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Iñárritu y sus ‘compadres’ tienen una relación cada vez más cercana con el Oscar y el universo anglosajón

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Hasta hace unos años, nadie hubiera pensado que Alejandro González Iñárritu (quien ahora se hace llamar G.) iba a encontrarse a la delantera de ese exitoso trío de cineastas mexicanos conocido como “Los Tres Amigos”.

Cuando decimos esto nos referimos, evidentemente, a la posición que él mismo ocupa ahora mismo, un año después de que su “Birdman” se llevara cuatro Premios de la Academia (Mejor Película, Mejor Director, Mejor Guión Original y Mejor Fotografía), con miras a la ceremonia del Oscar que se llevará a cabo este domingo en el Teatro Dolby de Hollywood, donde su más reciente obra, “The Revenant”, es la más nominada de todas las participantes con 12 posibilidades en rubros tan importantes como Mejor Película, Mejor Director, Mejor Actor Principal (que le correspondería a Leonardo DiCaprio) y Mejor Director de Fotografía (una consideración para el también mexicano Emmanuel Lubezki).

En ese sentido, si se toma en cuenta lo que le ha ocurrido también a lo largo de los últimos dos años en diferentes ceremonias de premios que se llevan a cabo en los Estados Unidos, Iñárritu es el autor azteca que ha recibido más reconocimientos anglosajones a lo largo de la Historia, superando lo sucedido con su colega y ‘compadre’ Alfonso Cuarón y, claro está, lo que ha pasado con quien completa el círculo, Guillermo del Toro.

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Además de ser amigos muy cercanos, los tres cineastas viven desde inicios de los 2000 en los Estados Unidos, más precisamente, en la ciudad de Los Ángeles, por lo que las comparaciones -que siempre son odiosas- resultan cuando menos válidas no para saber quién es mejor que los otros, sino para conocer el estado del cine que es hecho actualmente por mexicanos fuera de su país de origen y, por lo tanto, con temáticas y personajes distintos a los de sus orígenes, porque, coincidentemente, los artistas referidos se han abocado últimamente a crear relatos de tinte claramente anglosajón.

Todo lo que está pasando ahora puede hacer que resulte difícil recordar que quien empezó realmente a imponer la buena suerte de una producción de autor mexicano en los Oscar recientes fue Del Toro, quien a pesar de no haber tenido suerte con las nominaciones recibidas por “El laberinto del fauno” (2006) al Mejor Guión Original, Mejor Banda Sonora y Mejor Película Extranjera, ganó en ese momento en las categorías de Mejor Dirección Artística, Mejor Fotografía y Mejor Maquillaje.

Se trató de un inicio realmente prometedor para Del Toro que, sin embargo, no se prolongó más adelante, como lo prueba la falta absoluta de nominaciones de sus siguientes largos, “Pacific Rim” (2013) -una fantasía futurista de monstruos y robots- y “Crimson Peak” (2015) -un romance gótico de terror desarrollado entre los Estados Unidos y la Inglaterra de los 1800-.

Los “Tres Amigos” en un encuentro anterior, durante la ceremonia del Oscar del 2007.

Los “Tres Amigos” en un encuentro anterior, durante la ceremonia del Oscar del 2007.

(Vince Bucci / Getty Images)

Pese a que estas dos cintas estuvieron completamente centradas en un ambiente ajeno a México, el mismo Del Toro miraba más allá de sus fronteras desde el comienzo de su carrera: su primer largometraje, “Cronos” (1993), se desarrollaba en el estado de Veracruz, pero su protagonista era el actor argentino Federico Luppi, y aparecía también por ahí el estadounidense Ron Perlman, quien pasaría a convertirse luego en la estrella de sus dos trabajos sobre el inusual superhéroe Hellboy. Y no hay que olvidar que tanto “El espinazo del diablo” (2001) como “El laberinto del fauno” se desarrollaban en España con un reparto casi completamente oriundo de la Madre Patria, aunque el director de fotografía de ambas fue el mexicano Guillermo Navarro (quien regresó para “Pacific Rim”).

