despertó los motores con “La raza más chida”, un tema noventero que calentó de inmediato a la audiencia y que, en consonancia con su habitual sentido del populismo, fue seguido por una inusual interpretación del himno mexicano al lado de danzantes aztecas.

Tras anunciar que esta era la tercera presentación de El Tri en la historia del Grand Prix, el cantante de 66 años le brindó espacio a composiciones más antiguas y más memorables, como “ADO” y “Metro Balderas”, esta última acompañada por la aparición de una máscara del actual presidente de los Estados Unidos y sazonada por un cántico que decía “Que chin... a su madre Donald Trump”.

El repertorio le dio también cabida a piezas mucho más recientes, como una que acusa a todos los políticos de ser “huachicoleros” y “Contigo me conformo”, una creación del 2014 que contó con la presencia de su ‘domadora’ Chela, cuyo rol como corista en los conciertos de la agrupación no le hace mucha gracia a los fans más antiguos, pero que le dio esta vez valor a su intervención al lanzar proclamas contra los abusos de mujeres en su país.

Para probar que su nacionalismo es imbatible, Lora interpretó luego un popurrí con fragmentos de “Cielito lindo” y “México lindo y querido”; y aunque el gesto pudo ser visto como algo demasiado predecible, el público, que se encontraba ya en plena fiesta, lo celebró frente a la tarima con desmedido entusiasmo y la generación de un ‘slam’ que terminó con algunos ‘bailarines’ en el suelo.

Pero los momentos más relevantes fueron sin duda los que le dieron pie a composiciones tan antiguas y legendarias como “Oye cantinero”, “Triste canción de amor” y “Chavo de onda” (que intensificó la energía del ‘slam’ y vio volar más de una cerveza por el aire, lo que llama la atención en vista de que cada una costaba 15 dólares).

Pese a que el sonido no era perfecto (el bajo gozaba de un sonido contundente, pero las guitarras de Óscar Zárate y Eduardo Chico se escuchan poco, en consonancia con lo que ha pasado con El Tri en los últimos años), funcionaba bien con el estilo bluesero y rocanrolero que el conjunto se empeña en mantener, y que podrá parecer anacrónico y decadente para ciertos oyentes, pero que le da sin duda en la yema del gusto a los rockeros que se encuentran hartos de ser bombardeados por el pop comercial y por tonadas urbanas a donde quiera que vayan.

En ese sentido, resultó esencial la presencia de Lalo Toral, miembro fundador de Los Locos del Ritmo, uno de los grupos pioneros del rock and roll en tierras aztecas, quien le dio un encantador sabor de la vieja escuela al asunto entero.

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