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Deep Purple y Alice Cooper probaron que el buen rock sigue vivo

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Se encuentran lejos de ser unos jovencitos, pero lo que le han dado al mundo en términos musicales los ha convertido en verdaderas leyendas dentro de su rubro, así como en figuras que vale siempre la pena ver en acción, a pesar de que sus etapas más celebradas ocurrieron hace mucho y de que podrían haberse convertido desde hace varios años en simples piezas de museo.

De ese modo, durante el concierto del domingo pasado en el Greek Theatre de Los Ángeles, Deep Purple y Alice Cooper dieron cuenta de que el tiempo no ha pasado en vano y de que éste mismo, más allá de mermar sus cualidades interpretativas de un modo u otro, ha sido responsable de cambios de personal a veces irreparables; pero demostraron también que siguen siendo fuerzas rockeras de consideración a las que no les basta con los éxitos del pasado, ya que ambos actos cuentan con álbumes recientes de material inédito en estudio que no temen presentar en vivo.

Por razones naturales, empezando por el hecho de que mantiene en su alineación actual a tres de los integrantes de su etapa más clásica (el vocalista Ian Gillan, el baterista Ian Paice y el bajista Roger Glover), Purple ocupó el puesto principal, e inició los trámites con unas grabaciones ajenas de música clásica que parecían insinuar la seriedad de su propuesta.

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Eso no quiere decir que los músicos se hayan portado de manera distante; de hecho, casi todos se mostraron sonrientes y hasta juguetones en más de una ocasión, y Gillian se animó a hacer una larga broma que lamentablemente no entendimos debido a su inexpugnable acento británico. Nos referimos más bien al evidente virtuosismo de sus miembros, quizás con la excepción del citado cantante, que ha perdido mucha de su potencia original, pero que logró reproducir ocasionalmente sus emblemáticos falsetes.

Esa calidad se extendió a los militantes más recientes de Purple, es decir, el guitarrista Steve Morse, que lleva ya 23 años con esta agrupación y ha grabado seis placas de estudio con ella, pero que sigue estando bajo la sombra de su antecesor Ritchie Blackmore; y el tecladista Don Airey, que se sumó recién en el 2002 como reemplazante del fallecido Jon Lord, pero que tiene en sus créditos colaboraciones con celebridades del género duro como Ozzy Osbourne, Black Sabbath, Judas Priest, Thin Lizzy y Whitesnake.

Los dos tuvieron un momento de solos compartidos que se encontró entre lo mejor de la noche, y el segundo contó con su propio momento de lucimiento individual, encabezado por la memorable introducción del “Mr. Crowley” de Osbourne y completado con fragmentos de obras hechas para piano hace varios siglos, además de claros tributos al extrañado Lord.

La sesión entera se respaldó en la interpretación de clásicos como ”Highway Star”, “Lazy”, “Perfect Strangers”, “Space Truckin’” y, por supuesto, “Smoke on the Water”; pero dejó espacio para dos temas del disco “Infinite” (2017), entre los que destacó “The Surprising”, un título que, valga el facilísimo, nos dejó muy sorprendidos, porque es tremendamente complejo y progresivo.

Por su parte, Cooper (que se llama originalmente Vincent Fournier) presentó un espectáculo mucho menos técnico, pero mucho más divertido, en consonancia con una reputación que lo distingue no sólo como compositor y vocalista, sino también como un ‘performer’ de tendencias teatrales que usa elementos circenses y del ‘Grand Guignol’ para elaborar una puesta en escena que resulta mucho más entretenida que escalofriante, aunque suele gustarle particularmente a los fans del género del terror.

A sus 69 años, este tipo se encuentra en mucho mejor estado físico del que podría esperarse, y su voz -que nunca ha sido espectacular, pero sí muy expresiva- está prácticamente intacta, lo que le permite moverse con comodidad por el escenario mientras se cambia de vestuario, se pone y se quita sombreros de copa, mete y saca a muñecas de trapo humanas de un enorme baúl, atraviesa una simulación de electrocución y termina supuestamente decapitado en una ominosa guillotina.

Cooper es el único tipo mayor de su propio grupo, que se encuentra ahora integrado por instrumentistas jóvenes, incluyendo a la talentosa y atractiva guitarrista californiana Nita Strauss, quien forma también parte de la solicitada banda de ‘covers’ The Iron Maidens y que entusiasmó a los asistentes con varios solos endiablados, aunque le dejó también oportunidades de lucimiento a Ryan Roxie, quien ha venido colaborando en este proyecto de manera intermitente a lo largo de dos décadas.

El repertorio no evitó las canciones recientes, incluyendo al sencillo “Paranoiac Personality”, de la nueva producción “Paranormal”, que no nos llama demasiado la atención, aunque nos falta escucharla con mayor detenimiento; en todo caso, nos entusiasmaron mucho más creaciones de los viejos tiempos como “No More Mr. Nice Guy”, “Billion Dollar Babies”, “Only Women Bleed” y, claro está, “Halo of Flies”, que es probablemente la composición más épica y ambiciosa de la carrera del ‘frontman’, aunque debemos reconocer que disfrutamos también de la ochenterísima (y muy ’glam’) “Poison”.

El final del set llegó con “I’m Eighteen”, que Cooper escribió cuando tenía 20 años, y “School’s Out”, otra significativa pieza de rebeldía que, en esta ocasión, fue coronada por una apropiada intromisión del corte “Another Brick in the Wall- Part 2” de Pink Floyd, que no es precisamente nuevo, pero se grabó ocho años después. Como se puede ver, la influencia de este simpatiquísimo orate ha sido de lo más generosa.

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