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‘Ted 2’ no deslumbra, pero es terriblemente divertida (y algo sentimental)

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Desde el comienzo mismo, hay algo que ha cambiado en el universo creado en el 2012 por el cineasta Seth MacFarlane, ya que la primera escena de “Ted 2” muestra al oso de peluche que cobró vida en la primera entrega mientras se casa con su novia Tami (Jessica Barth). Pero, si uno se fija bien, las cosas no son tan distintas, porque el cura que oficia la boda es Sam Jones, el recordado intérprete de “Flash” que llamó la atención en la cinta de debut por interpretarse a sí mismo como un entusiasta consumidor de ‘la blanca’.

Y poco después, nos damos cuenta de que, casado o no, Ted sigue siendo el mismo “tipo” escandaloso e inapropiado de siempre, porque no deja de pasar una oportunidad para pelearse con su mujer y reunirse con su amigo John (nuevamente interpretado por Mark Wahlberg) para disfrutar de unas cervezas y de alguna sustancia menos legal, al menos a nivel nacional. Pero el asunto cambia realmente cuando, luego de intentar tener un hijo con métodos naturales, el aludido decide tratar de adoptar uno, lo que lo enfrenta a una cruda realidad: el gobierno no lo considera un ser humano.

Luego de todos los excesos y las bromas pesadas que se venían sucediendo (incluyendo una visita a una clínica de esperma que concluye de un modo que pondrá a prueba el estómago de los espectadores sensibles, porque los demás estarán muriéndose de risa), la escena en la que Ted recibe en casa los documentos en que se le priva de todos sus derechos y se lo decreta “una propiedad” es un punto dramático que no esperábamos en una producción de este tipo, así como uno que, en el caso de los latinos, nos remite irremediablemente a las complicaciones legales a las que se ven sometidos muchos inmigrantes en este país.

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MacFarlane está lejos de ser un activista político, por lo que el tema no se desarrolla precisamente por ese lado; y aunque muestra su conciencia sobre tema sociales a través de burlas enfocadas en los conservadores, inclina normalmente la balanza hacia la chacota y el escándalo, como cuando usa a sus personajes y a las situaciones que los rodean -normalmente excesivas- para hacer unos chistes sobre los afroamericanos y los gays que podrían parecer ofensivos, pero que no atacan realmente a los involucrados y sirven básicamente para desatar risas.

En ese sentido, la mayor parte del humor en “Ted 2” funciona, lo que no se puede decir necesariamente de las comedias para adultos, sobre todo las que se valen de la crudeza, las malas palabras, la sexualidad y los comentarios irreverentes (es decir, los mismos temas que se emplean con descaro por aquí). No nos cabe la menor duda de que mucha gente rechazará esta cinta, tal y como lo ha hecho con toda la obra de MacFarlane; pero lo cierto es que nosotros consideramos que ésta encuentra un buen balance entre el humorismo más desenfadado y la sensibilidad más honesta, como lo prueba no sólo la escena de “los papeles”, sino el momento inesperadamente tierno en el que Amanda Seyfried (quien interpreta al nuevo interés romántico de John) se pone a entonar una encantadora balada.

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