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Natalia Lafaurcade se hizo grande en el Bowl

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Aunque lleva más de dos décadas en esto, Natalia Lafourcade es una artista nueva ante los ojos de muchos de los anglosajones que asistieron ayer en la tarde a su presentación conjunta con la Filarmónica de Los Ángeles en el Hollywood Bowl.

Así lo demostraron las expresiones de júbilo y de sorpresa que escuchamos de parte de ellos a la salida de un concierto que, si se maneja de manera adecuada, debería ser trascendente en la carrera de la capitalina con raigambre veracruzana.

La misma Lafourcade era completamente consciente de esta circunstancia, por lo que se esforzó en hablar mayormente en un inglés que resultó ser mucho mejor de lo que ella pensaba; y en cierto momento, contó una dulce anécdota sobre la emoción que sintió al ver su nombre secundado por el título de ‘sold out’ en la marquesina del Bowl, lo que la llevó a bajarse sin previo aviso de la camioneta que la trasladaba para tomarse una foto con el cartel en plena calle.

La artista se ganó al público nuevo y al de siempre (porque habían evidentemente muchísimos mexicanos en el popular auditorio) con su incuestionable simpatía y sencillez; pero lo hizo también de la mano de su enorme talento artístico y de su forma particular de cantar, que se vieron realzados en toda la primera parte del show con los aportes de la orquesta dirigida por el venezolano Gustavo Dudamel, a la que se agregó la banda de ocho músicos que Lafourcade ha armado para su actual gira estadounidense.

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En este segmento, se escucharon hasta 12 piezas, divididas entre una primera parte dedicada a composiciones del álbum “Musas” (2017) -un celebrado homenaje al folklore latinoamericano- y un segundo apartado enfocado en los temas de “Hasta la raíz” (2015) -disco con el que empezó ya a imponer plenamente su efectiva combinación de pop con elementos del mismo folklore-.

Pero el instante más conmovedor fue el que la llevó a interpretar “Un derecho de nacimiento”, composición del 2012 que hizo para el movimiento #YoSoy132 y que anunció con un breve discurso en el que remarcó la necesidad que tenemos de mejorar como seres humanos, festejó el modo en que la juventud se está involucrando en asuntos sociales e insistió en la necesidad de ayudar a los niños del mundo, en consonancia con el apoyo constante que le brinda a la ONG Save The Children.

Antes de eso, había ofrecido ya una brillante reconstrucción del clásico “La Llorona”, dueña de variaciones vocales que le permitieron mostrar su versatilidad como cantante, y una animada rendición de “Qué he sacado con quererte”, original de la legendaria y combativa Violeta Parra, de Chile.

Como estrella de la música que también es, Dudamel apareció igualmente retratado en las pantallas gigantes del lugar mientras dirigía a una filarmónica que había comenzado la faena con un breve acto instrumental y que, una vez que tuvo al frente a Lafourcade, mostró un desempeño sobresaliente, guiada por creativos arreglos musicales que le dieron un aura casi celestial a todo lo que se escuchaba.

Tras un intermedio en el que la orquesta se retiró de la tarima, la mexicana, que también tocó la guitarra eléctrica, regresó únicamente al mando de su banda para brindar un set adicional de poco más de una hora en el que interpretó tanto sus éxitos del pasado como algunas piezas de “Musas 2” (2018), su segunda producción en homenaje al folklore de nuestras tierras de origen.

De ese modo, se escucharon incluso canciones de su álbum epónimo de debut del 2002, cuando todavía se encontraba muy conectada al pop rock, aunque adaptadas a su sensibilidad actual, como fue el caso de “En el 2000”, que adquirió placenteras inflexiones del jazz, mientras que la mucho más reciente “Lo que construimos” se metió en los terrenos del reggae y la inmortal “Currucucú paloma” le puso la piel de gallina a muchos debido a la conmovedora interpretación de la protagonista de la velada.

Pero la pieza que puso realmente a todo el mundo de pie fue “Nunca es suficiente”, una cumbia procedente de “Hasta la raíz” que grabó al lado de los míticos Ángeles Azules y que se convirtió en un saludable agregado de baile tropical al lado de “Danza de gardenias”, llevada en este caso al género salsero.

Se trató, en suma, de una presentación completa y variada que dejó satisfecha a la audiencia y que provocará sin duda que muchos de los presentes se interesen más en escuchar la música de una talentosa cantautora que no tuvo que levantar mucho la voz para conquistarnos, aunque hayamos sentido de todos modos que algunos de los títulos interpretados requerían de una potencia adicional para alcanzar la plenitud.

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