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J Balvin pretendió ser más que un reggaetonero del montón en el Shrine

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A la mitad del concierto que ofreció la noche del jueves pasado en el Shrine Auditorium de Los Ángeles, J Balvin se colgó una guitarra eléctrica y, acompañado por la banda que lo secundaba en vivo, interpretó la primera parte del rockerísimo tema “Smells Like Teen Spirit” de Nirvana. Se trató de una estrategia que los fans del trío de ‘grunge’ hubieran rechazado de estar presentes, pero que, curiosamente, demostró de algún modo que este representante del reggaetón quiere salirse mínimamente del molde habitual en que se ha colocado al género entero.

Fuera de esta inusual selección, el segmento sirvió para probar que, a diferencia de muchos de sus colegas del mismo estilo, Balvin no se limita actualmente a presentarse con un DJ al lado, sino que cuenta con un grupo musical hecho y derecho en el que figuran un guitarrista, un bajista y un baterista.

Claro que eso no es tampoco algo que merezca demasiados halagos, porque, con banda o sin ella, el colombiano de Medellín sigue manteniendo en sus letras el mensaje machista que han venido manejando desde siempre sus antecesores comerciales, lo que se traslada también a la estructura de unas canciones que, con contadas excepciones, y en medio de su ocasional búsqueda de ritmos que se aparten del típico sonsonete (“Tranquila” es indudablemente pegajosa), ofrecen pocas novedades en el plano musical, aunque resultan por lo general mucho menos estridentes que las que hemos escuchado antes por ahí.

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Nada de lo dicho le quita a Balvin el estatus de estrella del que goza hoy en día, respaldado en el plano de la industria por las dos nominaciones que tiene para la próxima ceremonia de los Grammy Latinos (Mejor Interpretación Urbana y Mejor Canción Urbana) y, en el nivel más inmediato, por los rugidos de aprobación que le brindaron permanentemente los asistentes al concierto de ayer por la noche desde que pisó la tarima para abrir fuegos con su nuevo sencillo “Ginza”.

Casualmente, el mismo “Ginza” lo dice todo desde su primera estrofa: “Si necesitas reggaetón, dale/ Sigue bailando, mami, no pares/ Acércate a mi pantalón, dale/ Vamos a pegarnos como animales”. Y su mensaje ha sido tan efectivo en un segmento de la juventud que su respectivo videoclip ha dejado de funcionar en YouTube tras llegar a los 185 millones de vistas.

Si emplear una banda en vivo significa que el hombre está buscando legitimidad, pretender contar con una gran habilidad para la improvisación es otro método de convencimiento; pero, por ese lado, Balvin tendrá que esforzarse mucho más, porque lo que hizo en ese momento se limitó a rimar de manera poco ocurrente las nacionalidades de los asistentes con las primeras palabras que se le ocurrían.

En medio de lo señalado, no se puede negar que el vocalista tiene lo suyo; de hecho, no hay que ser una mujer para darse cuenta de que estamos ante un tipo atractivo que no canta del todo mal (es decir, para los parámetros del género), mientras que sus llamativos atuendos (esta vez llevó tanto uno anaranjado como uno blanco) plantean una estética colorida que llama inevitablemente la atención.

Además, contó con un grupo de fornidos bailarines que en cierto momento se despojaron de sus camisetas y que, ya para el final, lo ayudaron a efectuar una danza grupal evidentemente graciosa cuando le tocó el turno a la exitosa “6 A.M.”, enfocada en una noche de fiesta. Tampoco estuvo mal el dúo que realizó con la joven MC local Becky G, pese a que muchos lamentaron que el acto individual de ella misma se presentara demasiado temprano (cerca de las 7 p.m.), cuando casi todo el mundo se encontraba todavía afuera.

El hecho de que el reggaetón haya durado lo que ha durado sin dar muestras de agotamiento y se haya expandido del modo en que se ha expandido, hasta el punto de contar ahora con exponentes internacionales procedentes de territorios antes impensados, puede ser visto como una victoria mayor para sus defensores; pero la verdad es que no deja de resultar sorpresivo que lo haya hecho sin evolucionar de modo significativo.

Por otro lado, el movimiento urbano se enorgullece de que sus integrantes provienen de las clases populares, lo que para algunos quiere decir que hay que perdonarles todos los errores que puedan cometer (en el caso de J Balvin, el más evidente sería la escritura de su tema “Ay vamos”, que debería ser evidentemente “Ahí vamos”). Para nosotros, eso suena más bien a excusa, porque históricamente, la originalidad artística ha estado lejos de pertenecerle a los ricos; en ese sentido, repetir una y otra vez la historia del seductor que se lleva a la cama a todas las mujeres y decirle a la audiencia las mismas cosas que se la han dicho mil veces es más bien una muestra de pereza.

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