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Ramón Ayala, Bronco y la Banda Machos dejaron huella en un Staples que los recibía por primera vez

El legendario acordeonista Ramón Ayala se muestra complacido durante su presentación en el Staples Center, donde fue la cabeza del festival "Recordando a los Compas".

El legendario acordeonista Ramón Ayala se muestra complacido durante su presentación en el Staples Center, donde fue la cabeza del festival “Recordando a los Compas”.

(Cortesía Adam Pantozzi/STAPLES Center & Bernstein Associates )
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No es un secreto para nadie que, debido a la intensa inmigración mexicana que se ha producido en Los Ángeles, la música tradicional de muchos lugares de la república vecina cuenta con una enorme popularidad en nuestra ciudad, a la que llegan de manera frecuente artistas procedentes de dicho país.

Eso no quiere decir que todos los escenarios de prestigio y de mayor capacidad hayan abierto sus puertas a modalidades como la de la música regional, lo que le brinda un brillo particular a “Recordando a los Compas”, un festival realizado durante la noche del sábado de esta semana en el Staples Center que fue el primero de su clase en efectuarse al interior del codiciado recinto ubicado en el centro mismo de la urbe.

El artista más esperado de la partida (así como el plato de fondo) era Ramón Ayala, “El Rey del Acordeón”, reconocido por una fructífera carrera de más de medio siglo, primero como parte del dúo Los Relámpagos del Norte y luego al mando de la banda Los Bravos del Norte, con la que se mantiene hasta ahora, a sus 72 años de edad.

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Ayala, que nació en Reynosa, Tamaulipas, pero vive actualmente en Texas, es justamente uno de los representantes más legendarios de esa rama del estilo norteño que no depende de los polémicos narcocorridos para impresionar, aunque su repertorio del Staples incluyó al menos una composición de ese tipo, “El federal de caminos”, de tono mucho más moderado que lo que proponen otros artistas.

Por lo general, las letras, entonadas a dúo por Ayala con el vocalista principal y guitarrista Juan Antonio Coronado, se centraron en temáticas románticas y cotidianas. Como ninguno de los integrantes de la agrupación se mueve mientras toca, los Bravos contaron con una persona que se dedicó exclusivamente a animar a la audiencia, a mencionar todos los estados de la nación vecina para provocar una respuesta inmediata, a promocionar la venta de la mercancía de su jefe y a mandar una inexplicable dedicatoria a “la policía de El Monte”.

Por ese lado, nos pareció excesiva la promoción del tequila producido por Ayala, Tragos Amargos, que apareció incluso de manera insistente en el video que acompañó la presentación del emblemático tema “Tragos de amargo licor”. Afortunadamente, la interpretación musical correspondiente fue muy buena, como lo fueron también las versiones presentadas de “Puño de tierra” y “Baraja de oro”.

Después de un rato, las canciones del “Rey del Acordeón” empiezan a sonar demasiado parecidas, aunque hubo algunas variedades en el plano rítmico y hasta un impresionante tema instrumental de sabor jalisciense (“El lucero”). Además, Ayala es un verdadero maestro en su instrumento, por lo que escuchar sus interminables solos es todo un placer, sobre todo porque el nivel del sonido fue óptimo durante su presentación.

Antes de él, el escenario rotativo fue ocupado por Bronco, un grupo formado en 1979 en Apodaca, Nuevo León, que cuenta también con una reputación imbatible y que no ha perdido a sus numerosos seguidores, pese a que no pudo usar su nombre durante algún tiempo debido a problemas legales y a que, hace tres años, sufrió un severo cambio de formación que lo llevó a perder a dos de sus integrantes, reemplazados ahora por instrumentistas más jóvenes.

Sin embargo, se conserva en sus filas el vocalista y bajista Guadalupe Esparza, más conocido como Lupe, quien compuso o fue el intérprete original de varias canciones que han trascendido géneros y geografías para ser interpretadas por artistas de estilos muy distintos, como es el caso de “Que no quede huella” (de su autoría) y “Nunca voy a olvidarte” (escrita para él por Roberto Belester).

