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Las ilusiones perdidas del escritor mexicano Rafael Pérez Gay

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EFE

En los días de sus mejores desvaríos literarios, el escritor mexicano Rafael Pérez Gay alberga una ilusión perdida de antemano, preguntarle al doctor Horace Bianchon, uno de los mejores personajes del novelista Honoré de Balzac, por qué no llegó a tiempo para salvar de la muerte a su creador.

“Cuando Balzac estaba muriendo le pidió a su hermana que trajeran a Bianchon, pero el médico no pudo llegar porque no salió de las novelas donde habitaba. Si pudiera, le preguntaría por la gente que curó, su opinión sobre el escritor y por qué no lo pudo ayudar”, asegura Pérez Gay en entrevista con Efe.

Considerado un erudito de la literatura francesa, Pérez Gay se conmueve al recordar el pedido del moribundo Balzac en su casa de la Rue Fortune y lo asume como un momento de unión entre vida y literatura, un tema que lo obsesiona y está presente en “Arde, Memoria”, la antología personal con 49 de sus mejores cuentos que acaba de publicar el sello Tusquets.

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“Hacer una antología es correr un riesgo, tomar decisiones y algo más, encontrarse con uno mismo en el pasado. Como no podemos traer a comparecer al autor que fuimos, entonces debemos leerlo y escuchar esa voz”, confiesa.

La obra está formada por 49 piezas rescatadas de sus libros “Me perderé contigo”, “Llamadas nocturnas”, “Paraísos duros de roer” y “El corazón es un gitano” con las que Pérez Gay establece una complicidad con el lector.

Además de cuidar el lenguaje con una prosa limpia, en “Arde, Memoria”, el cuentista hace recordar el desvarío de Balzac en su lecho de muerte porque como el gran novelista francés, él también confunde ficción y realidad y perfuma su escritura con el aroma de las historias mínimas, algo heredado de su oficio de periodista.

“Yo provengo del periodismo y eso me ha permitido terminar con el viejo dilema entre literatura y periodismo. Después de 30 años en la profesión, para mí son la misma cosa; eso me permitió acabar con la leyenda de la página en blanco que a mí no me ocasiona angustias ni ansiedad”, confiesa.

De los primeros ocho cuentos, que reúne en un capítulo llamado “Mundos paralelos, sueños rotos”, en dos se refiere a un hotel donde la gente se queda atrapada en el tiempo y al que el protagonista y su mujer regresan para hablar con ellos mismos de jóvenes.

“El tiempo me interesa mucho, me sigue pareciendo uno de los enigmas del ser humano. No estoy descubriendo nada, antes lo dijo San Juan de la Cruz cuando comentó ‘sé lo que es el tiempo, pero si me preguntan qué es, no sé contestar’; es un misterio que se presta para hacer construcciones literarias”, señala.

Además de adorar la literatura francesa, Pérez Gay tiene otra pasión: meterse en la hemeroteca y averiguar todo lo que pueda de la Ciudad de México en los finales del siglo XIX y principios del XX.

“De eso trata mi próxima novela, pero no voy a adelantar nada”, dice, al referirse a otro de los temas que toca en su libro, en cuentos como “La noche que derrotamos al ruidos”, “Escenas del fin del Mundo” o “A oscuras”, en los que confirma la teoría de que en su país el realismo mágico es asunto de todos los días.

Los historias de la antología son de temas diferentes. En “La invasión blanca” un señor se asusta por su barba blanca y termina por aceptar su parecido con Papa Goriot, otra de las criaturas de Honoré, mientras en “Venimos de la tierra de los muertos”, un hombre acude a una sesión en la cual una enana habla con los espíritus.

Al final de la entrevista, Rafael acepta el reto de imaginarse personaje de ese cuento y confiesa con quién platicaría si tuviera la posibilidad de traer del más allá a personajes de las novelas como quiso Balzac en su lecho de muerte.

“Además de hablar con Bianchon, me gustaría preguntarle a Leon Dupois, el amante de “Madame Bovary”, qué le faltó para enamorarse de ella, y al Conde Mosca de “La cartuja de Parma”, de Stendhal, le preguntaría sobre política mexicana y su opinión sobre los precandidatos y candidatos a la Presidencia”.

Lo dice en tono creíble, aun cuando asume que la travesura de meterse en los libros de los otros es una ilusión tan perdida como la del apuesto Lucien de Rubempré, otro de sus personajes de culto de la literatura francesa.

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