Por su lado, Cuarón ha demostrado tener una vocación igualmente anglosajona desde su segundo largometraje, “A Little Princess” (1995), un relato de época con personajes británicos y ambientado en la India que fue mal promocionado y que ni siquiera logró recuperar su presupuesto de $17 millones, pese a que logró ser nominado a dos Oscar (uno de ellos en la categoría de Mejor Fotografía, ni más ni menos que por la labor de Lubezki, quien trabajó con Cuarón desde la primera película de este, la ‘estrictamente mexicana’ “Sólo con tu pareja”).

Curiosamente, luego de “Great Expectations” (1998), una adaptación del clásico de Charles Dickens llevado a la ciudad contemporánea de Nueva York con un reparto completamente blanco, Cuarón arremetió con “Y tu mamá también” (2001), una película profundamente representativa de una forma de mexicanismo muy precisa -la de los jóvenes de clase media del D.F.-, que lanzó por todo lo alto a Gael García Bernal y Diego Luna, además de ser nominada al Oscar al Mejor Guión Original.

Después de eso, Cuarón regresó no solo al mundo anglosajón, sino que lo hizo a través de una de las franquicias más populares de todos los tiempos al ponerse al mando de “Harry Potter and the Prisoner of Azkaban (2004)”, que sigue siendo la segunda entrega mejor reseñada de toda la saga y tuvo dos nominaciones al Oscar, aunque en categorías técnicas.

Tras eso, Cuarón se mantuvo con un reparto del mismo tipo, pero se lanzó al futuro apocalíptico, gracias a la impresionante cinta de ciencia-ficción “Children of Men” (2006), que obtuvo nominaciones de mucho nivel (Mejor Guión Adaptado, Mejor Fotografía y Mejor Edición), pero no salió victoriosa de ninguna de ellas.

Claro que lo mejor vendría luego, cuando “Gravity” (2013), ahora en el espacio exterior y sin latino alguno en la pantalla (aunque hay que precisar que solo contaba con dos actores que aparecían de manera física, Sandra Bullock y George Clooney), obtuvo diez nominaciones y ganó siete, el mayor número de la ceremonia, incluyendo las estatuillas a Mejor Director (para Cuarón) y Mejor Fotografía (para Lubezki).

Por su lado, en el plano de las temáticas, Iñárritu también ha tenido un recorrido interesante, ya que si bien su ópera prima “Amores Perros” (2000) -nominada como Mejor Película Extranjera- era ‘chilanguísima’ (sus tres relatos se desarrollaban en medios sociales muy contrastados, pero todos en la Ciudad de México), lo siguiente para él fue “21 Grams” (2003), que tuvo a un latino en uno de los papeles centrales (el boricua Benicio Del Toro), pero se filmó entre Tennessee y Nuevo México para mostrar el modo en que tres personajes de habla inglesa se relacionaban involuntariamente luego de un accidente automovilístico. “21 Grams” fue nominada a dos Oscar de actuación, uno de ellos para Del Toro.

Ya para “Babel” (2006), su siguiente proyecto, Iñárritu asumió una ambición geográfica que lo llevó a desarrollar su historia entre Marruecos, Japón, San Diego y Tijuana. Como presagio a lo que se vive actualmente, la cinta obtuvo siete nominaciones a los Premios de la Academia, incluyendo las de Mejor Película, Mejor Director y dos a Mejor Actriz Secundaria, aunque sólo logró la victoria en una (Mejor Banda Sonora). En todo caso, contaba con dos personajes mexicanos muy visibles: el de la niñera interpretada por Adriana Barraza (una de las nominadas) y el de su sobrino, puesto en manos de García Bernal.

Hay fuertes posibilidades de que esta escena, donde se muestra a Iñárritu recibiendo el Oscar como Mejor Director por “Birdman” en el 2015, se repita este domingo por su labor en “The Revenant”.

Hay fuertes posibilidades de que esta escena, donde se muestra a Iñárritu recibiendo el Oscar como Mejor Director por “Birdman” en el 2015, se repita este domingo por su labor en “The Revenant”.

