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Calixto Oviedo le pone ritmo cubano a las noches angelinas

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Parece que el amor de Calixto Oviedo por las percusiones llegó con él mismo a este mundo, porque como se lo contó recientemente a HOY, el artista cubano ahora radicado en Los Ángeles se entusiasmó con una batería para niños cuando tenía cinco años y vivía en La Habana. El problema es que no tenía dinero para comprarla.

“Costaba 55 pesos y mi padre era empleado del Hotel Nacional, por lo que no le alcanzaba para hacerlo”, recordó mientras hablaba con nosotros al borde del mar en una de esas cálidas tardes de invierno que son cada vez más habituales en nuestro condado. “Pero una mañana, mientras caminábamos al mismo hotel, me encontré un billete de 50 pesos en el suelo, y pudimos ir a la tienda de inmediato. Es una anécdota que nunca se me va a olvidar”.

El Hotel Nacional le trajo incluso más suerte, porque fue su escuela inicial para el aprendizaje musical; allí tuvo la oportunidad de conocer y hasta de practicar al lado de maestros como el pianista Rubén González, celebrado luego a nivel mundial por su participación en Buena Vista Social Club.

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Fue tal la obsesión de Oviedo por mantenerse tocando el instrumento de su devoción que, cuando el encargado del conservatorio de música de su zona le dijo a su mamá que él no tenía aptitudes para la percusión y que debía estudiar en cambio el piano o el violín, se opuso tenazmente, pese a que solo tenía siete años. “Me levanté y me fui, bien enojado”, recordó el entrevistado. “Creo que es algo que le pasó a muchos estudiantes, porque las escuelas cubanas necesitaban llenar sus plazas para cada instrumento; y eso terminó frustrando a muchos músicos”.

Por fortuna, hasta donde recuerda, el ya citado González fue quien escribió una carta para el influyente Director de la Orquesta Nacional de Conciertos, Gonzalo Roig, en la que le pedía ayuda para el niño; y luego de ponerlo satisfactoriamente a prueba, Roig lo recomendó al conservatorio para que fuera aceptado en el instrumento que anhelaba practicar.

“Curiosamente, en 1979, el primer Festival de Música de la Unión Nacional de Escritores y Artistas Cubanos me premió como Mejor Baterista de Cuba, y la persona que me entregó el premio fue la misma que me había rechazado 18 años antes”, retomó Oviedo. “Se lo dije cuando me dio la mano, y él solo agachó la mirada”.

Para entonces, el músico había destacado en la isla con su participación en diferentes agrupaciones, incluyendo a Acheré, con la que se inició en el plano profesional en 1972; pero su momento de gloria se dio en los ‘90 con NG La Banda, grupo que terminó de imponer la popularidad de la timba, ese género relacionado a la salsa pero combinado con el pop que ganó una enorme tracción en la década de los ‘90, pese al rechazo inicial de los puristas.

“Estuve con NG desde el 91 hasta el 96 y, además de grabar muchos discos con ellos, recorrí a su lado casi toda Europa, Sudamérica, Centroamérica y Estados Unidos”, enumeró. “Después de eso decidí que quería trabajar independientemente y acepté un contrato en Suecia que me tuvo por allá durante 18 años, aunque en esa época, venía ya mucho de visita a este país con [el supergrupo] Afro-Cuban All Stars”.

Posteriormente, en el 2014, Oviedo se mudó a nuestra ciudad, a la que llegó como profesor de la universidad CalState Los Angeles, y una vez aquí, empezó a tocar con distintas formaciones en diversos clubes de la zona, descubriendo un apoyo para la música afrocubana que no era necesariamente predecible.

“Se está reconociendo mucho el trabajo que hacemos, y estoy feliz con esta producción, que es la primera que grabo en L.A. como residente”, señaló, en referencia al álbum de Cuba Jazz Train que se titula “Como suena” y que lo tiene en el papel de líder. “Está basada en la música que más me gusta, el jazz latino; mucha gente piensa que yo solo hago timba, pero cuando empecé era baterista de rock’n’roll, y la idea aquí era hacer un Latin Jazz bailable, sin tantas notas ni tanta agresividad”.

Pese a que incluye un novedoso ‘cover’ de “Manteca”, la pieza más emblemática de Dizzy Gillespie y Chano Pozo, el disco evita en lo posible la incorporación de ‘standards’ que se han grabado hasta el cansancio.

“‘Manteca’ es una composición que no se puede dejar de tocar cuando estás haciendo este género, pero la mayoría de los temas son originales”, enfatizó Oviedo, para agregar luego que, aparte de Pozo, su lista de bateristas favoritos incluye a Guillermo Barreto, José Luis Quintana “Changuito”, Elvin Jones, Neil Peart y Dave Garibaldi. “Los meto a todos en una sopa y hago lo mío”.

El último corte, “Danza Ñáñiga”, que es el único no instrumental de la placa, cuenta con la espectacular voz de Lily Hernández, su esposa cubana desde hace varios años y una cantante que se presenta también frecuentemente en el Sur de California, muchas veces a su lado. “Es algo maravilloso; nos encanta tocar juntos, pero si estamos presentándonos en lugares distintos, nos deseamos lo mejor”, afirmó Oviedo, quien no cree que la supuesta apertura del gobierno estadounidense hacia Cuba logre algo positivo para el pueblo de la isla “mientras los Castro sigan en el poder”.

Si lo dicho ha llamado su atención, es probable que quiera apreciar a este impresionante y experimentado percusionista en vivo; y no puede haber mejor opción que la de este viernes, cuando se presentará de manera gratuita desde las 7.30 pm en un amplio auditorio (el de CSULA State Playhouse) al lado del renombrado flautista y saxofonista colombiano Justo Almario.

“Va a ser un placer inmenso compartir la tarima con esta luminaria de la música con la que toqué anteriormente en La Habana”, dijo Oviedo. “Esta vez estaremos con el Afro Latin Ensemble para tocar juntos temas de jazz latino y ofrecer también actos individuales”.

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