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El Playboy Jazz Festival enciende Hollywood con agregados de funk, salsa y ‘world music’

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Desde hace varios años, el Playboy Jazz Festival, que se desarrolla puntualmente en el icónico Hollywood Bowl a inicios de cada verano, ha cambiado de giro para incluir a artistas que no se distinguen necesariamente por practicar el género, pero que tienen una comprobada reputación y cuentan con músicos de talento indiscutible.

A fin de cuentas, el evento de dos días creado por el desaparecido Hugh Hefner sirve también para desatar la fiesta entre sus numerosos asistentes, que este sábado, como es ya habitual, llegaron al auditorio al aire libre con canastas y bolsas llenas de comida y bebidas de todo tipo, y que manifestaron su entusiasmo en todo momento mientras comían y bebían.

El cierre se produjo con Kool & the Gang, un legendario combo de funk que acaba de cumplir 50 años de existencia y que, a pesar de los numerosos cambios de integrantes que ha sufrido, mantiene todavía al frente a sus dos fundadores, los hermanos Robert “Kool” Bell (bajo y guitarra) y Ronald Bell (saxo tenor).

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Con la intervención de varias bailarinas esculturales, mucha sangre fresca entre sus filas (incluyendo a un dinámico vocalista principal) y una enorme habilidad para los ‘jammins’, la agrupación puso a bailar a todo el mundo con un estilo que, en medio de su comercialismo, tuvo pasajes instrumentales absolutamente brillantes.

Pero, obviamente, la explosión de júbilo se dio durante la interpretación de clásicos como “Celebration” (el corte final de la noche), “Get Down On It y “Jungle Boogie” (que alcanzó nueva vida en los ’90 gracias a su inclusión en la aclamada cinta “Pulp Fiction” de Quentin Tarantino).

Antes de eso, salió a la tarima Sheila E., una artista de ascendencia boricua y mexicana que se convirtió en una estrella del pop a mediados de los ’80, pero que es reconocida a un nivel más grande por su gran habilidad en las percusiones.

E. (que se apellida realmente Escovedo) ofreció un repertorio ciertamente diverso en el que pasaba del funk al techno pop y a otras corrientes sin previo aviso, mientras cantaba al lado de otras dos vocalistas y se ponía ocasionalmente al mando de los timbales para deslumbrar con su energía rítmica.

Se trató sin duda del acto más entusiasta y participativo de la velada, ya que involucró permanentemente a los asistentes y hasta invitó en un momento dado a 20 personas a la tarima durante la interpretación del tema más bailable y reciente.

También estuvo en el Bowl el renombrado intérprete del banjo Béla Fleck, quien se presentó al lado de The Flecktones, un eminente combo formado en 1988 que se reunió recientemente y que es una reconocida institución del género.

Aunque Fleck se mantuvo siempre en el citado banjo, los demás cambiaron constantemente de instrumentos, sobre todo en el caso de uno de ellos, que manejaba un ‘midi’ con el que hacía ‘beats’ de batería y sonidos de teclado, y que también cantó en un momento dado.

Las últimas horas de la tarde vieron aparecer en el estrado a Angélique Kidjo, la popular cantante africana que ha ganado tres Grammys, y cuyas arriesgadas fusiones musicales la han llevado a trascender géneros y a ser celebrada en distintos rincones del planeta.

Además de las enormes virtudes de su voz, lo interesante de Kidjo es la diversidad de su propuesta y, en lo que respecta a nuestra comunidad, su curiosa obsesión con Celia Cruz, que en esta ocasión la llevó a interpretar varios temas popularizados por la estrella cubana (como “La vida es un carnaval” y “Bemba colorá”) y a emplear el típico lema “¡Azúcar!” de manera frecuente.

Fue algo realmente llamativo, aunque pudo llegar a ser excesivo, sobre todo porque Kidjo -que lució un colorido atuendo tradicional- tiene excelentes piezas propias que se defienden por sí solas (y que también se escucharon); pero es necesario agregar que lo que hace por ese lado va mucho más allá del plano de los ‘covers’, ya que tiene complejos arreglos y adaptaciones que lo conectan directamente con los ritmos y estilos del continente del que ella misma proviene.

Antes de eso, con el sol todavía en su esplendor, tuvimos oportunidad de ver a Terence Blanchard, un excelente trompetista originario de Nueva Orleans cuyo set se inició de manera tan tranquila que el público se puso a conversar de manera más intensa que la habitual, pero que poco a poco subió la temperatura de su interpretación y que, minutos después, había transformado ya a su banda en una intensa potencia jazzera con fuertes toques progresivos.

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