(ROBYN BECK / AFP/Getty Images)

En seguida, Iñárritu se fue hasta Barcelona para filmar “Biutiful” (2010), que era en español sin tener a personajes mexicanos (la protagonizó Javier Bardem), y que fue nominada en los rubros de Mejor Actor y Mejor Película Extranjera (como representante de México por cuestiones de producción); pero luego, el mismo cineasta se emplazó en Nueva York para rodar allí la ya mencionada “Birdman” con personajes únicamente anglosajones, mientras que “The Revenant” (2015), un ‘western’ en el que los protagonistas y contendientes son dos recolectores de pieles absolutamente blancos (aunque hay varios personajes que son indígenas americanos), estaba planeado para filmarse completamente en la zona más fría de Canadá, pero debido a imprevistos cambios climáticos, tuvo que terminarse en Argentina.

Más allá de los premios que puedan o no haber recibido, el deseo de Iñárritu, Cuarón y Del Toro por trascender sus barreras nacionales tanto en el plano de residencia como en el de la ubicación de sus historias habla de visiones realmente expansivas que no se podrían haber conseguido en México debido a la falta de presupuestos adecuados para las mismas; y si podría decirse que al menos uno de ellos, Del Toro, se vio básicamente forzado a emigrar ante la inseguridad existente en su país (su padre fue secuestrado en Guadalajara antes de que él tomara la decisión de salir), se trata justamente del que ha estado más pegado a la cultura estadounidense, como lo ha probado la orientación de su obra y su colaboración constante con escritores ‘anglo’ para la elaboración de filmes, series de televisión y hasta novelas.

De lejos, pero sin olvido

El hecho de haber abierto sus horizontes a historias internacionales es una decisión personal de Alejandro González Iñárritu, Alfonso Cuarón y Guillermo del Toro que no debería ser cuestionada cuando se considera que cualquier artista que se respete tiene el derecho de explorar las posibilidades que se le antojen, aunque es también comprensible que algunos mexicanos sientan que, al meterse de lleno en Hollywood, estos compatriotas suyos se han alejado de un modo u otro del sentir popular.

Pero eso no los ha llevado a olvidarse de los suyos; Iñárritu, quien dijo hace poco que le interesa cada vez menos hacer “cine populista”, es el que ha utilizado de mejor modo las tribunas que le ha brindado la fama para defender la causa de los inmigrantes y criticar a quienes pretenden atacarlos.

Lo hizo ya al recibir sus distinciones por “Birdman”, cuando deseó públicamente que México tenga finalmente “el Gobierno que se merece” (en clara alusión al descontento con el mandato de Enrique Peña Nieto) y pidió “dignidad y respeto” para los migrantes.

Tras eso, se unió a Cuarón y Del Toro para firmar un manifiesto en el que se pedía justicia por la desaparición de 43 estudiantes de Ayotzinapa, mientras que, poco después, de manera individual, Cuarón mandó una carta abierta a Peña Nieto para pedirle explicaciones por la reforma con la que el presidente abrió el sector petrolero antes nacionalizado a la iniciativa empresarial privada.

En noviembre del 2015, al ser premiado durante una gala especial del Museo de Arte del Condado de Los Ángeles (LACMA), Iñárritu dedicó casi la totalidad de su discurso a “la comunidad mexicana” de Estados Unidos y, aunque no lo mencionó por nombre, cuestionó directamente al pre candidato republicano Donald Trump al decir que, “desafortunadamente, hoy por hoy, hay personas que proponen construir paredes en lugar de puentes”, y que “palabras similares en el pasado han creado y provocado enormes sufrimientos para millones de seres humanos”.

Más recientemente, al subirse al podio del evento del Gremio de Directores (DGA) que se llevó a cabo el pasado 7 de febrero y del que salió triunfante, el mismo Iñárritu dijo: “Cuando volví aquí como nominado, había más de 120 mexicanos en la cocina sirviendo comida, y esta es la mejor fiesta que he tenido. Viva México. Esta no es para nada la gente que Donald Trump ha descrito”. Todo esto lleva a imaginar que no se olvidará de estas personas si le toca hablar ante el público en el Dolby, lo que constituye una posibilidad cada vez más inmediata.

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