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Beatriz González, la colombiana que dejó de reír artísticamente en 1985

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EFE

A sus 80 años y a punto de asistir a su primera retrospectiva en Estados Unidos, la artista plástica colombiana Beatriz González cree que la toma del Palacio de Justicia de Bogotá en 1985 fue su camino de Damasco en el arte: la razón de que se enfocara en el sufrimiento de sus compatriotas.

“No me puedo reír más”, se dijo González respecto a la acción guerrillera seguida de una recuperación del edificio por fuerzas de seguridad que dejó muerte, destrucción y desapariciones y conmovió a Colombia y al mundo.

A ella, además, le hizo volver la vista a las víctimas de la violencia en su país y darles voz, señala en una entrevista con Efe.

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“Me interesa mucho el dolor, ese sentimiento que es el dolor”, dice días antes de que en el Museo Pérez de Arte de Miami (PAMM) presente una exposición con más de 150 obras firmadas por ella que abarcan un periodo de seis décadas.

La retrospectiva que se inaugura este 18 de abril ha sido organizada en conjunto por el PAMM y el Museo de Bellas Artes de Houston y tiene a Tobias Ostrander y Mari Carmen Ramírez como comisarios de la muestra.

La artista nacida en Bucaramanga el 16 de noviembre de 1938 estará presente en la inauguración, donde se reencontrará con algunas obras que no ha visto en años y mostrará otras que ella misma buscó, como dibujos de la época en que estudiaba arquitectura.

“Ha sido muy trabajoso, no se pudo conseguir todo”, subraya una artista imbuida de un gran sentido “práctico”, que ella atribuye al hecho de ser “santandereana” (del departamento colombiano de Santander) y que es la causa de que no conserve muchas de sus obras.

Durante muchos años González “no vendía” sus obras, sino que las regalaba a sus amigos porque no le “cabían” en el estudio. Eran “razones prácticas”, dice cuando se le pregunta si obedecía a que rechazaba el mercantilismo en el arte o a algo similar.

Algunos de los agraciados con aquellos obsequios los conservaron para siempre, otros los vendieron después por diversas razones y descubrieron lo mucho que valían, no solo sentimentalmente.

Ella le aconsejó a un gran amigo, Alberto Sierra, que usará el dinero de la venta de una obra hecha a partir de una cama -González usa como soporte artístico toda clase de superficies, muebles incluidos- para operarse del corazón, recuerda con cariño.

Entre las obras que se exhibirán en Miami destaca una basada en el “Guernica” de Picasso, el “Mural para fábrica socialista” (1981) que regaló en su día a la Universidad Nacional de Colombia.

Ha hecho numerosas versiones de obras de grandes maestros, como Vermeer, da Vinci, Rafael, Botticelli, Ingres, Millet, Cézanne, Gauguin, Degas, Renoir o Braque, y tocado infinidad de temas de la actualidad colombiana, desde la muerte de un narcotraficante hasta un sangriento asalto a una base militar por guerrilleros.

En una época quiso ser “pintora de corte” -recuerda- y se dedicó a crear obras sobre el presidente Julio César Turbay en las que con aguda ironía retrató a la clase política colombiana.

Obras destacadas de la exposición del PAMM son “Los suicidas del Sisga” (1965), basada en las fotografías que aparecieron en la prensa popular de una pareja de enamorados que se quitó la vida en una represa, y “Los papagayos (1986)”, un retrato colectivo de políticos corruptos.

La Tate Gallery de Londres ha prestado dos obras para la exposición del PAMM, que permanecerá abierta hasta el 1 de septiembre de 2019.

González dice que ese museo londinense, el Moma de Nueva York y el Reina Sofía de Madrid le han dado “muchas alegrías”.

En Estados Unidos es “muy poco conocida”, reconoce la artista, quien no obstante destaca una exposición que presentó en 1998 el Museo del Barrio de Nueva York y que produjo “un gran destello”.

Recuerda que el New York Times le dedicó media página a aquella exposición y que el autor del artículo destacaba que era una artista latinoamericana que no estaba interesada en el exotismo.

Cuando se le pregunta de dónde viene su estilo, lo primero que responde es que le influyeron los “puntos” de color de algunos edificios de su natal Bucaramanga, como la cúpula anaranjada y verde de una iglesia que tenía todo su interior pintado como si fuera mármol, un edificio rosado y otro amarillo, pero enseguida apunta que quería “escandalizar” y a la vez ser “original” con sus obras.

“Con la posmodernidad ‘original’ ha quedado como una palabra vacía”, afirma.

Por “rebeldía” se interesó por cosas que eran la antítesis de la elegancia de su madre, como las imágenes y el grafismo de los diarios populares especializados en crónica roja y los cromos populares. Aun hoy sigue recortando y guardando fotografías de prensa como motivo de inspiración, dice.

Después de muchos años centrada en la violencia, ahora que Colombia está teóricamente en paz por el acuerdo del Gobierno anterior y la principal guerrilla del país, hay muchos que le dicen que se quedó “sin tema”, pero ella encuentra sustitutos como la polarización política o en el éxodo de venezolanos hacia Colombia.

“Sigo trabajando sobre el duelo”, subraya, y menciona que imágenes “muy impresionantes” como la de un venezolano cargando con una nevera por una carretera colombiana le inspiran a crear.

Una de sus últimas obras es un lienzo de gran formato titulado “Zulia, Zulia, Zulia”, como el estado venezolano del mismo nombre.

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