Bronco fue recibido muy bien por la audiencia, pese a que ha sufrido varios cambios de integrantes en los tiempos recientes.

Bronco fue recibido muy bien por la audiencia, pese a que ha sufrido varios cambios de integrantes en los tiempos recientes.

(Cortesía Adam Pantozzi/STAPLES Center & Bernstein Associates )

Ambos cortes figuraron obviamente en el set de Bronco y fueron de los más celebrados, aunque no faltaron tampoco títulos como “Adoro” (compuesta por Armando Manzanero), “Zapatos de tacón” y “El corrido de Miguel Rivera”, que no tiene nada que ver con los traficantes de drogas, porque es una pieza creada para la reciente y aclamada película de Disney/Pixar “Coco”.

De hecho, Lupe bromeó antes de empezar “Los castigados”, que es una melodía de lo más inocente (trata sobre una maestra de escuela), al presentarla como “la canción más violenta que hemos hecho dentro del género alterado”.

Bronco apela ocasionalmente a lo norteño y al acordeón, pero lo suyo es más ecléctico, ya que transita por el pop, el rock, la cumbia y hasta la balada sesentera; eso hace que sus show sean muy amenos, aunque los videos que se transmitieron por las pantallas grandes superaron las cuotas razonables del buen gusto debido a sus estridentes recursos visuales. Y, por si acaso, sigue sin gustarme “Sergio el bailador”, por más que use mi nombre.

Fuera de eso, Bronco hizo lo suyo con profesionalismo y entusiasmo (sus integrantes sí se mueven), pero no se vio favorecido por el sonido que le tocó, y que además de hacer que todo resultara bastante turbio, afectó particularmente a Lupe, hasta el punto de que no se entendía lo que cantaba, lo que tuvo que ver también con el hecho de que emplea un micrófono inalámbrico (y a que, valgan verdades, no es un vocalista de mucho nivel técnico).

El componente mayor de la velada era norteño, pero se le dio también espacio a la escuela de la banda sinaloense, representada por la Banda Machos, que surgió en realidad en Villa Corona, Jalisco, pero que ha venido dando la cara por el alegre y bullicioso estilo citado desde 1990 y que, a diferencia de Ayala y de Bronco, sí interpreta corridos, aunque en este caso dejó de lado dicha faceta.

La única reminiscencia a la violencia que se dio fue a través de “La culebra”, una quebradita que parece referirse simplemente al animal rastrero, pero que fue usada aparentemente como señal para el asesinato del candidato a la presidencia Luis Donaldo Colosio en 1994, aunque esa decisión no tuvo nada que ver con esta agrupación.

Se piense lo que se piense de los estilos musicales que practica, Machos sonó muy bien y tuvo al frente a un gran cantante, Álex Díaz. En consonancia con su nombre, algunas de sus letras muestran una visión retrógrada de la mujer, como es el caso de “Cuatro meses” y “No soy monedita de oro”; pero nos impresionó el orgullo que sienten por sus raíces y la sensibilidad que son capaces de mostrar en temas como “Un indio quiere llorar” (que ya es conocido) y “El árbol” (que viene en su disco nuevo, y que es un sentido homenaje a los padres fallecidos de Díaz).

Por el lado de la convocatoria, el asunto fue de lo más exitoso, porque ya para la mitad del festival (que contó también con la participación de Los Tiranos y El Coyote), el Staples lucía completamente lleno; y hasta donde pudimos ver, el público se portó bien, bailando de manera medida y sin gritar cuando no se trataba de cantar los coros de las canciones.

Pero todo parece indicar que algunos trasladaron cuentas pendientes a la calle, como lo demostró la gresca con la que nos topamos a la salida, y en la que hasta dos mujeres fueron golpeadas por un hombre que estaba fuera de control. ¿Hasta en las mejores familias...?

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